La Pasión de Jesús en el ‘evangelio según Bach’
La composición más grande escrita sobre este tema es la “Pasión según San Mateo”, de J. S. Bach (II)
29 DE MARZO DE 2024 · 08:00
Usted nunca ha vivido la Pasión de Jesús de esta manera (II)
En nuestra entrega anterior llegamos al nº 10 de la Pasión según S. Mateo de J. S. Bach. Les invito ahora a acercarse al momento más duro de la cruz, en el nº 71.
Si están escuchando la versión de Karl Richter, como la que va debajo de estas líneas, es en este momento que se inicia (en el minutaje en 2:47:03).
Jesús ha sido crucificado y desde la hora sexta hasta la novena (desde la doce del mediodía hasta las tres de la tarde), cuando el sol está en lo más alto, este se oculta y la tierra queda en oscuridad. La música va subiendo entonces hasta estallar con el grito más desgarrador del relato: “Elí, Elí, ¿lama sabajzani?” y Bach, siguiendo el texto de Mateo, lo traduce, pero para eso decide no reproducir la misma frase musical del grito de Jesús, sino presentarla en un tono inferior. El mensaje parece claro: podemos comprender el significado del clamor de Jesús, pero jamás podremos reproducirlo literalmente en su profundo desgarro: “Dios mío, Dios mío, ¿para qué me has abandonado?”
En ese momento Jesús sufre la última incomprensión: los presentes son incapaces de comprender Su dramático grito en Su idioma materno, Su arameo popular, que ni era el ortodoxo hebreo ni el oficial latín, y lo confunden con una llamada a Elías: “A Elías llama este”. Y lo aprovechan para una última miserable burla: “Deja, veamos si viene Elías a librarle”. Bach lo describe como en ocasiones anteriores, con las voces precipitándose en cascada.
Y entonces el narrador levanta con fuerza y progresivamente su voz para decir que Jesús clamó otra vez a gran voz. La música queda suspendida allá arriba un segundo y cae de golpe muy abajo, imperceptible, temblando para pronunciar las palabras “entregó el espíritu”.
Posiblemente Bach buscó una y otra forma de describir musicalmente ese momento trascendental, y encontró la definitiva: el silencio. La muerte es el silencio inmenso.
Aparece entonces la melodía que Bach ha usado varias veces a lo largo de la composición, la que conocemos bien los que aún usamos el himnario, la que cantamos como “Cabeza ensangrentada”. Surge desde el silencio casi sin atreverse a aparecer. Esta vez no tiene los timbres sonoros de las otras ocasiones, está distorsionada, retorcida de dolor, en tonos dramáticos para compartir esta oración que Bach propone ante el texto de Mateo: Cuando yo deba partir / no te apartes de mí. / Cuando la muerte deba sufrir / acércate a mí. / Cuando de todos los temores / sea mi corazón rodeado, / que me saquen de la angustia, poderosos, / tu angustia y tu dolor.
Y la música rompe de repente para contar que el velo del templo, el que marcaba la frontera entre Dios y nosotros, se rasgó de arriba abajo, y los acordes te llevan entonces a sentir literalmente la tierra temblar debajo de tus pies.
Bach vuelve la vista al Gólgota con Mateo y cuenta la admiración del centurión y sus acompañantes: “¡Verdaderamente este era Hijo de Dios!” Para hacerlo presenta la más maravillosa progresión hasta la cima y de vuelta al suelo que jamás he escuchado. Al apagarse la frase, por favor apaga el reproductor. No podrás seguir; quizás estés llorando. Guarda silencio ¿Qué significa esta frase para ti?
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Ollada latina - La Pasión de Jesús en el ‘evangelio según Bach’