El mudo habló y los que hablaban se equivocaron
Los milagros y el anuncio del Reino de Dios.
19 DE ENERO DE 2025 · 08:00
Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y aconteció que salido el demonio, el mudo habló; y la gente se maravilló. Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios. Otros, para tentarle, le pedían señal del cielo. Mas él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae (Luc 11: 14-18).
El evangelista Lucas nos presenta al Señor Jesús liberando a una persona atada por un demonio de mudez. El escenario está compuesto de tres tipos de personas: Los que se maravillaron, los que pidieron señales, y los que descalificaron el milagro atribuyéndoselo al poder Satanás.
En medio de este variado circulo social y religioso en el que el Jesús está desarrollando su ministerio, lo importante es que el mudo habló.
1- Los que se maravillaron: En la narración se destaca un primer grupo que se maravilló. Se trata de una actitud que puede dar apertura a posibilidades diversas. La gente se asombró. Desde el deslumbramiento, desde el asombro y la sorpresa se puede avanzar a una actitud abierta a múltiples posibilidades.
Desde este estado de anonadamiento se puede caminar hacia el surgimiento de una convicción, de una certeza capaz de iniciar un cambio, una transformación. Desde aquí puede comenzar una búsqueda, un análisis de conciencia, algunas preguntas que, en la medida que son respondidas, pueden acercar al espectador al motivo que despertó su admiración. Este es el tipo de impacto que a veces nosotros queremos ver en muchas de nuestras campañas evangelísticas y en nuestros cultos en los que tratamos de atraer a la gente.
2- Los que piden señales: Quien pide señal tiene una actitud más autónoma, más liberal, suelta e independiente. Lo anima la curiosidad y lo motivan las novedades, las cuales asume de manera disipada sin darle mucha importancia a nada. Tiende a mostrar un dejo de menosprecio. Puede decir, “esto no me interesa, pero lo que hace este tipo me parece ameno, qué tal si les pedimos una demostración más variada divertida”.
Suponen que se dirigen a un líder y predicador religioso proclive a ser provocado en su ego, capaz de pensar que el momento es oportuno para montar un show, que a tono con la algarabía de la multitud se puede entusiasmar y mostrarse complaciente con un público que deslumbrado lo sigue y aúpa.
3- Los que cuestionan y descalifican el milagro: Estos decían “Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios”. Llama la atención que Jesús centra su atención en este grupo y le responde. Se trata de los religiosos y personajes socialmente prestantes, quienes cuestionan y pretenden descalificar las evidencias que están ante su vista y responden desde sus prejuicios tendenciosos con ese escepticismo resentido que genera incredulidad y confusión.
Pasamos de lo visible y palpable a lo invisible y arcano. Pasamos del fenómeno social y religioso que puede ser enmarcado en un análisis sucinto y simplificado al abordaje de un dilema más profundo, teológico y filosófico. Pasamos a la casuística de un evento que está más allá de lo que se ve a simple vista.
Sin embargo, es notable que ninguna de estas tres posturas conectaba satisfactoriamente con el propósito del milagro, que era en esencia destacar en medio del pueblo la presencia del Reino de Dios en la singular persona de Jesús.
Antes que el asombro o el menosprecio, la incredulidad, la descalificación o el escepticismo, lo importante era que “el mundo habló”. Lo relevante era la evidencia de una realidad nueva que ha irrumpido en la historia: el Reino de Dios en la persona de Jesús estaba desplegando su dominio y su autoridad con palabras, señales, hechos y prodigios.
El Reino de Dios, ¿qué es?
El Reino de Dios es básicamente el gobierno, el dominio y la autoridad de real de Dios que entró en el mundo en la persona de Jesucristo con el propósito de derrotar las fuerzas del mal encabezas por Satanás y sus agentes. Comprende el concepto de que Dios entra en el mundo para hacer valer su gloria, su poder y sus derechos contra el dominio de Satanás y de las siniestras tinieblas que ensombrecen este mundo.
El Reino de Dios es más que la salvación o la iglesia. Es Dios en Jesucristo que expresa su poder en todas sus obras y en todas las esferas del mundo visible e invisible. El Reino de Dios se inicia con la presencia de Cristo o la encarnación. Su obra, su muerte en la cruz y su resurrección son eventos que inauguran el Reino. Un Reino que está en conflicto con el reino de Satanás dentro de una realidad que se verifica ahora en este mundo, y cuya acción definitiva y concluyente será en el futuro con la victoria del Señor contra las fuerzas del mal.
El Reino de Dios constituye el centro de la predicación de Jesús. Solo en la medida que se producen hechos concretos de liberación: ciegos que recuperan la vista, paralíticos que vuelven a caminar, leprosos que son curados, endemoniados que son liberados, hambrientos que son alimentados podemos testificar que el Reino de Dios está en medio nuestro.
Los milagros
Los milagros son signos de que el Reino de Dios está cerca. No son el Reino en su totalidad, ni presentan una solución global y definitiva a todos los males; sin embargo, son señales que anticipan que real y efectivamente el Reino de las tinieblas está siendo derrotado, son anuncios de que está próxima la victoria definitiva de Jesucristo sobre las fuerzas del pecado, de Satanás y de la muerte.
El propósito del milagro es revelar con señales y hechos la presencia y realidad del Reino, encarnado en Jesucristo en medio de su pueblo. Su propósito está más allá de la algarabía y los aplausos de las multitudes, de la curiosidad de los escépticos y de la descalificación de analistas y científicos incrédulos.
Los milagros no constituían actividades aisladas o secundarias que se realizaban independientemente o al margen de la presentación del mensaje profético y transformador del Señor. Eran parte integral de su ministerio. Constituían acciones prodigiosas que se relacionaban con los discursos y las actividades del Señor, indicando que el Reino de Dios o de los cielos irrumpía con fuerza en medio de la sociedad y la historia.
Fue en función de su tarea docente y profética que Jesús incorporó los milagros como parte de su programa ministerial y espiritual. El milagro es una manera de poner de manifiesto la especial voluntad divina en medio de alguna situación de crisis histórica, personal o comunitaria. Lo milagroso es el encuentro de lo divino y lo humano que propicia la sanidad, liberación y resurrección de alguna persona. Y esos actos milagrosos son también mensajes, enseñanzas y signos de las virtudes divinas que llegan para satisfacer las necesidades humanas.
Esos milagros de sanidades se explican desde la perspectiva de las intervenciones sobrenaturales de Dios en medio de la historia humana, a través del ministerio profético y pedagógico de Jesús. Los milagros respondían de forma elocuente a las necesidades más hondas e íntimas de las personas y las comunidades. Formaban parte de la labor profética, docente y transformadora de Jesús en la Palestina antigua. Los milagros son esencialmente signos y mensajes divinos en medio de las realidades humanas.
No importa cuál sea la postura de la gente que escucha la palabra que predicamos, tenemos que asegurarnos que la verdad de Jesucristo está siendo proclamada con poder y autoridad en medio nuestro.
Lo importante es que estemos dando evidencias de que el Reino de Dios está en medio nuestro, porque estamos dando muestras concretas que ante el pecado y los males que azotan este mundo están sucediendo cosas que indican que Reino de Dios está entre nosotros. Estamos haciendo que en el poder del Espíritu la noticia de impacto sea que “el mudo habló”.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - El mudo habló y los que hablaban se equivocaron