Las oleadas del Mal exigen una respuesta evangélica
Hay oleada de violencia con riñas y homicidios, accidentes por imprudencia del conductor; y ahora ataques a la niñez, con incluso madres matando sus hijos.
22 DE AGOSTO DE 2024 · 08:00
Uno de los errores que con más frecuencia cometemos los evangélicos es subestimar a Satanás. Este enemigo no solo es poderoso, sino que responde a una estructura de destrucción y maldad en la que ese poder se manifiesta de manera sistemática y constante. Ese poder tiene mucho de coyuntural y el enemigo lo usa con notable sentido de oportunidad.
Satanás opera en el sistema, en la cultura, en las coyunturas sociales y políticas. Satanás opera en la descomposición emocional, en el vacío mental y espiritual de las personas, de todas, no importa si son religiosas o no.
Por lo que puedo leer en los periódicos de mi país, la República Dominicana, Satanás está aprovechando estas coyunturas, opera por oleadas. Hay oleadas de violencia por riñas, oleadas de homicidios, oleadas de accidentes provocados por imprudencias de los conductores, y como las que tenemos ahora, hay oleadas muy específicas de ataques a la niñez. En esta ocasión tenemos una feroz y horrorosa oleada de madres matando sus hijos.
Como manejador de la parte de un sistema, una de las especialidades de Satanás es distraer, es provocar que quienes deben estar vigilantes para que el sistema social y humano funcione bien, se entretengan en diferentes afanes y pierdan el sentido de pertinencia; incluso, hacer que los cristianos pierdan su intensidad en la oración y que orienten sus plegarias hacia banalidades o apetitos egoístas que no sintonizan con el propósito de Dios.
Oramos sin información, sin sentido claro de lo que estamos pidiendo. Con frecuencia Dios contesta nuestras oraciones y en vez de dar gracias continuamos orando por lo mismo como si Dios no hubiese obrado a nuestro favor. Ya no se trata de oración, se trata de un cliché, de un ritual religioso y repetitivo que no queremos soltar.
Ante esta ola aterradora de ataques a la niñez de parte de sus propios progenitores, ante esta despiadada y escandalosa masacre de niños y niñas, tenemos que orar más y preocuparnos como pueblo de Dios, pero también conocer más como la salud mental está afectando a las madres. Debemos conocer un poco más acerca del desgaste emocional que se está generando en el ambiente doméstico.
El objetivo del poder del diablo es negar y destruir la vida que ha sido diseñada y es mantenida por Dios con nuestra colaboración. A Satanás y su despliegue maléfico hay que combatirlo, no desde una perspectiva humana, ni siquiera desde una perspectiva religiosa; a Satanás hay que enfrentarlo desde la perspectiva de Dios; es decir, desde la oración, desde la comunión y la adoración a Dios que es donde se comienza a discernir y se puede enfrentar con resultados favorables su modo de operación.
Siempre he sido partidario de que tengamos una asociación de psicólogos y siquiatras cristianos, de experimentados consejeros y terapeutas, de hombres y mujeres diestros y con el necesario discernimiento espiritual para trabajar de manera preventiva el tema de la violencia y otros temas donde la fuerza del mal tiene mayor impacto. Todo esto con la oración como una fuerza transversal imprescindible.
Los evangélicos tenemos una gran vocación para reunirnos, ningún grupo tiene más capacidad y tendencia a reunirse que los evangélicos, pero ¿cuál es la pertinencia de nuestras reuniones, para qué y con qué sentido nos reunimos con tanta frecuencia?
Usualmente nos reunimos para defender y proteger nuestros propios intereses, hemos perdido nuestro sentido de misión como auténticos defensores de la vida. Creo que es hora de orientar y cambiar la estrategia espiritual, social, política y humana con que como iglesia estamos cumpliendo la misión que el Señor nos ha encomendado.
Lo que está sucediendo en la sociedad dominicana es alarmante, pero más alarmante es la indiferencia con la que como iglesia estamos viendo las cosas pasar.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Las oleadas del Mal exigen una respuesta evangélica