Pandemia: medidas sanitarias y desobediencia civil

Se hace complicado pedir sometimiento de creyentes e iglesias a las directrices de los gobiernos en esta crisis; pero necesitamos un cuidadoso estudio y aplicación de Romanos 13.

28 DE JULIO DE 2020 · 11:00

Razvan Mirel, Unsplash,semáforo con guerreros
Razvan Mirel, Unsplash

No hay duda: Buena parte de los gobiernos han sido negligentes en su tratamiento de la presente pandemia, o la han aprovechado para ampliar inadecuadamente su poder y control sobre la sociedad.

Por ejemplo, en el caso español el gobierno conocía con antelación la gravedad de la situación que se avecinaba y, sin embargo, permitió manifestaciones y eventos multitudinarios justo antes de declarar el estado de alarma. Al mismo tiempo, aprovechó la situación de excepcionalidad para tomar medidas que supusieron una ampliación inadecuada de sus competencias. Una revisión de las manifestaciones del gobierno evidencia que en algunas de ellas dio información sesgada o parcial.

Varios testimonios aseguran que a algunos pacientes mayores se les privó de atención intensiva en función de su edad y que en algunos casos se hizo un uso demasiado laxo de la sedación terminal.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) había sido hasta ahora un referente de rigor científico y despertaba el respeto en todo el estamento médico. Su gestión de la pandemia, con un incompetente en su máxima dirección obedeciendo a criterios políticos de la R. P. China, ha liquidado mucho de ese capital de respeto ante los médicos y la población general.

Con estos antecedentes, se hace complicado pedir un sometimiento de los creyentes y las iglesias a las directrices de los gobiernos ante esta crisis.

De nuevo se hace evidente la necesidad de un cuidadoso estudio de Romanos 13 y cómo lo traducimos a nuestra situación actual. Es interesante comprobar cómo muchas personas y entidades evangélicas, que tradicionalmente habían predicado el sometimiento acrítico a todo gobierno, ahora están apareciendo como abanderados de la desobediencia civil.

Los evangélicos hemos sido históricamente los adelantados de la objeción de conciencia y de la desobediencia civil, desde la gloriosa declaración de Lutero en la dieta de Worms hasta la declaración de independencia de los EEUU. Para ejercer el derecho a la desobediencia civil, nos hemos venido apoyando en una cosmovisión bíblica en la que no faltan ejemplos de su ejercicio, desde Nabot hasta Juan y Pedro.

Curiosamente, muchos han tratado de limitar este derecho a cuestiones en las que entra en juego la fe, y se cita en estos términos el discurso de Pedro y los apóstoles ante el concilio, pero varios de los episodios bíblicos de confrontación o desobediencia al gobernante se justifican con la reclamación de los derechos civiles de la persona, ni más ni menos, como el citado de Nabot. La realidad es que no hay una frontera tan marcada entre las cuestiones de fe y las cuestiones de derechos humanos, y de hecho estos se han establecido históricamente a partir de una cosmovisión bíblica.

La posición desde la que se levantan algunos hermanos e iglesias para ejercer la desobediencia civil frente a las decisiones gubernamentales en la actual pandemia, despierta de entrada mis simpatías, porque se enmarca en principio en esa tradición nuestra protestante que ha abierto paso a notables avances democráticos. Esta tradición es fiel a la línea de desarrollo histórico que muestra que muchas veces la verdadera ortodoxia estaba en la disidencia, como lo prueba el análisis histórico de Esteban en Hechos 7.

Ahora bien, la desobediencia civil se convertiría en simple desobediencia si no se acompañase de un elevado sentido de la responsabilidad civil y de una actitud de estar dispuestos a rendir cuentas de nuestras acciones y de sus consecuencias.

Si aplicamos este criterio a la actual pandemia, podríamos decir: Está bien, tienes derecho a desobedecer las directrices del gobierno si pruebas que no son aceptables, pero si lo haces, tienes que demostrar que tu responsabilidad es al menos superior a la del gobierno. Es aquí en donde, en mi criterio, muchas de las iniciativas disidentes evangélicas están mostrando preocupantes carencias.

En efecto, la primera responsabilidad de los pastores es velar por las vidas de las personas de la congregación y del resto de la sociedad, y no podemos reclamar un retorno a las reuniones normales de iglesia si no demostramos que lo hacemos velando por el riesgo vital de las personas con criterio informado y responsabilidad.

¿Y quién define el riesgo de una conducta de confinamiento o de liberalización de las reuniones y aglomeraciones? En la mayoría de los casos lo están haciendo los pastores. Sería una temeridad entregar al pastor la tarea de diseñar los planos, cálculos de resistencia, etc., de la construcción de un templo, o someter siquiera a su criterio el grosor de una viga o la resistencia de una columna. Sería una temeridad si ese pastor dijese: “No soy arquitecto, pero voy a mirar qué se dice en internet o qué me cuentan mis amigos o qué leo en algunos periódicos o videos, y ya estaré preparado para decidir”.

