Parábola de los talentos y empresarios cristianos

Empresarios y hombres de negocio deben vivir la iglesia en su misión de forma integral y en perspectiva del Reino de Dios.

    13 DE AGOSTO DE 2022 · 08:00

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    Campaign Creators, Unsplash

    En la medida que la sociedad se hace más compleja, los individuos tienden agruparse de acuerdo a sus especialidades e intereses comunes. Abundan los gremios, las asociaciones y grupos corporativos que se integran más y cada día con mayor frecuencia. Uno de los sectores de mayor dinamismo, diversidad técnica, profesional e influencia es el empresarial.

    Sin embargo, los grupos empresariales no tienen una réplica notoria y pujante al interior de las iglesias evangélicas. El empresario evangélico no estás estimulado a buscar sus pares, no identifica sus características comunes para, desde su perfil corporativo y con algún enfoque de misión y ministerio, impactar la sociedad a partir de su fe y de participación en vida cristiana.

    No son notorias las iniciativas de grupos empresariales cristianos evangélicos que desde la perspectiva de su fe muestren su disposición de unir fuerzas para mejorar aspectos que tienen que ver con su competitividad, influencia política, participación, aprovechamiento de oportunidades, crecimiento corporativo y fortaleza moral de sus acciones; además, de una sana capacidad de influir con valores cristianos en todo el resto de la sociedad.

    El empresario, el hombre y la mujer emprendedora en término de   negocios, debe ocupar un lugar más relevante dentro de las congregaciones, que el que ocupan actualmente.

    Hacer negocio es una capacidad especial, un don que implica una valoración social y humana que está más allá de la simple práctica transaccional, del simple intercambio de bienes y servicios.

    La parábola de los talentos tiende a interpretarse con frecuencia en términos espirituales únicamente. Olvidamos que esta parábola tiene una aplicación más amplia y extendida que la relaciona con la capacidad de multiplicación de bienes, el ahorro, el sentido de planeación, la inversión, las finanzas, la mayordomía y la visión de futuro.

    Para comprender con claridad el rol que los empresarios, los emprendedores y los profesionales pueden jugar en la congregación hay que pensar la iglesia viviendo su misión de forma integral   y en perspectiva del Reino de Dios.

    René Padilla (Buenos Aires, 2003) explica que una iglesia integral es aquella en que prima el compromiso con Jesucristo como Señor de todo y todos, y donde los dones y ministerios se conciben como los medios que el Espíritu de Dios utiliza para capacitar a la iglesia y a todos sus miembros para el cumplimiento de su vocación como colaboradores de Dios en el mundo.

    Esto nos abre a una perspectiva en la que los hombres y las mujeres de negocio tienen un rol mucho más importante del que   tradicionalmente han jugado hasta ahora en las iglesias nuestras.

    La vocación empresarial puede ser vista como un don y no como un simple soporte económico que aporta recursos a la congregación y apoya algunas actividades. En una visión ampliada pueden los empresarios de nuestras iglesias hacer mucho más. Es decir, involucrarse de forma más activa y determinante en lo que propiamente es la misión de la iglesia.

    La iglesia no es un negocio, no es una empresa, pero esto no es excusa para quienes tienen el don de hacer negocio y de generar riquezas se vean limitados en la participación ministerial con sus talentos. Subyace bajo esta limitación la insostenible separación entre lo espiritual y material de que aún hablan algunos.

    Sin embargo, la realidad es que la parte espiritual desprendida en todos los aspectos de la parte material no puede funcionar. El principio de “no solo del pan vivirá el hombre” de nuestro Señor Jesucristo, obviamente implicaba que sin el pan no se puede vivir.

    No solo es posible, sino además necesario, orientar a los hermanos de la iglesia sobre la importancia que tienen los aspectos financieros y administrativos para apoyar el desarrollo de una vida saludable. Sucede con frecuencia que alguien recibe una herencia, una bonificación por retiro o cesantía, o por otra vía legitima y se dirige al pastor de la iglesia a buscar asesoría para invertir su dinero.

    Algunos pastores hoy día asumen solos este tipo consulta, no buscan asistencia en los hombres o mujeres de negocio de sus iglesias y cuando se sabe del fracaso, solo se oye decir entre algunos creyentes con las competencias de lugar: “si ese hermano me hubiera consultado, es probable que le hubiera ido mejor”.

    El hermano no tomó en cuenta que una inversión es un asunto de factibilidad, de información, de estudio de seguridad financiera y legal para la empresa, de visión y tendencias de los negocios.  Él, simplemente realizó su inversión partiendo de un criterio “espiritual”, para no contaminarlo con lo “material”; sin embargo, la falla en la inversión ha tenido repercusión material y también espiritual. Ahora el hermano perdió su inversión y su vida espiritual y familiar está seriamente afectada.

    La iglesia no contempla como un ministerio, dentro de la esfera de la autoridad pastoral, la asesoría y consejería para negocios e inversiones con el apoyo de hombres y mujeres profesionales con vocación y experiencia en este complejo mundo de la producción, el intercambio y el consumo. Prevalece aún mucho de la falsa dicotomía entre las habilidades para manejar los negocios y la vida espiritual de las personas que se involucran en los mismos.

    Tenemos en la Biblia –y hay ya quienes son considerados expertos en el tema– una teología sobre los negocios, sobre el trabajo y el manejo de los recursos materiales, sobre su producción, la conservación de los recursos y la distribución justa de las riquezas.

    Lo que sucede es que el excesivo clericalismo con que se maneja la iglesia no ha dejado espacio para que esta parte se extienda, y nosotros los laicos, envueltos en los negocios y en las actividades profesionales, tampoco hemos sido lo suficiente diligentes para impulsar, sin necesidad de atropellar a ninguna autoridad, estos recursos que el Señor para la edificación de su iglesia nos ha provisto.

    De todas maneras, son los empresarios, los profesionales, los hombres y mujeres emprendedores que en el mejor ánimo de servicio y conscientes de una larga tradición clerical que centraliza y controla muchos de los dones y talentos de la iglesia, deben tomar la iniciativa, con sabiduría, para hacer con sus talentos y recursos un aporte más significativo a  la iglesia. Si lo hacemos con espiritualidad y amor cristiano, esto es posible, sin dolor y traumas lamentables.

    Siempre pienso en la oportunidad de servir, no en la ocasión para manipular y usar el poder que dan los títulos y el dinero para atropellar e imponer criterios. Estábamos hablando de edificar la iglesia, estamos hablando de ampliar y diversificar el aporte que los hombres y las mujeres de negocio pueden hacer a favor de la iglesia, a favor de una misión más integral para glorificar a Dios y ensanchar su Reino.

     

    Notas:

    C. René Padilla y Tetsunao Yamamari. (2003). La iglesia local como agente de transformacion. En C. R. Yamamori, La iglesia local como agente de transformacion, uns eclesiologia para la misión integral. Buenos Aires: Ediciones Kairos.

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