Saber descansar es también dignificar el trabajo

El descanso es la pausa que ayuda a comprender que el trabajo es un medio, no un fin. Trabajamos para vivir, no vivimos para trabajar.

30 DE ABRIL DE 2024 · 08:00

Penny, Pixabay,mujer paisaje, mujer descanso
Penny, Pixabay

La primera acción de Dios que se muestra en la Biblia es el trabajo. Dios en el primer capítulo de Génesis aparece creando, esto es trabajando. La imagen y la semejanza de Dios en el hombre se refleja en su capacidad creativa, en su aplicación al trabajo y en su racionalidad y conciencia moral. Sin embargo, hay destacar que Dios no solo trabajó sino que también tomó su descanso. La Biblia dice que “acabó Dios al día séptimo la obra que hizo, y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo”. (Génesis 2:2)

Hoy día el tiempo disponible para el descanso en su sentido pleno y renovador es un privilegio de pocos, y muy pocos de quienes tienen este privilegio saben descansar. Por otra parte, hay carencia de espacios y condiciones. Tenemos ciudades hacinadas y empobrecidas donde se confunde el descanso con la inacción, con la agonía mortal de quien no tiene opciones para su propia realización personal. La cultura de nuestra sociedad no está orientada al descanso creativo y reparador. Puede que esté orientada a niveles de desenfreno y placer, pero no al descanso contemplativo, al descanso renovador y pleno que tiende a que recuperemos nuestra vitalidad física y mental.

Nuestra sociedad no promueve espacios ni las condiciones de vida adecuadas para la realización de actividades recreativas sanas. Toda actividad recreativa tiene un tinte comercial e interesado. No tenemos programas recreativos sanos para todas las edades. En definitiva, no promovemos una cultura de recreación y descanso que nos ayude a recuperar el valor de lo que somos.

Esto ha dado como resultado que las vacaciones laborales las utilizamos para hacer otros trabajos, para hacer diligencias o para someternos a chequeos médicos, para a resolver problemas familiares o hacer algún penoso trámite burocrático.

Regularmente regresamos más agotados de nuestras vacaciones. Todos estamos metidos en una irrefrenable competencia en una sociedad exigente que nos presiona y cuantifica nuestro aporte en término de producción febril y compulsiva. Trabajar se ha convertido en un vicio. Nos han programado solo para trabajar y estamos siempre empeñado en “aprovechar el tiempo”.

Hoy son cada día más abundantes los individuos que solo saben trabajar y estudiar. Trabajan y estudian de forma permanente. No tienen tiempo para otra cosa que no sea trabajar o estudiar. Si rompen su rutina y se toman algún tiempo libre, se sienten culpables y llegan a sus labores con la tensión de recuperar el “tiempo perdido”.

Su justificación es su estatus económico, su posición ejecutiva y sus elevados ingresos. Llegan de sus vacaciones laborales con uno o más diplomas de los cursos intensivos que han hecho, pero nunca se van a graduar de uno de los módulos más importantes que tiene el trabajo: “saber descansar”. Esta es la parte visible en una sociedad que valora más el parecer que el ser, una sociedad que nos ha confundido y nos ha hecho creer que ver televisión o conectarse a Internet es descansar plenamente.

El descanso tiene tanto valor como el trabajo. El descanso es la pausa que nos ayuda a comprender cabalmente que el trabajo es un medio, no un fin. Trabajamos para vivir, no vivimos para trabajar. El trabajo sin descanso resulta deshumanizante, pierde sentido y degrada a quien lo hace. El ocio sin referencia al trabajo es corruptor y vicioso. Dios quiere el equilibrio, la sobriedad, la armonía que salva los extremos.

Saber descansar es una aventura creativa que nos enriquece. Es explorarnos espiritualmente a través de la meditación. Es descubrir nosotros mismos que somos algo más que una pieza dentro de un sistema de producción. El salmista David dijo en una ocasión refiriéndose a Dios: “Cuando veo los cielos, obra de tus manos y la luna y las estrellas que tu formaste, digo, ¿Qué es el hombre para que tenga de él memoria y el hijo del hombre para lo visites? (Salmo 8: 3/4).

Solo tendido en la soledad de una pradera a luz de luna y a la caricia de una suave brisa, pudo el salmista poner estos versos. David fue un hombre trabajador y combativo, pero supo sacar tiempo para el solaz y la contemplación. Esa espiritualidad profunda que se percibe en sus versos, es el resultado de su vida pastoril y campestre. En contacto con la naturaleza, recuperamos nuestras fuerzas físicas y espirituales y nos sentimos impulsados a captar los mensajes profundos que encierra la creación.

El descanso no es una simple evasión que empobrece y deshumaniza, sino una oportunidad para recuperarnos espiritual y físicamente. En los momentos de descanso y, en particular, durante las vacaciones, estamos invitados a tomar conciencia del hecho de que el trabajo es un medio no un fin de la vida. En el descanso tenemos la oportunidad de descubrir la belleza del silencio como espacio en el que nos reencontramos con nosotros mismos y reconocemos que somos criaturas de un Dios que nos dejó ejemplo del descanso y que quiere que aprendamos a descansar.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Saber descansar es también dignificar el trabajo