Ucrania | Cuenta un pastor que sirve en el frente: ‘En las trincheras no hay ateos’
Cristianos ucranianos hablan de la tragedia y cómo Dios está obrando. Se han repartido miles de Biblias en el frente, y las iglesias evangélicas están llenas.
Evangelical Focus, Protestante Digital · 02 DE JUNIO DE 2025 · 08:00

Una sala para seminarios en un hotel en Wisla, al sur de Polonia, llena para escuchar a cristianos venidos de Ucrania. Muchos se han sentado en el suelo por falta de espacio.
Estamos en el tramo final del European Leadership Forum, el encuentro anual que evangélicos de Europa han convertido cada año en un lugar para reponer fuerzas, tejer relaciones, compartir informes de interés y hacer crecer la visión de “renovar a la iglesia bíblica”.
En el programa de la app de la conferencia la sesión es titulada “What is happening in Ukraine: Voices from people on the ground” (Lo que está ocurriendo en Ucrania: Voces de la personas sobre el terreno).
Las cifras brutales de la guerra en Ucrania
Han pasado tres años y sesenta días desde que Putin pusiera en marcha su invasión total de Ucrania.
300.000 personas en Ucrania han sufrido alguna forma de discapacidad a causa de la guerra en este tiempo. 1.6 millones de niños van a tener en su recuerdo la violencia y el estrés de un conflicto para el que no están preparados emocionalmente.
6.7 de los 44 millones de habitantes que tenía el país en 2021 han huido como refugiados (muchos en dirección a Europa occidental). Otros 5 millones son desplazados internos, buscando refugio en zonas más al oeste, lejos del frente de combate.
Los testimonios de cristianos ucranianos
Un pastor en Kyiv que coordina varios proyectos dentro y fuera del país (incluidas ayuda humanitaria y refugiados) abre un tiempo de testimonios vitales.
Sin embargo, las cuatro mujeres que toman la palabra en los apenas 75 minutos de conversación insisten en que no quieren hablar de cifras. Quieren hablar de personas.
También está la historia de un pastor, que canceló una reunión de iglesias pero decidió quedarse en su despacho para avanzar trabajo retrasado, y fue alcanzado por otro dron.
Siguen la relación de casos, y mientras oímos las historias llama la atención la forma en la que se nos cuentan las historias. Impacta la dignidad con la que dan a conocer la situación que viven. No hay un deseo de vender el dolor ni la tentación de caer en el emocionalismo. Hablan con serenidad, calma.
Hacen hincapié en los niños y el traume vicario que sufren. Es decir, el desgaste emocional y psicológico que experimentan, sin haber experimentado el trauma directamente, pero tras exponerse de forma prolongada a las experiencias traumáticas de familiares adultos.
Algunos de estos menores sí son objetivos directos. En el este de Ucrania, algunos pasan a control ruso, donde pasan por un proceso de “rusificación”, por el que deben aprender símbolos y canciones que ensalzan la cultura del agresor. Si la guerra se alarga en el tiempo, algunos serán enviados de vuelta a Ucrania, a luchar contra su país de origen.
Nos hablan de la “fatiga de compasión”. Tras tantos meses de heridos, destrucción, ya no es que el resto del mundo pierda interés en un conflicto que se ha estancado en el tiempo, sino que los propios ciudadanos tienen que salir adelante con sus propias vidas y deben crear espacios mentales en los que la guerra queda en segundo plano.
Lo que da miedo, nos explican, es llegar a un estado de insensibilización emocional que bloquee su capacidad de reaccionar humanamente a lo que sucede a su alrededor.
Ven una crisis de divorcios, nos explican. En cuanto un hombre es reclutado obligatoriamente para ir a servir al frente (sea un estudiante o un trabajador en una oficina), todo cambia de la noche a la mañana.
“Gente normal sufre un cambio de identidad”. No hay suficiente rotación de soldados, por lo que muchos pasan demasiado tiempo sin volver a casa a abrazar a las personas que echan de menos. Esto tensa la relación con sus familias que esperan en casa y tienen que salir adelante solas. Surge la incomprensión fruto de haber vivido bajo mucho estrés, separados, demasiado tiempo.
Y pese a todo, Dios está presente
Pero hay también, buenas noticias. “En medio de mucho mal, Dios también hace mucho trabajo”.
Un ejemplo es todo el servicio de capellanía militar, prácticamente inexistente antes de la guerra. Ahora, muchos cristianos sirven entre la armada trayendo la esperanza cristiana mediante oración, estudios bíblicos, y un oído atento a los miedos de quienes saben que pueden perder la vida en el frente.
Algunos de los evangélicos en primera línea han repartido miles de biblias impermeables. Todos han liderado oraciones en grupo profundamente conmovedoras. Como cuenta uno de los pastores sirviendo en el frente, “en las trincheras no encontramos ateos”. Todos oran, a su manera, y de ahí la importancia de que creyentes, con más o menos formación teológica, puedan ayudar a quienes buscan al Padre del cielo a encontrarlo.
Los cristianos ucranianos oran por paz, sí, pero su petición va vinculada siempre a una justicia duradera y una restauración del mal sufrido.
Desde el inicio de la guerra, las iglesias evangélicas en Ucrania están llenas. Un ejemplo es una iglesia que ha dado de comer ya a 17.000 personas en estos 3 años. Como esta comunidad, centenares de otras iglesias dan apoyo psicológico y espiritual, lideran la oración en sus poblaciones, toman nota de las necesidades de las familias, ofrecen refugio a largo plazo, reubican a los necesitados a proyectos en otras regiones, organizan la recepción de millones de euros en ayuda humanitaria que llega de donantes en el resto de Europa y más allá.
La conferencia termina con dulces de Ucrania para los asistentes y con un llamado a alegrarse por todo lo que Dios hace a través de su pueblo en Ucrania, aún en medio del dolor, la frustración y la angustia.
“Una niña me preguntó por qué he venido a vivir aquí”, explica hacia el final en su testimonio una misionera checa que junto a su marido y un niño pequeño (y otro en camino) se han trasladado a Kyiv hace un año. La respuesta es simple, el deseo de servir a Dios y a la gente.
La acción cagada de amor y valentía de las iglesias en Ucrania dejará un legado en el país. Los ucranianos que vuelven a su país en guerra tras esta conferencia europea lo hacen animados por ver lo que Dios está haciendo en todo el continente, me dice uno de ellos el último día mientras desayuno.
Los cristianos en Ucrania son conscientes de que lo que construyan ahora en este momento de destrucción tendrá fruto visible en el futuro de su nación.
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