‘La Navidad de Charlie Brown’, según Schulz
Cuando a Schulz le ofrecen hacer algo especial para Navidad, patrocinado por Coca-Cola, nadie podía imaginar que iba a utilizar ese espacio como un púlpito para predicar el verdadero significado de estas fiestas.
Protestante Digital · 25 DE DICIEMBRE DE 2025 · 08:00
Todas las navidades se emite en Estados Unidos desde 1965 el programa especial que hizo Charles M. Schulz (1922-2000) con los dibujos animados del director, productor y actor mexicano Bill Melendez sobre “Una Navidad de Charlie Brown” –el protagonista de las tiras cómicas con el perro Snoopy que se conocen en inglés como “Peanuts” y han cumplido ahora 75 años–. En él, Carlitos se enfrenta al consumismo de estas fiestas sin risas enlatadas y con las voces reales de niños, junto a la música de jazz de Vince Guaraldi y un largo texto del Evangelio según Lucas en un lento episodio que nos sigue extrañando todavía hoy, cómo puede ser tan popular.
Aunque el cristianismo ocupa un lugar importante en la vida americana, no está bien visto reconocerlo públicamente de modo explicito desde los años 60. El contenido religioso desaparece entonces de la televisión comercial, para recluirse en pequeñas emisoras locales llevadas por iglesias y organizaciones religiosas, cuyo público se reduce al círculo limitado del “cinturón bíblico” estadounidense. Es la época de la ley prohibiendo en las escuelas públicas, oraciones (Engel v. Vitale) en 1962 o lecturas de la Biblia (Abington School District v. Schempp) en 1963.
La programación se hace totalmente secular con la sola concesión del árbol victoriano de Navidad y menciones al “espíritu” de estas fiestas, junto a la ubicua presencia de Santa Claus, frente a personajes como el avaro dickensiano Scrooge. Nada debía ser especialmente religioso y cualquier referencia tiene que ser aceptable para cualquiera, sea cual sea su credo. Cuando a Schulz le ofrecen hacer algo especial para Navidad, patrocinado por Coca-Cola, nadie podía imaginar que iba a utilizar ese espacio como un púlpito para predicar el verdadero significado de estas fiestas.

Snoopy en televisión
La televisión era un medio relativamente joven en los años 60. Comienza la década anterior, pero sólo en esos años empieza a ser algo universal, capaz de competir con las salas de cine. Schulz llevaba diez años rechazando ofertas para convertir sus tiras en una película o una serie de televisión de dibujos animados. El hombre que logró convencerlo fue un joven productor de San Francisco llamado Lee Mendelson. Es él quien le persuade para dejarse entrevistar en un documental sobre su vida y su obra, titulado “Un chico llamado Charlie Brown”.
Mendelson era un graduado de Stanford que había sido teniente de las Fuerzas Aéreas y trabajaba para el canal de la CBS en San Francisco, KPIX-TV. Este joven productor en la treintena acababa de ser premiado con un reputado galardón de Peabody por un documental sobre uno de los más grandes jugadores de beisbol, Willie Mays –emitido por la NBC en 1963–. Para ilustrar las entrevistas con Schulz, recurre al animador de Disney, Bill Melendez, un mexicano nacido en Hermosillo (Sonora) que había trabajado en “Pinocho”, “Fantasía”, “Dumbo”, “Bambi” y cortos del Pato Donald o el ratón Mickey, hasta pasarse a la Warner con sus “Loony Tunes” o “Merrie Melodies” del Conejo de la Suerte, Piolín y el Pato Lucas.
Melendez hizo para Schulz los primeros anuncios animados para la Ford con los personajes de “Peanuts”. Contactó con las principales cadenas de televisión estadounidenses –NBS, CBS y ABC–, así como veinte agencias de publicidad, para ver si estaban interesadas en producir el documental. Ninguna quería hasta que un año más tarde recibió una tarde una llamada de una de las agencias que visitó. Le dijo que tenían a Coca-Cola como cliente dispuesta a patrocinar un programa especial de media hora basado en sus tiras, algo que no se había hecho hasta ahora.
