Orando según Jesús

¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? (Mat. 26:53).

Lo más difícil no es saber qué decir, sino tener la conciencia de saber qué no decir y el dominio propio para callar.

Las emociones producto de la presión de los problemas nos pueden hacer orar precipitadamente.

Hablar y hablar sobre lo que deseamos que Dios haga sin la inteligencia para saber lo que en realidad está haciendo con dicha circunstancia.

Jesús, el Maestro de la intimidad, nos enseña no solo cómo orar, sino también, la oración que no debemos hacer.

Pero algo importante hablando de orar es mirar el ejemplo de Jesús. Por encima de todas las cosas, aunque Jesús tenía muchos amigos y era conocido por todos, tenía su Persona favorita.

No era uno de sus discípulos, por mucho que amara a Pedro y a Juan.

Tampoco era uno de sus anfitriones y queridos amigos, por bien que se la pasara en casa de Lázaro, Martha y María.

Tampoco era un familiar, quienes por cierto batallaron, unos para creer en Él y otros para apoyarle.

No. La Persona favorita de Jesús era su Padre, a quien tiernamente llamaba Papi (Abba).

¿Quién es tu persona favorita? ¿Con quién te gusta hablar y pasar el tiempo?

Si estás en esa relación, serás “marca registrada”.

Cuando una persona de éxito, producto, organización o servicio llega a dejar una huella en la sociedad de su tiempo, es registrada por la importancia de la misma.

Sin embargo, nada como tener Su marca, el sello de Dios en cada uno de nosotros mediante la fe. Este es un registro diferente, no de la organización, sino personal, el Espíritu Santo con el cual Dios nos ha sellado para el día de la redención. Conoce el Señor a los que son suyos.