Yo celebro la Navidad
A ningún hombre la historia le ha reservado un tributo tan arrebatador y espléndido. Ninguna fiesta trastorna tanto las actividades como la Navidad.
13 DE DICIEMBRE DE 2022 · 08:00

No voy a hurgar en exactitudes históricas, no voy hacer elucubraciones y cálculos. El día que la historia escogió para festejar es hoy, y yo, gran beneficiario, en extremo agradecido de que Dios se encarnara, no voy a pasar por alto ese gesto.
Es Navidad y la voy a disfrutar como siempre, en familia, con oraciones de gratitud, con cánticos y villancicos, con alabanza y alegría. Hoy es Noche Buena. Hoy también me hago niño junto a los míos, veo el arbolito centellear y alabo a Dios entonando Noche de Paz.
Aquel que no estimó ser igual a Dios, aquel que un día dejó su trono de majestad y grandeza para hacerse igual que yo, la historia le ha reservado un día… para ser preciso una noche. Me gozo, me explayo eufórico y celebro que solo Jesús tiene un día tan grande y luminoso para el festejo más estruendoso y universal que hombre alguno merezca. Ningún hombre es celebrado así.
Él dijo que era Dios, y por ser Dios, la noche, la noche que no podemos precisar, es la noche que se le celebra y se le exalta de manera especial y con singular beneplácito. Yo, beneficiario de primera línea de esta suprema bendición, me uno a celebrar esa noche, esa noche que alborotó la vida pastoril, que removió las potencias del cielo, que hizo descender a los ángeles, que iluminó rutas y senderos, que ha inspirado tantas obras de artes, tantas canciones y poesías, esa noche… como dice el coro que cantamos en la iglesia, “Si los ángeles cantaron, yo también quiero cantar”, “si los Ángeles adoraron yo también quiero adorar…”. Esta noche, como dice la canción “suenan dulces campanitas dentro de mi corazón…”
A ninguno de los hombres, sean reyes o emperadores, guerreros o conquistadores, la historia le ha reservado un tributo de tan glamuroso y expandido, tan arrebatador y esplendido. Nada, ninguna fiesta trastorna tanto las actividades como la Navidad. Ninguna cena reúne tantas familias ni permite compartir tantas comidas y dar tantos abrazos. Solo en esta Noche Buena, solo en la noche en que una voz del cielo tronó y dijo: Gloria a Dios en la altura y paz y buena voluntad para con los hombres.
No conozco dios pagano, no conozco acontecimiento religioso capaz de despertar tantos sentimientos, tanta exaltación y euforia. Si alguna vez a un dios falsos, sin intervención efectiva y transformadora en la historia humana recibió algún tributo, no se lo merecía.
El hecho más grande de la historia sucedió una noche como esta, así la recordamos, así la recuerdo yo y la celebro.
Si alguien usó algún elemento de la naturaleza, de la naturaleza que creo Dios para festejar a dioses que no hablan, ni oyen, ni ven, y alguien dijo que esos dioses no merecían ser reconocidos y trajo esos elementos en tributo al Dios verdadero, ¿qué puedo hacer yo?, sino utilizar todo lo que es de Dios, todo lo que Dios hizo, todo lo que la historia y la cultura tiene, para decirle esta noche, “Jesús toda la honra, y toda la gloria es tuya por lo que hiciste”.
Esta noche escucho música, leo porciones bíblicas, comparto películas con mi familia que me recuerden la Noche Buena. Y, con frecuencia, leo esa nota clásica de Carlos Spurgeon, que la voy a compartir con ustedes, esta Noche Buena del 2019:
Los ángeles habían presenciado muchos acontecimientos gloriosos y tomado parte en muchos coros de gran solemnidad alabando a su Creador todopoderoso. Asistieron a la creación: «Cuando las estrellas todas del alba alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios» (Job 38:7).
"Gloria en las alturas a Dios y en la tierra paz; buena voluntad para con los hombres" (Luc. 2:14). Vieron formarse la multitud de planetas en la palma de la mano de Jehová y ser lanzados, por esa misma omnipotente mano, al espacio infinito. Habían entonado himnos solemnes sobre numerosos mundos creados por el Todopoderoso. Habían cantado, no lo dudamos, con frecuencia: «La bendición, y la gloria y la sabiduría, y la acción de gracias y la honra y la potencia y la fortaleza, sean a nuestro Dios para siempre jamás» (Apoc. 7:12).
Tampoco dudo que su canto hubiese aumentado en fuerza durante el transcurso de las edades. Así como al ser creados, su primer canto fue un suspiro al ver a Dios crear nuevos mundos, se añadió a este canto nueva armonía; se fueron elevando en la escala de la adoración.
Pero esta vez, al ver a Dios descender de su trono, al Creador hacerse criatura y reposar en el seno de una mujer, elevaron aún más la nota, y llegando al límite de la extensión de la música angélica, entonaron las notas más sublimes de la escala divina de las alabanzas y cantaron: Gloria a Dios en las alturas, porque sintieron que a mayor altura no se puede llegar, ni aun la misma bondad divina. Así, el tributo de su alabanza más sublime se rindió al acto más sublime de la divinidad.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Yo celebro la Navidad