El árbol de Navidad
El vicepresidente de la agencia McCann-Erickson, John Allen, había estado leyendo un cuento de Hans Christian Andersen sobre un árbol de Navidad. La historia era sobre un pequeño abeto que en un bosque se veía insignificante ante árboles más grandes y viejo, hasta que lo decoran con ornamentos de Navidad. El árbol era un adorno habitual en los programas navideños de televisión. El principal competidor de Carlitos y Snoopy, “Daniel El Travieso”, acababa de hacer en 1961 un episodio especial en esas fechas con los personajes buscando el árbol adecuado para esos días.
A finales de los años 50 una empresa de Chicago había empezado a fabricar árboles de aluminio, que empezaron a decorar las oficinas de Estados Unidos con este elemento artificial en estas fechas. La historia de Schulz presenta a Charlie buscando un árbol de verdad. Carlitos está deprimido por la comercialidad de estas fiestas. Snoopy entra en un concurso de iluminación, Lucy se dedica a la inmobiliaria y Sally le pide a Santa que el regalo sea en metálico. Cuando por la tarifa de cinco dólares, Lucy le da “el consejo psiquiátrico” en su particular tenderete de que haga una obra de teatro en el colegio. Su “psicóloga de cabecera” cree que Carlitos necesita un proyecto para estar ocupado.
Los interpretes de la obra unen a su materialismo, el divismo con el que todos quieren ser el centro de atención. Lucy pretende ser la “Reina de la Navidad”, a Frieda le molesta el polvo de Belén, que arruina su ondulado pelo y Schroeder prefiere el jazz a una música apropiada para la escena. Desesperado, Carlitos se va con Linus a buscar un árbol de Navidad. Lucy le dice que sea artificial, pero él busca un pino de verdad.
¿Un programa infantil?
La animación se hacía entonces con actores adultos que imitaban la voz de niños. Era inconcebible que un niño pudiera leer esos diálogos sin experiencia ni carné del sindicato de actores. Lee Mendelson y Bill Melendez no entendían la demanda de Schulz de que sus personajes fueran interpretados por niños. Les hicieron pruebas a unos cuarenta y cinco niños entre seis y nueve años, pero esas frases no parecían corresponder a una mente infantil: ¿Qué niño se ha preocupado alguna vez por la comercialización de la Navidad?
Los problemas de Mendelson y Melendez con el creador de “Peanuts” no acababan más que comenzar. Todas las series cómicas llevaban entonces risas enlatadas, algo que Schulz odiaba. Pensaba que al público no había que dictarle cuándo y dónde reírse. Lee y Bill le dijeron que nadie prescinde de risas pregrabadas. “Pues este no va a ser el caso”, dijo Sparky –como familiarmente llamaban a Schulz–. La discusión llegó al punto en que Schulz se levantó y salió del cuarto, cerrando la puerta a sus espaldas. Mendelson se quedó boquiabierto, diciendo a Melendez: “¿A qué viene todo esto?”. A lo que el animador mexicano respondió: “Supongo que eso significa que no vamos a tener pista de risas”.
En lo único que Schulz cedió es en la música del programa. Sparky odiaba el jazz. Dos meses más tarde dijo a un periodista que le parecía “horrible”. En todo caso debían mezclar himnos tradicionales con la música de Vince Guaraldi. El compositor era conocido en el jazz como “Doctor Funk”. El disco con sus composiciones para “Peanuts” es todavía uno de los más vendidos en el mundo del jazz. Su tema para “Linus y Lucy” lo hace para el documental de Mendelson, pero lo interpreta en vivo en el Festival de Jazz de Monterrey, siendo el motivo de “La Navidad de Charlie Brown”.
Guaraldi era muy popular en San Francisco. Grabó allí la música del programa con un coro infantil de la Iglesia Episcopal de San Pablo en San Rafael, la localidad californiana cerca de donde vivía. Había trabajado ya antes con ellos para una obra de iglesia que estaba haciendo con música de jazz. Los niños sólo recibieron por ello un helado y cinco dólares por sesión. Sus nombres aparecen sólo en el libro de 2015 que hizo Stephen J. Lind para la editorial de la Universidad de Misisipi, “La religión de Charlie Brown: explorando la vida espiritual y la obra de Charles M. Schulz”.

