Panamá, puente del mundo, corazón del Universo

Los evangélicos suman un millón de personas. Se hallan principalmente en la zona del canal, pero su presencia e influencia se extiende por todo el país.

    13 DE ENERO DE 2019 · 10:00

    Yosi Bitran, Unsplash / ,Panamá city
    Yosi Bitran, Unsplash /

    Panamá, puente del mundo y corazón del Universo

    (Fernández Iglesias, escritor panameño).

     

    Fácil no resulta sintetizar en pocos párrafos la historia de esta nación. Pero la obligación de todo escritor es hacer fácil lo difícil. Lo intento.

    Antes, unos apuntes de situación.

    La República de Panamá constituye un estado ahora libre y democrático en América Central. Tiene límites fronterizos con Colombia y Costa Rica. Y mucha agua. La que llevan a sus costas dos océanos, el Atlántico y el Pacífico. De tierra tiene 75.517 kilómetros cuadrados. Aquí vive una población fijada en el 2018 en cuatro millones de habitantes.

    Un hermano de Cristóbal Colón, Bartolomé, fue el fundador del primer establecimiento español en Panamá. Entonces se le llamaba “Castilla del oro”. A Bartolomé Colón siguieron otros conquistadores cuando amanecía el siglo XVI. Rodrigo de Bastidas, Vasco Núñez de Balboa y Juan de la Cosa, entre otros menos conocidos.

    La ciudad de Panamá fue fundada hacia 1513 por el gobernador español Pedrarias Dávila. Filibusteros franceses, ingleses y neerlandeses atacaron varias ciudades entre los siglos XVI y XVII.

    En 1819 se fundó en la capital el primer club patriótico del país y en 1821 Panamá se independizó de España, uniéndose inmediatamente a Colombia. La unión duró hasta 1903. En febrero del año siguiente fue promulgada la primera Constitución, siendo el primer presidente del país Manuel Amador.

    La política de Panamá giró desde un principio alrededor de Estados Unidos. En diciembre de 1989 el ejército del poderoso país norteamericano invadió Panamá y se llevó cautivo al general Noriega. En 1994 Ernesto Pérez Balladares gana las elecciones a la presidencia del país y Panamá entra en el concierto de Estado independiente y soberano, de régimen democrático, asentado en territorio propio.

     

    El Canal de Panamá

    Panamá es conocido mundialmente por el famoso canal. Esta es, resumida, la historia.

    Aunque su nombre desaparece en el olvido, fue el rey español Carlos V quien en 1534 lanzó la idea de cortar el continente americano con un canal entre los dos océanos, el Pacífico y el Atlántico. Pero como las cosas de palacio siempre han ido despacio en España, transcurrieron tres siglos sin una sola iniciativa. Fueron los franceses quienes iniciaron la aventura. Fernando de Lesseps, constructor del canal de Suez, entró en contacto con el gobierno de Colombia, a la que entonces estaba unida Panamá, y expuso su proyecto de canal. Los trabajos se iniciaron en enero 1880. En pocos meses murieron 22.000 trabajadores a causa de la fiebre amarilla, paludismo y otras enfermedades causadas por aquella zona llena de pantanos y climas mortíferos.

    Fue entonces cuando intervino Estados Unidos. Compraron las acciones en poder de la compañía constructora y pagaron el material y los trabajos de los franceses. Después de diez años de incesantes operaciones el canal fue abierto a la navegación mundial el 15 de agosto 1914. Fue la culminación de una idea española y el triunfo de la técnica francesa.

    El canal mide 81 kilómetros de largo, tiene entre 100 y 300 metros de ancho; su profundidad alcanza hasta los 14 metros en algunos lugares. Se tarda en cruzarlo de 8 a 12 horas., según la velocidad del buque que lo navega.

    En 1979 Panamá recuperó los derechos sobre los territorios de la zona del canal y adquirió una importante participación en la administración del mismo. Diciembre de 1999 fue un día importante en la historia de Panamá. El día 30 fue bajada la bandera de Estados Unidos que ondeaba en la administración del Canal e izada la bandera panameña.

    Estados Unidos traspasó a Panamá, de manera definitiva, todos los derechos sobre el canal. Ahora, con la reciente inauguración del canal ampliado, permite un mayor tránsito de mercancías.

     

    La fe en Panamá

    Entrando en el plano de la religión, la historia cuenta que el año 1513 fue erigida en Panamá la primera diócesis católica del continente. Acudiendo a la hipérbole, en el continente donde llegaron los frailes católicos en naves de conquistadores la Iglesia católica cuenta tantas primeras diócesis como supuestos pedacitos de Cruz en la que murió el Señor.

    Recientes estadísticas conceden a la Iglesia católica dos millones y medio de miembros. Hay comunidades de musulmanes bahaíes, mormones, adventistas, testigos de Jehová, judíos, hindúes, budistas y otros.

    Los evangélicos cifran sus seguidores en un millón de personas. Aunque se hallan principalmente en la zona del canal, su presencia e influencia se extiende por todo el país.

