Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron (Hechos 13:2-3).

Devocional:

La iglesia primera gustaba de orar con ayunos en toda circunstancia y por todo motivo. Vemos esta práctica constantemente y también, vemos la respuesta de Dios gloriosamente.

Y precisamente una de las razones principales de sus ayunos, era a favor del ministerio. Sabían a consciencia cuán demandante puede ser el llamado a realizar la obra de Cristo y por ello, tanto para elegir como para enviar, oraban y ayunaban.

Solo Dios hace la obra de Dios; de manera que se necesita su unción en quienes son llamados a tan loable propósito.

Un general también es un tiro al blanco y un trofeo para los enemigos; por ello debe ser protegido de manera especial. Las armas que tenemos para dicha protección son la oración y el ayuno.

Cuando alguno de los ministros cae o es quitado, la ruina es de toda la iglesia; ¿dónde estaban sus intercesores? ¿Faltaron rodillas a su favor? ¿Alguien se abstuvo de alimentos protegiéndole?

En el mundo existen guardias capaces de recibir una bala por su protegido y en el reino de Dios tenemos hombres y mujeres capaces de ayunar por sus ministros.

La historia eclesiástica tiene entre sus filas personalidades como Bernabé y Saulo, este último conocido más como el gran apóstol Pablo. Y fue posible contar con dichos héroes de la fe porque la iglesia mantenía la costumbre de orar y ayunar por ellos.

Se abrieron paso con el evangelio en medio de un mundo inhóspito y contrario porque no estaban solos, la iglesia toda iba con ellos en oración.

Finalmente cada congregación tiene la clase de ministro por el que ora y cada ministro tiene la clase de iglesia por la que sirve. El éxito de ambos es el sacrificio de ambos.

El propósito del ayuno en este día:

Orar por el ministerio y la unción de Dios sobre cada uno de los ministros.

Oramos:

 Padre, tu enviaste a tu Hijo como el primero de los apóstoles y comprendes como nadie la necesidad de respaldar a tus ministros. Guárdalos del mal y concédeles el poder necesario para extender tu reino gloriosamente. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.