Nuestra responsabilidad cristiana con la democracia

“Sin libertad de conciencia para todos no hay democracia para nadie”.

28 DE AGOSTO DE 2022 · 08:00

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Clker Free Vector Images, Pixabay

La democracia no es la expresión más natural e inmediata para sostener la convivencia colectiva.  Si es, en su forma más desplegada y esencial, la más necesaria y la que ha probado asegurar, aun no sea en el grado de plenitud deseado, las aspiraciones básicas del ser humano que, dentro de determinado marco social, propicia en mayor o menor medida el orden, la libertad, el respecto y la justicia, entre otros valores, que permiten la cohabitación colectiva humana en un clima de convivencia y paz.

En términos jurídicos más técnico, la democracia es una forma de organización social que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la sociedad.

En sentido estricto, la democracia es una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son adoptadas mediante mecanismos de participación directa que confieren legitimidad a sus representantes.

En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales.

La democracia es una construcción social a contrapelo del egoísmo, de las más voraces pretensiones de poder e imposición que reverberan al interior del alma humana.

La democracia es una cultura que se enseña, se vive y se aprende. No es un hecho dado construido por generación espontánea que vive en la realidad social y está dispuestas para la satisfacción de los sentimientos y caprichos de todos.

La democracia concede derechos, pero impone deberes; otorga libertad, pero fija límites.

Vivir la democracia es una experiencia colectiva del día a día que nos compromete a todos. Es la promoción y aplicación constante de normas y reconocimientos que parten de nosotros, pero que implican a otros.

La democracia es un sistema al admitir los desbordes, los desenfrenos del ser humano, por lo que crea límites, establece leyes, reglamenta formas de vivir. La democracia es una realidad que se vive en la historia. Sus compromisos y su comprensión nos competen a todos. 

Tenemos el derecho y hasta el deber de defender con toda la firmeza y la determinación que está a nuestro alcance las creencias y los valores que creemos y practicamos, pero también desde nuestras propias estrategias de lucha colectiva por eso que creemos y practicamos debemos defender la democracia, que no es un bien que se da silvestre, como a veces suponemos. Es un modo de vivir colectivo en el que todos somos responsables.

Esto va desde los mecanismos de participación que nosotros empleamos para organizarnos en la lucha alrededor del desarrollo de cualquier tema, hasta la estrategia y el lenguaje con el que expresamos nuestras ideas y creencias.

Y a propósito, me llega lo que expresó Jean Francois Revel, hablando de libertad y democracia: “Puede haber mucha prensa sin democracia, y la hay, lo que no puede haber es democracia sin prensa”.

Es parte de nuestra responsabilidad cristiana comprender los mecanismos de la democracia, sus códigos comunicacionales en cada contexto y desarrollar modos de cultivarla y hacerla cada día más viable y efectiva.

Desde el ejercicio de defensa de lo que creemos y defendemos, estamos llamados a fortalecer nuestra responsabilidad ciudadana en la consolidación de la democracia, porque como dice mi amigo Xesús Manuel Suarez: “Sin libertad de conciencia para todos no hay democracia para nadie”.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Nuestra responsabilidad cristiana con la democracia