La historia de una familia cristiana en el norte de Siria es una muestra de cómo la vida puede cambiar drásticamente de la noche a la mañana. María y su esposo, Samih, lucharon para mantenerse unidos en medio del caos tras el terremoto del pasado el 6 de febrero, que dejó más de 40.000 muertos y 60.000 heridos.

Cuatro días antes del terremoto, María había dado a luz a su segundo hijo, Ralph, pero el nacimiento había sido complicado debido a que tuvo que someterse a una cesárea de emergencia. Además, la mala situación del sistema sanitario de Siria hizo que el costo de la atención médica fuera prohibitivo y las condiciones en el hospital fueran precarias.

María y su esposo estaban ansiosos por volver a casa tras el nacimiento de Ralph y comenzar el proceso de recuperación y adaptación a la rutina del recién nacido. Sin embargo, todo cambió cuando se produjo el terremoto.

El terremoto

María estaba despierta cuando se produjo el primer temblor y vio cómo el armario de la habitación de Ralph se tambaleaba a punto de caerse. Afortunadamente, Samih acudió rápidamente en su ayuda, sujetó el armario, sacó a Ralph de la cuna y salió de la habitación con él en brazos.

La familia logró salir del edificio y se refugió en las carreteras, tratando de escapar como otros vecinos. La situación era complicada, ya que había mucho frío y llovía, y María y Samih estaban temblando. Sin embargo, a pesar de todo, Ralph permaneció dormido y María logró calmar sus nervios para poder alimentarlo, a pesar del shock que había sufrido.

“Fue Dios quien lo protegió. Incluso Elías, mi hijo mayor, estaba tranquilo. Temíamos que Maria no pudiera darle el pecho a causa del shock. No tenemos dinero para comprar leche de fórmula. Habría sido imposible, pero María consiguió calmarse y alimentar a nuestro hijo”, asegura Samih.

Antes del terremoto, la familia de María ya estaba recibiendo ayuda de los socios de la organización Puertas Abiertas para recibir alimentos y artículos de invierno, pero la ayuda de emergencia continúa hasta que puedan volver al apartamento donde vivían.

Como ellos, cientos de familias necesitan ayuda, y la demanda es mayor de la que Puertas Abiertas y otras organizaciones cristianas puede atender.

Cuando se le preguntó acerca de su fe, María se mostró esperanzada. La fe la ayudó a salir del edificio con sus puntos de cesárea y a amamantar a su hijo en medio de la crisis. “Como madre, saber que está alimentado y calientito es la mejor sensación del mundo”, dijo.