Día de vivos en lugar de muertos
¿Por qué rendirle honores a la muerte si ha sido la causa de las mayores desesperanzas de la humanidad?
03 DE OCTUBRE DE 2018 · 10:00

Se acerca una de las celebraciones más populares en México, más específicamente en el centro y sur de este gran país. Las calles se llenan de colores y los mercados de representaciones de la muerte.
Ofrendas florales, canciones, refranes y versos alusivos al llamado día de muertos. Oraciones a los muertos, vicios al por mayor, alimentos en las tumbas, grandes peregrinaciones, rememorar a los que ya se fueron con lágrimas en la vana espera de que una noche al año regresan al mundo de los vivos.
Volver a rascar las heridas del luto y visitar los olvidados cementerios al menos en ese día, tratando de calmar la conciencia del abandono…
Se que pertenece a una larga lista de tradiciones de esta tierra, pero no me gusta la misma. ¿Cómo celebrar la muerte cuando ocurrieron en México decenas de miles de ejecuciones en los últimos años?
Es la ironía de reírse mientras se camina hacia el patíbulo. No veo a los padres de los 43 rindiendo honores a la calavera ni a los familiares de los desaparecidos decorando altares mortuorios. Festejar el corazón roto y las familias desamparadas es como la mujer violada que rinde homenaje a su violador año con año, recordando el lóbrego día en el que abusó de ella.
¿Por qué rendirle honores a la muerte si ha sido la causa de las mayores desesperanzas de la humanidad? No existe una sola familia que se haya librado de su azote. Es absurdo que una madre aplauda al monstruo que se llevó a su hijo esa noche de hospital. Es cosa de dementes cantarla a quien te mata. El Síndrome de Estocolmo, en el que el secuestrado se enamora del secuestrador se queda corto con el Día de Muertos.
La muerte no es un dios al que debe adorarse, tampoco un amigo al que se abraza, ni siquiera un desconocido al que se saluda. La muerte es un terrible enemigo dedicado al cese de la vida, del amor, de la paz, de la familia, y de todo lo que el disfrute de existir conlleva. Es tinieblas y soledad, es dolor y amargura, es olvido y desesperanza.
La muerte no merece un día ni esculturas de calaveras de azúcar, es amarga, cruenta y terrible. Incontables son los esfuerzos por erradicarla como para invocarla nacionalmente en ese día. Que sea una tradición no la hace sagrada, sigue siendo impía.
Ya tenemos demasiados muertos por diabetes, cáncer e infartos como para danzar bajo la sombra de la perversa calavera. No es Santa Muerte, sino maldita muerte.
Por eso todos nos resistimos a morir, es ajena a nosotros, un verdadero espanto. Debe erradicársele no celebrársele. Combatirla y no rendirse ante ella.
Nunca serán suficientes los esfuerzos para detenerla, aunque debemos seguirlo intentando… por ello Dios mismo decidió probar su cáliz en la tarde del Calvario, Lugar de la Calavera, con el único propósito de explotarla desde dentro resucitando. Desde entonces, nuestra celebración es la vida y nuestra meta, la vida eterna.
Comprendo el sabor agridulce del recuerdo de los seres queridos que partieron antes. Lo conozco, también he estado al pie del sepelio y cargado el ataúd mientras sientes que el alma se desgarra.
Pero no es honor recordar a los que amamos en su peor momento, me niego a que sea el rostro mortecino de restos mortales de amados lo que mi mente recuerde. No lo acepto.
Prefiero la alegría que tuvimos juntos, las comidas y carcajadas en común. Las palabras y los abrazos. Prefiero un video que una lápida y la esperanza de volvernos a encontrar por encima de esta clase de supuesto final.
Celebremos la vida y no la muerte, no rindamos homenaje hincándonos ante lo peor que puede sucedernos. Celebremos viviendo con intensidad y riendo en lugar de llorar.
Celebremos haciendo que la vida sea relevante y que cada día cuente en la gloria de la eternidad. No en vano siguen repitiéndose las Palabras del resucitado: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Dios es Dios de vivos, no de muertos.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Palabra viva - Día de vivos en lugar de muertos