La Biblia sola
En los años 60 menos del nueve por ciento de los programas de Navidad tenían ya claras referencias religiosas. “La Tribu Brady” de la ABC o “Bonanza” en la NBC podían mostrar a sus personajes cantando himnos de Navidad. Y aunque lo que nosotros llamamos villancicos tienen menos contenido bíblico que lo que en inglés llaman Christmas Carols, las canciones no iban acompañas de comentario alguno. “El Show de Lucy” en la CBS tenía un episodio el año 65 en que el jefe le prohíbe a Lucy que su coro de chicos cante en el banco. Cuando ella le dice que eso hacían en el pueblo de Danfield, el Sr. Mooney le dice que están en “una gran ciudad ahora”. A lo que Lucy contesta que “Belén también era un pueblo”. La respuesta de su jefe te muestra en que se había convertido ya la Navidad: “¿Qué tiene que ver Belén con los villancicos y el espí…espí..?”… ¡El famoso “espíritu de Navidad”!
Para escribir un programa entero especial de Navidad, Sparky creía que tenía que contar la base bíblica de estas fiestas. Cualquier otra opción sería traicionar sus convicciones personales. “¡Tenemos que hacer que Linus lea de la Biblia!”, dice a Bill y Lee. A lo que Mendelson contesta: “¡No se puede animar la Biblia!”. La respuesta de Schulz fue tajante: “Si vamos a hacer este programa y se va a poner esa noche, tengo que darle sentido a ello. No quiero que sea sólo algo divertido. Creo que tenemos que hablar del verdadero significado de la Navidad, por lo menos lo que es para mí”.
Mendelson le dice a Schulz que “eso no se ha hecho nunca”. Para él, “eso no se puede hacer, ¡es demasiado religioso!”. Sparky no estaba dispuesto a ceder en ello: “Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer?”. El papel que mandan a la agencia dice que el programa incluirá “escenas de invierno, una obra escolar, una lectura de la Biblia y una banda sonora que combina el jazz con música tradicional”. Antes de presentarlo a Coca-Cola, Allen hace que lo revise un anterior empleado de la CBS, Neil “Moon” Reagan, hermano del gobernador de California que fue luego presidente de Estados Unidos. A todo lo anterior, le añade un problema más: ¡Es demasiado lento!
Cuando Mendelson lleva la grabación a Nueva York, para enseñársela a los ejecutivos de la CBS, no sólo vieron el problema de su ritmo lento, la falta de risas enlatadas y las voces de niños, sino el contenido religioso. “Lo de la Biblia les atemorizó”, dice el productor a Lind. La cuestión es que tenía que emitirse dentro de una semana. Los periódicos de todo el país lo anunciaban y la Coca-Cola tenía contratado ya el programa como su principal publicidad para esas fiestas. Si lo retiraban, el público se decepcionaría con la cadena de televisión por no ver a Snoopy, pero también con la bebida refrescante que servía de patrocinadora. De hecho, habían firmado ya otro programa especial con Schulz para el verano sobre beisbol. Lo imposible se hizo así realidad.

Nuestra seguridad
El texto que lee Linus es del Evangelio según Lucas (2:8-14), según la versión tradicional en inglés de la Reforma del rey Jacobo o Santiago (King James), que antes se consideraba como la “Autorizada”. En el ejemplar de la Escritura que estudiaba Schulz cada día, se pueden leer sus comentarios al margen del relato del nacimiento de Jesús en el Evangelio según Mateo. Escribe que, para él, la Navidad es para niños cuando se tiene la fe de un niño para apreciarla. Habla de la pureza y santidad de Dios, conforme a la tradición evangélica en que Schulz se había formado: “para tratar con Él, ¡tenemos que ser santos y puros!”.

El sentido evangélico de esta escena no está sólo en la lectura del Evangelio, sino en un detalle que muchos pasan por alto. En medio de su discurso, Linus suelta la mantita que siempre lleva. Si Carlitos es conocido por su camiseta de rayas, Lino aparece siempre con una manta que le da seguridad. Nadie se la puede quitar. Es objeto de burla para todos, pero él no prescinde de ella hasta este momento. Ocurre en el instante en que dice: “la Navidad es toda sobre esto”. Lo hace justo en el momento en que lee las palabras de la Escritura que dicen: “¡No temáis!” (Lucas 2:10).
Jesús viene para alejar nuestros temores, librarnos de esos hábitos que no podemos romper. Es Él quien hace que podamos desprendernos de la falsa seguridad a la que nos aferramos, cuando confiados en Él, le abrazamos. No sabemos lo que el año que viene nos depara, pero nuestra seguridad está en el Cristo que ha venido a salvarnos.
Sólo en Él podemos tener paz ante un futuro desconocido.
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