El oro que trae Marileidy no es sólo olímpico

Más allá de la celebración y el júbilo, una reflexión sobre el significado simbólico que tiene su hazaña extraordinaria en París 24.

    02 DE SEPTIEMBRE DE 2024 · 08:00

    Marileidy Paulino tras su oro en los JJOO de París24 en la final de 400 m. con nuevo récord olímpico.,Marileidy Paulino
    Marileidy Paulino tras su oro en los JJOO de París24 en la final de 400 m. con nuevo récord olímpico.

    Más allá del jubilo y la alegría que estalló en el sentir de todo el pueblo dominicano, más allá del arrebato colectivo y festivo desatado en esta nación por el triunfo de Marileidy Paulino en los Juegos Olímpicos de Paris 2024, debemos tomar en cuenta una necesaria reflexión y el significado simbólico y representativo que puede tener esta hazaña extraordinaria en las veloces piernas de esta joven atleta a favor de la cohesión social y la fraternidad solidaria en la estelar coyuntura histórica que vive la República Dominicana.

    Los pueblos, especialmente como el nuestro que han tenido una trayectoria histórica tan atropellada y tormentosa, llegan a un punto en que necesitan autoafirmarse en su identidad, reconsiderarse a sí mismos en su destino y propósito.

    La ruta en tránsito marca un auspicioso horizonte de bonanza, prosperidad, abundancia y progreso que niega ese pesimismo tan acentuado y repetitivo, producto de nuestras limitaciones y mentalidad colonizada con el que nos describió José Ramón López, y otros intelectuales dominicanos de épocas anteriores. En la actualidad consolidamos como nación un orden político democrático cada vez más funcional y sostenible, una economía cada vez más robusta y creciente y una esplendorosa imagen internacional que en variados aspectos gana la atención del todo el continente y más.

    En contraste con ese pesimismo arraigado y enfermizo que arrastramos por siglos, los intelectuales y analistas contemporáneos hablan de los grandes y asombrosos cambios, de las grandes transformaciones que en diversos ordenes se están produciendo en nuestro país. “El gran cambio: la transformación social de la República Dominicana” (1), edición de lujo con la prestigiosa rubrica de Frank Moya Pons y con el auspicio del Banco Popular, es la mejor muestra de los extraordinarios avances del país desde el 1963 hasta la fecha.

    Son múltiples los factores que deben combinarse para impulsar una sociedad que en el pico de una prosperidad sostenida por décadas entiende que debe desarrollar acciones, políticas y programas más efectivos e inclusivos para evitar que la bonanza económica que disfruta termine acaparada por la egolatría patrimonial de poderosas élites económicas que se resisten a que el bienestar llegue con la debida justicia a las clases más necesitadas.

    Tiene un gran significado para las clases más encumbradas del país, igual para las más bajas, el hecho que una humilde muchacha de Nizao, Baní, poblado subrayado en rojo en nuestro mapa de pobreza, encarne en una solemne ceremonia de cobertura mundial el más alto sentimiento patrio de todos los dominicanos. El toque del himno nacional y el izamiento de la enseña tricolor nuestra, es un momento que contiene en una humilde chica todo lo que somos como pueblo. Convergen ahí valores como la perseverancia, el esfuerzo, el espíritu de superación y preparación física y mental, pero también toda el alma de un pueblo que está luchando por alcanzar sueños y concretizar realidades para el bienestar de sus ciudadanos.

    Marileidy encarna un punto de acercamiento humano y de cohesión social

    Los pueblos necesitan sueños, símbolos, figuras relevantes y representativas que los inspiren para emprender desafíos y alcanzar sus metas. Entre los grandes desafíos que tiene la República Dominicana está cerrar la brecha de inequidad social, resultado de altos y vergonzosos niveles de pobreza que no se pueden justificar y que deben ser superados. Entienden los expertos que la bonanza económica que hoy exhibe República debe ser aprovechada para convertirla en mayor bienestar social mejorando la calidad de vida de todos los dominicanos, en especial de una gran parte de la población que hoy vive económica y socialmente marginada y excluida.

    Sin dudas que urge profundizar en políticas para mejorar sectores como salud, educación, nutrición, seguridad social y mayores facilidades para poner más y mejores servicios públicos al alcance de una población que vive a una distancia preocupante de lo que es el progreso y el bienestar.