     

    Cultura

    Aunque Panamá no ha contado entre sus escritores a un Pablo Neruda ni a un Miguel Ángel Asturias, chileno el primero, guatemalteco el segundo, el ejercicio literario ha estado muy presente desde las novelas históricas de Colurge, la poesía de Martín Feuillet y los ensayos de Ponce Aguilera, todos ellos en los siglos XVIII y XIX. En 1936 Justo Arroyo se suma a las tendencias renovadoras de la novela. Hasta 1940 Ricardo Guardia escribe un periodismo de denuncia social antes de dedicarse de lleno a la política. Los nombres José de Jesús Martínez, Bertalicia Peralta y Roberto Mackey permiten que Panamá ocupe un lugar destacado en la poesía hispanoamericana de nuestro tiempo. Bertalicia obtuvo en 1971 en Perú uno de los premios del Concurso Internacional de Poesía con “Un lugar en la esfera terrestre”. Otras obras suyas también galardonadas son “Atrincherado amor” y “Los retornos”.

     

    Mi experiencia personal

    Al igual que en Costa Rica y Brasil, en Panamá sólo he estado una vez. Fue el 8 de noviembre 1979. En Estados Unidos funciona una organización cristiana llamada “Conferencias Panamericanas”. Está compuesta por líderes de iglesias en Estados Unidos que tienen intereses misioneros en América Latina. Una vez al año se reúnen en algún país hispano del continente para analizar el trabajo de los predicadores y de las iglesias locales que reciben dinero de Norteamérica para su ministerio cristiano.

    Las reuniones suelen tener lugar en hoteles donde se hospedan los que llegan de ese país. Aquel año 1979 el lugar elegido fue Panamá. Los organizadores me llamaron para que participara en las exposiciones como “main speaker”, así decía el programa, en castellano sería “orador principal”. Todo el programa se desarrolló en inglés.

    Yo expuse cuatro conferencias. En la última me volví loco y la armé. Dije que aquella no era una Conferencia Panamericana, sino una reunión de norteamericanos en un hotel de lujo en Panamá.

    Después me referí a un grupo de predicadores nativos casi arrinconados en un lugar concreto del salón. En días anteriores yo había hablado con todos ellos y predicado en sus iglesias por las noches. Vestían pobremente. Pregunté a los estadounidenses cuánto cobraba un predicador en Estados Unidos y cuánto pagaban a otros de América Latina. Recibían un salario, cierto, pero era un salario de hambre. Dije que tres de aquellos hombres trabajaban en un supermercado para que no faltara la comida ni la ropa a sus hijos.

    Aquello fue Troya. Los aplausos recibidos los días anteriores al terminar mis intervenciones dieron paso a un silencio absoluto, dramático, así lo notaba yo. Al concluir el último himno y la oración de despedida se me acercó el organizador principal. Un hombre muy alto, de Dallas, con botas, sombrero y otros atuendos típicos del Oeste. Le noté furioso. Me dijo, en traducción que hago del inglés: “Señor Monroy, usted ha estropeado todo el evento. Le aseguro que jamás será invitado a otra Conferencia Panamericana”.

    Y su amenaza se cumplió.

    Pero no lloré por eso, lo aseguro.

    Otros me felicitaron con abrazos. Ahora me pregunto si hice bien o hice mal. No lo sé. Lo hice. Y es tarde para rectificar.

     

    La economía panameña

    A través de los años la economía panameña ha sido reconocida internacionalmente como una de las más sólidas del continente. Según afirma el periodista español Luis Martínez Alvarado en “Actualidad Económica”, “Panamá sigue siendo la economía estrella con una tasa de crecimiento del siete por ciento en los últimos años”.

    El ranking mundial de competitividad del Foro Económico Mundial añade que “Panamá, después de Chile, es la economía más competitiva, y consolida su posición como la máxima en América Central”. Aparte, según el Banco Mundial, “Panamá tiene el producto Interior Bruto (PIB) per cápita más alto de la región centroamericana, superando a países como México, Venezuela, Brasil y Perú, acercándose al umbral de ingresos de las economías desarrolladas, situado en torno a los veinte mil dólares per cápita”.

    El turismo en Panamá se centra en las visitas al canal, pero existe también un turismo de negocios, playas y comercio. El año pasado llegaron dos millones y medio de turistas que acogen modernos hoteles. Destaca el Waldorf Astoria Panamá, el primero de la prestigiosa cadena hotelera construido en América Latina. El Trump Ocean Club fue inaugurado en 2010. También acuden turistas al Bio Museo, centro de historia natural, que abrió sus puertas el 2014. Muy atractivo el archipiélago Bocas del Toro, visitado por viajeros mochileros. La UNESCO declaró en 1997 el casco antiguo de la ciudad Patrimonio de la humanidad.

    Si al visitante le quedan fuerzas e interés para continuar yendo y viniendo por estas tierras puede seguir por las esclusas de Miraflores, obra maestra de la ingeniería del canal. O si el sudor le cae frente abajo, un baño en las cristalinas aguas de las playas. Coral Bay o Red Frog Beach, o tomar un avión hacia San Blas, cadena de 365 islas y cayos en el mar Caribe. Un desmayo de felicidad.

    Si quedan ratos libres para la lectura durante el día o la noche y se quiere saber más del país del canal, en cualquier librería se puede adquirir la estupenda novela de Beleño “Luna Verde”, o “Los cuentos panameños de la ciudad y del campo”, de Valdés. Ambos libros tienen sus años, pero más años tiene “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, monumento literario que se sigue leyendo con regocijo.

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