Leche espiritual y lactancia materna
Ahí estaba yo en el templo, como niño que intenta aprender a leer, repasando las letras que transmitían el mensaje: “Área de lactancia”.
02 DE OCTUBRE DE 2022 · 08:00

No sé cómo surgió la idea. No es tema habitual en los equipos de dirección de las congregaciones nuestras. Tampoco le he preguntado nada al pastor de la Iglesia Tabernáculo de Adoración, Santiago Ponciano.
Lo que me impresionó profundamente fue leer un luminoso mensaje colocado estratégicamente en uno de los esquineros del moderno templo que alberga esta iglesia que dice: “Área de lactancia”.
La señalética en sí misma no me sorprendió, la había visto sin gran despliegue y luminosidad en algunas oficinas públicas y en instituciones privadas. Mero ornamento para cumplir requisitos laborales.
Lo sorprendente para mi fue ver estas inusuales grafías con un símbolo de ternura maternal en un templo evangélico donde el sentido del espacio está íntimamente relacionado a lo espiritual y sacro.
No niego que me sobrecogió una sensación de perplejidad y asombro, estado que posteriormente fue cediendo ante algunos pensamientos más razonables y reflexivos que fueron llegando a mi mente.
Ahí estaba yo en el templo, como un niño que intenta aprender a leer de memoria, repasando las letras que transmitían el mensaje: “Área de lactancia”.
Aunque hoy día un poco más atenuada, debo admitir que mi noción de los espacios sagrados relacionados a ciertos actos rituales, no dejó de ser removida.
Quienes nos formamos en esa exclusiva sacralidad del templo, quienes crecimos bajo ese rigor que cultiva una espiritualidad inspirada en lo icónico y visual, cuando vemos en el templo algo que no enfatiza nuestra tradicional concepción de lo “solemnemente sagrado”, caemos en esa dicotomía que arrastramos y que veces nos pone en la incómoda disyuntiva que discurre entre lo santo y lo profano.
Así estuve yo, absorto en unos instantes intensos que me hicieron reaccionar en repliegue táctico hacia otros conocimientos y experiencias que me daban más luz y discernimiento ante mi asombro.
No había nadie a la vista en el templo. Solo las luces guía me permitieron desplazarme entre los asientos. De este estado de trance continué avanzando hacia una reconstrucción más reflexiva y razonable. Me fui situando en la instancia de lo teológico.
Esto me facilitó recordar que estaba en un lugar que hace algo más de dos décadas era el centro de diversión más popular y conocido de toda la ciudad de Santo Domingo, “Las Vegas”. Zona de muerte, juergas sangrientas e innumerables tragedias. Zona de francachelas y bebidas. Territorio donde lo que pudo ser leche o alimento para la familia, padres y madres desorbitados lo esfumaron en el consumo de alcohol y usando de manera irresponsable y desenfrenada recursos comprometidos con el desarrollo y bienestar de sus hijos.
En la medida que recuperaba lucidez memoricé que hacía apenas algunas semanas el pastor de la Iglesia Tabernáculo de Adoración, Santiago Ponciano, me relató cómo alguien se había burlado de él, porque dijo, en la fuerza del Espíritu, que estaba orando para conquistar el lugar donde se ubicaba la discoteca de Las Vegas para convertirlo en una iglesia para adorar a Jesucristo y proclamar su Palabra.
Su sueño profético era conquistar ese lugar de muerte y perdición para convertirlo en un lugar de vida y salvación.
Ahí frente al luminoso letrero: “Área de Lactancia”, recordé una actividad oficial a la que asistí. La actividad estaba orientada al cuidado de la salud de los niños. En esa ocasión dijeron que la leche materna es el alimento básico para los niños en sus primeros seis meses porque contiene todos los elementos nutritivos que necesitan para su crecimiento y desarrollo.
Agregaron, además, que las sustancias que tiene la leche de la madre protegen a los niños contra infecciones y alergias y que no es necesario que les den otros alimentos.
Hablaron de las muchas enfermedades de la que protege la leche materna a los niños. Precisaron que la lactancia materna en la primera hora de vida reduce en casi 20% el riesgo de morir en el primer mes. Hace que los niños sean más inteligentes e influye muchísimo en su estabilidad emocional. Incluso, que ayuda a las madres a evitar muchísimas enfermedades, además de que reduce significativamente los gastos médicos tanto a nivel individual como colectivo.
Si de verdad este letrero estaba brillando ante mis ojos, fue entonces cuando comenzó a brillar en mi corazón. Comencé a relacionarlo con todo con lo que yo he llamado una teología de la vida. Repito constantemente que los evangélicos debemos desarrollar una teología de la vida.
Pensé que nuestra noción entre lo sacro y lo profano es más farisaica y legalista que bíblica y teológica. Jesús siempre privilegió la vida frente a nuestros convencionalismos religiosos. En un mundo en decadencia que se hunde en la incertidumbre y la confusión tenemos que afirmar la vida con los valores del evangelio de Cristo.
Si queremos ser escuchado al predicar el evangelio de Jesucristo hoy, tenemos que ser creativos, tenemos que profundizar en los valores esenciales que nos enseñó nuestro Señor Jesucristo, y tenemos que discernir que la verdadera vida a la que nos llamó Cristo, está más allá de nuestra capacidad para dilucidar el dilema nuestro que danza entre lo sacro y lo profano.
Tenemos optar por la afirmación de la vida la vida abundante que Cristo conquistó para nosotros sobre la base del amor.
Lo que necesitamos, como dice mi amigo Harold Segura, es una inmensa ternura que humanice la fe y redima la vida.
Quiera el Señor que en el diseño de la arquitectura que define los diferentes espacios de nuestros templos no falte de ahora en adelante uno que tenga rotulado: “Área de lactancia”.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Leche espiritual y lactancia materna