Sería una grave temeridad. ¿Y por qué no lo es que un pastor se lea varios artículos, escuche a una minoría de médicos o vea varios videos para entender que ya puede decidir lo que es correcto y lo que no lo es en cuanto a medidas médico-sanitarias frente a la pandemia?

Si le preguntamos al arquitecto y no al pastor cómo diseñar el edificio de la iglesia, ¿por qué no les preguntamos a los médicos cómo actuar ante la pandemia? Lo cierto es que en nuestras iglesias hay médicos, pero en los debates evangélicos sobre el tema escuchamos a muchos pastores y a muy pocos médicos evangélicos. Una de las críticas que desde Galicia se ha hecho al gobierno español es que en el comité de gestión de crisis español había diez políticos y dos científicos, mientras que en el gallego había diez científicos y dos políticos. Me temo que en nuestra gestión de la pandemia en las iglesias nos estamos pareciendo más al gobierno español que al gallego.

Por otra parte, ¿sería prudente entregarle la dirección de la construcción de nuestro edificio a un arquitecto que tiene poca experiencia en ello o que se opone abiertamente a los criterios generales de diseño de sus compañeros? ¿Sería prudente hacerlo sólo porque sus propuestas nos gustan y dice, por ejemplo, que no es necesario tener una salida de emergencia?

¿Por qué, entonces, nuestros grupos de whatsapp santifican como fiables opiniones de personas ajenas a la profesión médica o, en el mejor de los casos, de algunos médicos que van por un lado mientras el resto de la comunidad científica va por otro?

Es cierto que en ocasiones algunos investigadores han defendido propuestas que al final se han mostrado mejores que las de la mayoría, pero han sido situaciones muy poco frecuentes, y en todo caso el foro de debate y decisión debe ser justamente el entorno científico, y los no profesionales harán bien en aguardar a que se clarifiquen las discrepancias en ese foro en vez de adherirse a ciegas al disidente sencillamente porque es disidente de la Medicina oficial. Si no lo hacemos así, podemos cometer graves errores que pagarán las personas de nuestra congregación y el resto de la sociedad.

Si quieren una opinión de un médico, les diré que al inicio de la pandemia yo también pensaba que esto iba a ser una gripe fuerte, pero por si acaso tomé las medidas postuladas; lo cierto es que la evolución de la pandemia ha demostrado que no es una gripe más, que su capacidad de contagio es elevadísima y las tasas de mortalidad son muy superiores. Tómenselo en serio, por favor, porque además aún no sabemos cuál será su evolución natural. Tomen las medidas de prevención que les indican, no se las salten a la ligera. En esta pandemia lo que uno hace mal tiene consecuencias sobre muchos, como el pecado de Adán, y lo que uno hace correctamente salvará a muchos, como el sacrificio de Cristo (Ro 5.18-19).

Y no se fíen sin más de mi criterio, pregunten a más profesionales, infórmense responsablemente, no se dejen guiar por la primera vista o por lo que agrada a sus oídos, por muy vestido de lenguaje científico que venga. Asegúrense de que sus fuentes son fiables, y les advierto que en cuestiones médicas internet es una pésima fuente para que una persona no profesional obtenga información, porque no tiene el criterio para entender y distinguir lo que es fiable de lo que no lo es (y una parte relevante de lo que se publica en internet al respecto es sencillamente falso). Busquen las publicaciones serias, que incluyan soporte bibliográfico de calidad, y si, como es probable, no las comprenden, pídanle a expertos que les expliquen lo que leen.

Seguro que muchos gobiernos han actuado inadecuadamente; exíjanles cuentas. Seguro que muchos gobiernos quieren aprovechar la crisis para hacerse con competencias que no les pertenecen; levántense para defender los límites de las esferas de soberanía, las libertades civiles y el sometimiento del poder político a la ciudadanía. Pero, por favor, no actúen en esta pandemia sin criterio informado profesionalmente.

Ejerzan su responsabilidad civil, hermanos, con rigor. Y esto implica evitar un uso irresponsable del derecho a la desobediencia civil. Si lo quieren ejercer, asegúrense de que su sentido de responsabilidad y rigor es cuando menos mayor que el de su gobierno. Que su gobierno haya actuado con poca prudencia no les da a ustedes el derecho a ser igualmente imprudentes. También aquí se aplica el mandato de Hch 20.28: “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos”.

Déjense asesorar para reconocer lo que dice la evidencia científica en esta pandemia. Descubrirán entonces que las mejores medidas de las que hoy disponemos son las de protección y distancia personal y evitación de aglomeraciones; son tediosas y tienen consecuencias duras de todo tipo, pero las consecuencias de no guardarlas son mucho peores. No las guarden porque se lo manda su gobierno; háganlo por responsabilidad civil, y sobre todo por responsabilidad ante el Señor, sus hermanos y sus conciudadanos.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Ollada latina - Pandemia: medidas sanitarias y desobediencia civil