México: cristiana es expulsada por no negar la fe

Después que su casa fuera quemada, Rosario Pérez Martínez comienza su vida en otra parte.

Puertas Abiertas · CHIAPAS · 11 DE DICIEMBRE DE 2019 · 17:00

A pesar de la expulsión, Rosario no tiene rencor en su corazón y vive una nueva vida en otra ciudad. / Puertas Abiertas,Rosario Pérez Martínez
A pesar de la expulsión, Rosario no tiene rencor en su corazón y vive una nueva vida en otra ciudad. / Puertas Abiertas

La certeza de ser la hija del rey Jesús mantuvo estable a Rosario Pérez Martínez hasta que perdió su hogar en Chiapas, México. En agosto de 2017, un grupo de residentes de la comunidad Tres Lagunas destruyó las instalaciones de agua y electricidad de la casa de su hermano Brígido. Más tarde se hizo lo mismo en la residencia de la cristiana.

Pero ella no estaba angustiada por las pérdidas materiales, sino por la seguridad de sus hijos. Para alivio de Rosario, los niños fueron llevados a otro lugar y quedaron protegidos.

Al día siguiente, la cristiana estaba angustiada. “Les dije a mis hijos que iría de compras, pero me sentí obligada a decirles que, si algo me sucedía, deberían tomar algo de dinero e ir a la tía Hortensia, la esposa de mi hermano Brígido, y quedarse allí”. cuenta.

Luego, después de caminar unos metros, Rosario fue agarrada por los brazos y llevada por un grupo de mujeres a las autoridades municipales. Estuvo en un lugar sucio lleno de excrementos de murciélago desde las 6 de la mañana hasta el día siguiente. “Le pedí a Dios paciencia y autocontrol. Fue muy difícil. No pude hablar con mis hijos durante varias horas. Hacía mucho frío y todavía llevaba la misma ropa. Finalmente, mi hijo mayor vino y me trajo un camisón”, recuerda.

Mientras la cristiana estaba detenida, sus padres cuidaron a sus hijos. El primogénito fue a Comitán (el municipio principal de la localidad) a buscar ayuda para liberar a su madre, pero no la encontró. Decidió presentar una queja en el periódico local, por lo que la policía también arrestó al niño durante dos días.

La madre y el hijo fueron liberados después de firmar un documento en el que acordaron abandonar la comunidad y que su casa fuese incendiada. “Firmé el documento porque mis padres vinieron con muchas personas de otra comunidad cercana que estaban dispuestas a ayudarnos. No podía volver a mi casa, no podía soportar ver cómo la destruyeron”, explica.

 

Nuevas perspectivas de la vida.

Rosario estaba rodeada por los residentes, todos los caminos también estaban bloqueados por ellos. Pero el pastor de su iglesia la ayudó, llevándola a la estación de autobuses. Finalmente, la cristiana se instaló en Villa de Las Rosas, un pueblo cerca de Comitán. Su esposo trabaja en otro estado debido a mejores oportunidades de trabajo y salario.

Además de cuidar a sus cinco hijos, Rosario dirige una granja de cerdos, creada con un microcrédito provisto por la organización Puertas Abiertas. De esta manera tiene una fuente de ingresos para mantener a la familia.

“Odiaba a todas estas personas, pero me di cuenta de que el odio no es bueno. Estamos comenzando una nueva vida, tratando de sanar nuestro corazón y olvidar todo por completo. Mis hijos todavía están resentidos. Me dicen que nunca quieren volver a nuestra ciudad natal”, asegura la creyente.

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