El carnaval que se convirtió en un infierno
La tragedia danzó en medio de las llamas de un incendiario y voraz carnaval en la ciudad de Salcedo (R. Dominicana).
26 DE MARZO DE 2024 · 08:00

El pasado domingo 10 de marzo, el manejo inapropiado de artefactos pirotécnicos con el que se buscaba darle una mayor vistosidad y estruendo a los festejos del carnaval de la ciudad de Salcedo en República Dominicana, dejó como resultado 19 personas, entre ellas 11 niños, gravemente afectadas por el devorador alcance de una onda flamígera que terminó convirtiendo todo en un hecho tan desconcertante como desafortunado. El tema de la muerte fue el concepto que para esta ocasión eligieron “Los Toros”, el grupo de macaraos en cuya cueva se produjeron las fatales detonaciones que dieron inicio al incendio.
Las terribles y agresivas llamas, en segundos, trocaron las sonrisas de estos niños en gritos desesperados, en dolorosos quejidos que ensombrecieron la comunidad de Salcedo y llenaron el país de expectación y luto. Lamentablemente, de los 12 que fueron ingresados en estado de gravedad, a la fecha, siete ya han fallecido, incluyendo un adulto. Junto al dolor que sienten padres, madres, familiares, amigos y, más allá, todos les hemos dado seguimiento a la condición de los afectados y nos hemos unidos en un pesar que se extiende a toda una nación.
El hecho de que esta lamentable tragedia haya tenido lugar en medio de un carnaval la hace proclive con mayor énfasis a la especulación filosófica, histórica y religiosa cuando los irreductibles “por qués” intentan acorralar la razón y la lógica impulsándonos a navegar por los inciertos mares de la duda y la impotencia. Precipitamos culpas y sentencias y aventuramos peregrinas condenas y proscripciones que hacen patente el peso de inaprensibles juicios con los que queremos lapidar a los otros.
¿Qué son los carnavales y cuándo se celebran?
El origen del carnaval se ubica en fiestas que se realizaban en honor al dios Baco, el dios romano del caos, la fiesta y el vino; así como otras celebraciones de la época imperial. Su característica común es la de ser un período de permisividad y descontrol. El carnaval combina algunos elementos como disfraces, desfiles, y fiestas en la calle. Su celebración presenta una característica común que es la de ser un período de permisividad y descontrol.
Con la expansión del cristianismo, en la Edad Media, la fiesta tomó el nombre de carnaval, que viene del latin carnem levare, lo que se traduce en “quitar la carne”, porque esta fecha se celebraba días antes al miércoles de ceniza, a partir del comienzo de la cuaresma hasta el domingo de resurrección: un periodo de abstinencia y ayuno que aludía a los 40 días de que de acuerdo con una tradición católica Jesús pasó perdido en el desierto.
Tiene elementos supervivientes de antiguas fiestas y culturas, como la fiesta de invierno, las celebraciones dionisíacas griegas y las bacanales romanas. Sus inicios están asociados principalmente con el catolicismo romano. Aunque la iglesia católica no asume el carnaval como propio, no puede evitar en su origen la marca de sus yerros doctrinales, culturales y políticos. Sin dudas, es una fiesta estrechamente ligada a prácticas idolátricas y paganas.
Antes de la cuaresma se celebraban fiestas desenfrenadas, borracheras, orgias, comportamientos no típicamente aceptados en la sociedad medieval como la homosexualidad y la prostitución; la gente se sentía con el permiso “religioso” de hacer todo lo que les daba la gana, pues el propósito del carnaval era enfrentarse al periodo de penitencia habiéndose satisfecho los deseos del cuerpo y así quitárselos de la mente para dedicarse al espíritu. Una inconcebible contradicción. Dice la tradición que, para mantener el anonimato y no ser reconocidos entre la juerga y el bullicio, la gente cubría su rostro con máscaras y se vestía con disfraces.
Con el tiempo, los carnavales han venido a ser celebraciones dedicadas a las fiestas patrias, a la identidad de la nación, a las extravagancias de los poderosos y a la desmemoria alienante de los menos afortunados. Es herramienta de alegrías falsas y ajenas al verdadero bienestar humano y a la vida en su más pleno sentido. En muchos pueblos como en la Republica Dominicana los carnavales no están asociados de forma tan directa a festividades religiosas. Sus vínculos en nuestro país están más relacionados a las dos celebraciones históricas y patrióticas más importante: La Independencia, del 27 de febrero de 1844, y la Restauración el 16 agosto de 1863.