    Marileidy es ya un símbolo con representación y fuerzas suficientes como para convertirse en un punto de inflexión inspirador en esta coyuntura porque ella es un vivo ejemplo de cómo golpea y duele la pobreza y la marginación, y al mismo tiempo de cómo se vive y se celebra el éxito alcanzado en buena lid. Ella, sus triunfos, su vida de superación y su esfuerzo para salir de una condición de anonimato y olvido, nos convoca a otras posibilidades que están más allá del empeño y el deseo individual. Le agrega muy poco a su carrera en ascenso exponerla a destiempo a comparaciones deportivas con otros atletas de su estirpe. Estas controversias resultan extemporáneas, forzadas y poco edificantes.

    Ella nos está diciendo, y es su discurso, libre de cuerda política, que las condiciones en las que se práctica el deporte en la República Dominicana tienen que ser mejorada para beneficios de todos. Esto, porque el deporte debe formar parte de las políticas integradas de una nación, eso implica que son muchos los aspectos de la vida dominicana que deben mejorarse para que emprendamos caminos más auspiciosos e inclusivos.

    No solo se trata de enforcanos en reformas estructurales que nos permitan sanear nuestras finanzas públicas, ni unilateralmente centrarnos en el fortalecimiento del capital humano para continuar aumentando la productividad sino de interpretar la pobreza desde la perspectiva de Gustavo Gutiérrez (2) como una realidad polifacética, inhumana e injusta, consecuencia de la forma como se piensa y organiza la sociedad.

    La gente que sufre la pobreza, la vive como una realidad que les afecta sicológica, emocional, espiritual y físicamente, por lo que no es posible considerar una sola dimensión de la pobreza aislada de las demás. Jayakumar Cristian (3), describe la pobreza como un sistema de privación de poder que crea relaciones opresivas, cuyas causas fundamentales son espirituales. Afirma que los pobres son más pobres porque viven en redes que no funcionan a favor de su bienestar, y su relación con Dios, su Creador, ha sido distorsionada.

    Marileidy con sus triunfos, con su lugar en la cumbre mundial nos desafía a caminar nuevos senderos, no solo desde el punto de las estructuras económicas que determinan relaciones sociales inaceptables para nuestra sociedad, sino también desde nuestra propia identidad como pueblo, desde nuestra espiritualidad y valores que pueden servir para cohesionarnos en un proyecto de nación en medio de una sociedad demasiado endurecida e individualista que se ha ido quedado sorda a todo lo que no sea búsqueda de poder, afán de lucro y egolatría narcisista. Esta joven es motivo para que en medio de esta grave descomposición cultural y social comencemos a explorar de manera más intencional y directa una espiritualidad más humana y esperanzadora.

    Esta muchacha humilde y de pose tímida, de piernas veloces y de gestos suaves y sencillos, es ya un símbolo que va camino a convertirse en un fenómeno de alcance impredecible. Ella -en demostración de su fe- tuvo el coraje de levantar la Biblia en los Juegos Olimpíacos Tokio 2020. En ese gesto convergen unos valores espirituales formados en un humilde hogar de Nizao, alentados desde una pequeña iglesia, desde alguna escuela bíblica dominical para niños, hoy tan ignoradas y de importancia poco reconocida y destacada.

    A Marileidy como símbolo colocado entre el cruce de posibilidades y transición hacia una conciencia de superación de nuestras desiguales onerosas y lamentables, no debemos compensarle sus aportes deportivos solo con regalos de ocasión, con frenéticos saltos y bullas ensordecedoras por sus merecidos triunfos. Ella nos desafía a más con sus gestos, con sus manos extendidas y sus miradas tierna hacia sus competidoras después de una carrera, nos invita a reflexionar sobre cualidades y valores que sobrepujan la energía y la velocidad de sus piernas.

    Sin que nos empecinemos en tratar de evitar que factores comerciales, políticos, económicos, ideológicos o sectarios compitan por bañarse en su éxito, la tarea que tenemos por delante con Marileidy, su ejemplo y la fuerza inspiradora de sus hazañas, es tratar que el brillo de su imagen ilumine un propósito cuya dimensión y pertinencia se pueda colocar como referencia que apueste a valores que nos cohesionen en causas humanas que contribuyan con transformaciones efectivas en todos los órdenes para esta generación que tanto lo necesita.

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    Notas

    1. Moya Pons, Frank, El gran cambio: la transformación social y económica de la República Dominicana, 1963-2013, (2014), Santo Domingo: Banco Popular Dominicano.

    2. Gutierrez, G. (octubre de 2004). Hermanos menores capuchinos. Recuperado el 5 de agosto de 2014, de pobreza y teologia: http://www.capuchinosdelecuador.org/.../198-pobreza-y...

    3. Christian Jayakumar. El Dios de los desposeídos, pobreza, poder y reino de Dios, (2012), Ediciones Puma. Lima.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - El oro que trae Marileidy no es sólo olímpico

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