Defender la vida con la ‘armadura’ de David
Queremos participar en política, pero usamos la armadura de Saúl, la honda de David la encontramos rudimentaria y hasta ridícula.
05 DE ABRIL DE 2024 · 08:00

Una muestra clara y palpable de que mucho de la cultura evangélica actual está influida en gran medida por corrientes políticas dominantes ajenas a lo que deben ser sus prácticas y creencias teológicas vitales es la limitada compresión que tenemos del significado de la vida. El mundo de hoy está dominado por las ideologías, por corrientes y fuerzas culturales que cuando no deforman y contradicen el verdadero sentido de la vida en su esencia significado, lo reducen, lo degradan y lo configuran a la medida de sus intereses.
Los evangélicos, en medio de embestida cultural que amenaza avasallarnos, no hemos discernido desde nuestra teología qué es la vida en toda su dimensión y, como don de Dios, cuál es su significado supremo. Nos han impuesto un criterio de la vida condicionado por la sociedad de consumo, por los estándares del mercado, por el hedonismo, por una concepción condicionada y manipulada por los intereses políticos. Como evangélico no estamos entendiendo la dimensión bíblica y teológica de la vida, no estamos ejerciendo una vocación profética y pedagógica que explique y afirme la vida desde la propuesta suprema de Dios.
Los dominicanos tenemos una Constitución que establece que la vida humana debe ser conservada y valorada desde la concepción hasta la muerte. Es decir, la vida tiene que ser valorada y defendida por igual en cualquiera de sus etapas y condiciones. Entre los recursos que Dios nos ha dado para conservar y proteger la vida está el conocimiento y la atención a la salud. Para ese cuidado se ha desarrollado el conocimiento de la medicina y se ha creado todo un sistema que incluye personal capacitado de diversos niveles, hospitales, clínicas, medicamentos, normas preventivas y múltiples formas de atención, todo para cuidar la salud con el propósito de mejorar la vida en dignidad y plenitud.
No hay dudas que la vida ha pasado a ser hoy de manera más estruendosa y profunda, y con todas sus implicaciones, el tema de debate político y cultural de mayor relevancia y extensión. Sin embargo, el punto de vista jurídico y político es el que ha prevalecido en relación al significado de la vida, y todo se ha reducido al inicio de la vida a partir de la concepción (al aborto). En la medida en que un ser humano después de concebido crece y se desarrolla como persona, en esa medida el debate se decanta por otros enfoques más individualizados, politizados y reducidos que terminan ideológicamente degradando y sustrayendo el valor esencial y la dignidad la vida. Desde el punto de vista político, la vida de la persona se reduce a un voto, y la tarea de los partidos se limita a utilizar todos los medios para instrumentalizarla para sus fines especificos que es alcanzar el poder.
Los evangelios necesitamos una teología que afirme y valore la vida como un don Dios en toda su dignidad y dimensión singular y sagrada, para evitar que nuestro criterio en este sentido se vea limitado o reducido a la medida de los intereses políticos prevalecientes. Por la gran complejidad social en la que se plantea el tema, se trata de una tarea grande, difícil, pero posible y necesaria. Si no planteamos una clara y firme teología de la vida conforme a lo expresado en la Biblia y siguiendo el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, entonces las ideologías y prácticas de los políticos seguirá arrastrando nuestras creencias a sus intereses partidarios y a sus apetencias de poder y dominio, lo que de por si es ya una agresión a la vida y a su propia dignidad.
El espectro social y humano de nuestra teología necesita ser ampliado, requiere de un sentido de pertinencia que facilite una aplicación que exalte las verdades fundamentales que abarcan la vida más allá del aborto y de las absurdas y aberrantes ideologías de las preferencias sexuales que nos quieren imponer. Si solo nos concentramos en estos limitados criterios de la vida, estamos aceptando sin mayor rubor e indignación otros agravios a la dignidad de la vida humana que no podemos pasar por alto.
Hemos asumido y nos han condicionado a un reduccionismo de barniz ético evangélico: si un candidato político dice que está contra el aborto y el matrimonio homosexual, ya tiene ganada parte no solo de nuestra simpatía, en mucho caso esta afirmación puede llegar a comprometer nuestro activismo a su favor. Si alguien, preferiblemente un político, dice que está contra el aborto y el matrimonio homosexual, los demás pecados, inmoralidades y aberraciones que pueda cometer y promover le salen por descuento. Se trata de casi un slogan de campaña, de un cliché para ser repetido, porque religiosos sin mayor discernimiento se apegan al mismo, incluso, lo replican con devota profusión.
No estoy diciendo que estos aspectos no son factores para evaluar la conveniencia e idoneidad de un candidato, lo que estoy diciendo es que no pueden ser los únicos. Lo que estoy diciendo es que la moral y la ética no pueden ser reducidas a dos aspectos de manera única y definitiva.
Los evangélicos tenemos que revisar el reduccionismo teológico-cultural que nos ha convertido en una ficha más del tablero político-electoral de hombres impíos a quienes exaltamos y reconocemos como si realmente fueran héroes de la moralidad y la ética. Un ligero repaso bíblico, sin necesidad de profundizar mucho, nos dice que no es así. La teología evangélica, la verdadera teología que nos han enseñado, con su nivel de moralidad y las exigencias y criterios éticos de nuestro Señor Jesucristo se ha ido perdiendo en el proceso cultural de masificación y politización en el que estamos envueltos.
Nosotros los evangélicos queremos participar en la política, pero lo estamos haciendo con la armadura de Saúl, que aparentemente nos ajusta muy bien. La honda y la piedra de David, la encontramos muy rudimentaria, a veces hasta ridícula, pero olvidamos que en esos rudimentos básicos es que está el verdadero poder para vencer y terminar con este gigante cultural y pecaminoso que está arrastrando al mundo a su ruina.
Tenemos que revisar urgentemente las armas de nuestra milicia.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Defender la vida con la ‘armadura’ de David