Sed de justicia
Puedes llamarlo Siria,/ o el holocausto nazi,/ o los feminicidios en Argentina,/ o en Ciudad Juárez./ O verlo en el rostro del que emigra/ del leviatán en las fronteras.
28 DE AGOSTO DE 2018 · 12:00

Cuando la injusticia
(de tan real casi imaginaria),
te pese en el infiel de la balanza
que equilibra su cruz asimétrica,
notarás cómo todo tu peso no alcanza
a igualar la terrible métrica
de su canción lógica y arbitraria.
Puedes llamarlo Siria,
o el holocausto nazi,
o los feminicidios en Argentina
o en Ciudad Juárez.
O verlo en el rostro del que emigra
del leviatán en las fronteras.
O quizás, más cercano,
escrito en los nombres
de los inmolados
del último atentado terrorista.
O como el dolor íntimo
de una madre,
o el de la espera
del sufrimiento inevitable.
Tú, como yo, lo sabes.
Y ceder es creer en el destino.
Y luchar es convertirte en naúfrago
de mil mares.
Y aceptar es ser parte del dominio
de la corriente de los sarcófagos
flotantes.
Cuando la injusticia
(de tan real casi imaginaria)
llegue a emponzoñar tus aguas,
descubrirás una sed vital,
más necesaria:
la sed de justicia, la sed que fragua
la arquitectura honda de tu vida.
La sed que sólo sacia el manantial
de la sangre del único inocente,
Todopoderoso e impotente,
por tí y por mí masacrado.
Es la sangre del Mesías,
del judío torturado
bajo el látigo romano.
El ha roto a la injusticia su cetro,
entre el hierro de sus manos
horadadas
y el yunque del perdón de su boca.
Aunque yo aún no comprenda
(de tan real casi imaginario),
por qué Dios confió a los hombres
el control de la libertad y el arbitrio
de los otros, de los que son sus hermanos.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Mirad@zul - Sed de justicia