El rey Momo
El Rey Momo en el carnaval de europeo era un personaje central, porque tenía el papel de alejar la tristeza. Su origen antiquísimo se remonta a la mitología griega. Sus atributos mezclaban el sarcasmo, la ironía, la crítica y la burla mordaz. Se trata de un personaje emblemático y alegre que es elegido para cada año presidir los carnavales de las distintas ciudades que celebran esta tradición. Suele ser una figura de porte majestuoso designada oficialmente para recibir las llaves de la ciudad de manos del alcalde, lo que marca el inicio formal de los festejos.
Momo viene del latín Momus, que significa “dios de la burla”. De notable buen humor, era en la mitología antigua símbolo de lucidez, pero también de locura y éxtasis. Sus seguidores lo convirtieron en el presunto protector de los que se entregaban a los vicios y excesos del carnaval.
¿Gritarle a las tinieblas o encender una luz?
Nosotros, los cristianos evangélicos no participamos ni celebramos el carnaval. Lo vemos como algo grotesco y lo consideramos incompatible con nuestras creencias, pero eso no les quita a otros el derecho de participar y celebrar lo que entienden no va en contra de sus nociones religiosas vagas y ajenas a lo que establen como principios y fundamentos las Escrituras.
No estoy de acuerdo con el carnaval, como no estoy de acuerdo con las borracheras, las orgías, la desenfrenada seducción publicitaria de los medios y otras manifestaciones contrarias a la afirmación de la vida humana y su dignidad, pero creo que la mejor forma de oponerse a eso es aprovechar este clima de pluralidad y tolerancia –y con amor– y en el poder del Espíritu Santo proclamar a Jesucristo siempre como el verdadero rey del Universo y de la vida para nosotros promover con autoridad y fervor su Reino.
Lo mejor que como evangélicos podemos hacer es celebrar nuestras fiestas con un sentido histórico y social que nos identifique como seguidores y discípulos de Cristo. Es darle a nuestros festejos y cultos la más autentica significación y sentido cristianos e influir para transformar tradiciones y culturas inculcando valores que afirmen los propósitos liberadores de Dios con su intervención en la historia a través de Jesucristo. Es llevar a cabo celebraciones que nos permitan vivir a la mayor plenitud posible los propósitos de Dios para nosotros. Propósitos que nos liberan de todas las ataduras y prácticas que no se conformen a lo que Él nos ha revelado para nuestro bien.
Negar el carnaval como una tradición arraigada en nuestra cultura nos desafía a predicar a Jesucristo siempre. Derrotemos el carnaval, no con actitudes intolerantes, sino con la proclamación de Jesucristo como Rey y Señor.
Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente
Cuando suceden tragedias que causan tanta conmoción como esta del carnaval de Salcedo, no soy dado a detenerme en especulaciones casuísticas relacionadas directamente con los sucesos. Particularmente me callo y oro. No me pongo hacer juicios porque esto no les aprovecha a mis limitadas capacidades humanas.
Nuestro Señor Jesucristo vivió en medio de una realidad humana donde el asombro, el desconcierto y la especulación que se da en todas las sociedades se hace manifiesto cuando una tragedia estremece el alma y el sentimiento colectivo. Quienes les adversaban trataron de arrastrarlo para que opinara dentro del ámbito de la especulación que busca explicaciones más allá de los razonable a ciertos fenómenos que nos abruman y desconciertan como este lamentable caso de Salcedo, o el del fuego que días después provocó un número de víctimas aún no determinado en la cárcel de la Victoria.
Lucas 13:1-5 no puede ser más claro y revelador
En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
Cualquiera de nosotros hubiera comenzado a repartir culpas y a especular con las más diversas y bien arregladas teorías. El Señor Jesús apuntó al centro del asunto: todos tenemos que arrepentirnos. Todos tenemos que asumir nuestras culpas y rendir ante Dios nuestras cuentas particulares.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - El carnaval que se convirtió en un infierno