La Iglesia y la ‘cultura del vacío’

La cultura posmoderna no ha aportado mayor seguridad frente a las preguntas más relevantes que tiene todo ser humano.

    18 DE FEBRERO DE 2024 · 08:00

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    Viktor Talashuk, Unsplash

    La historia es el esfuerzo por explicar y entender los hechos sociales. Su importancia radica en que nos permite entender la realidad. La iglesia como realidad social que discurre en el tiempo puede ser entendida y conceptualizada no solo desde el punto de vista teológico sino también desde el punto de vista histórico.

    No podemos obviar el hecho de que la iglesia, en su contexto histórico y de cara a los grandes cambios que vive la humanidad, impactada por los nuevos movimientos que se generan en torno a posmodernidad y a la globalización, debe ser vista en relación y en perspectiva del Reino de Dios. La iglesia y el Reino de Dios son realidades que no solo deben ser entendidas teológicamente, sino también históricamente.

    La misión de la iglesia debe estar en sintonía con la realidad histórica que nos ha tocado vivir, por eso es fundamental el diálogo y el intercambio activo entre iglesia y sociedad. Es a través de este diálogo que la iglesia se abre a entender los cambios paradigmáticos que se están operando en el mundo hoy.

    Esta recuperación teológica del Reino de Dios, del señorío de Cristo y del sacerdocio universal de todos los creyentes, permite hacer contrapeso a la corriente que está exponiendo a muchas iglesias a los efectos de la globalización y la posmodernidad, sin ni siquiera reaccionar con una actitud crítica y reflexiva.

    Cuando nos enfrentamos al dilema tradición y cambio, el problema principal está en que hemos recibido una enseñanza teológica que se reduce al énfasis de determinados comportamientos dejando de lado toda una significación más amplia de lo que es la vida y llevando la práctica del evangelio al plano de lo estrictamente religioso, sin mayor vínculo con lo que es la cultura, la historia y la realidad de un mundo en proceso de cambios permanentes.

    Antonio Cruz señala que cuando la evangelización se reduce a la enseñanza de una serie de normas morales de conducta, abandona todo su significado. La cultura evangélica ha desarrollado con el paso de los años unos patrones de conducta: unos hábitos particulares e incluso unas listas de tabúes o prohibiciones. Es relativamente fácil que muchos de estos comportamientos puedan llegar a confundirse con el propio evangelio. Su propuesta inmediata debe ser liberarse de estas limitaciones y avanzar hacia un enfoque teológico que destaque aspectos más relevantes y contextuales.

    El ambiente de tolerancia y apertura que estamos viviendo facilita la socialización de nuevas prácticas y conocimientos. Es decir, la globalización y la posmodernidad no son solamente una amenaza para la iglesia; pueden ser también una gran oportunidad si son abordadas con espíritu crítico en el marco de una reflexión bíblica contextualizada.

    El hombre de hoy no tiene sus necesidades satisfechas. Su desilusión con los grandes proyectos y revoluciones le genera el vacío existencial que lo lleva al escape a través de la búsqueda de placeres y adiciones dañinas como las drogas y otros vicios.

    La cultura posmoderna con su desconocimiento de los valores éticos, con su apertura al placer y al gozo sin límites, no le ha aportado a las personas mayores niveles de seguridad frente a las preguntas más relevantes y trascendentes que tiene que hacerse todo ser humano.

    La posmodernidad, también nos ha traído una terminología pesimista y reveladora de angustias existenciales profundas. Se habla hoy de la “era del vacío”, de la “sociedad del instante” del “capitalismo salvaje”, del “individualismo deshumanizante” y de otras expresiones que manifiestan el estado de desesperación en que vive el hombre de hoy.

    Por esa razón se explica que esta época de grandes logros tecnológicos, de valores éticos tan relajados y débiles, de tantos placeres y fastuosidad, sea también una época de búsqueda religiosa y de marcada espiritualidad. Porque la vida light es banalidad, fugacidad, escape, inseguridad y miedo.

    Esta es una gran oportunidad de la iglesia. No hay condiciones ni espacio para discutir asuntos doctrinales. Los grandes debates sobre asuntos espiritualistas que no podemos resolver entre nosotros y sobre los que nunca todos nos hemos puesto de acuerdo, son cosas del pasado. Al hombre posmoderno no le interesan estas discusiones, a nosotros tampoco deberían interesarnos.

    El problema actual es de carácter ético, no de carácter teórico o doctrinal. Para el hombre que quedó tendido en el camino que va de Jerusalén a Jericó, no era importante el conocimiento de la ley judía que tenía el sacerdote que pasó, lo vio y siguió su ruta. Él lo que necesitaba era ayuda, apoyo.

    El samaritano, no sabía mucho de religión, pero su gesto solidario fue suficiente para que el moribundo comenzara a entender la obra de Dios y la forma como opera su diestra liberadora.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - La Iglesia y la ‘cultura del vacío’

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