El mandamiento más importante

La observación de Calvino me parece pertinente. Dios no se atiene a lo que mujeres y hombres pueden, sino a lo que deben.

24 DE JULIO DE 2019 · 17:00

Aaron Burden, Unsplash,biblia abierta
Aaron Burden, Unsplash

Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22:34-39).

Dos cosas pudieron mover a los fariseos a intentar comprometer a Cristo con sus preguntas: una, comprobar cómo el pueblo le seguía más que a ellos. Otra, ver que había reducido al silencio a sus adversarios, los saduceos. Esta vez se valen de un doctor de la Ley, un escriba, como lo señala Marcos, para proponerle una nueva cuestión, no ya de moral, sino de orden doctrinal.

La pregunta del fariseo tiene una máxima torcida. Su intención era tender con su pregunta una asechanza a Cristo.

El Señor responde señalando dos mandamientos que están en la Ley de Moisés (Deuteronomio 6:5; Levítico 19:18). Amor a Dios. Amor al prójimo.

Te adelantas a decir: Muy bien. Espera, no te precipites.

Oigo las oraciones en el culto del domingo: “Señor, tu sabes que te amo”.

¿Cómo lo amas? ¿Con todo el corazón? ¿Con toda el alma? ¿Con toda la mente?            

“Señor, tú sabes que te amo”, dijo Pedro a Jesús. Pocos días antes lo había negado, juró que no lo conocía.

El cuestionamiento del fariseo parece una pregunta sobre prioridades. Dios primero en tu vida, en mi vida. Pero ¿qué significa poner a Dios primero? Al decir con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente no deja parte ninguna del ser humano libre y desocupada para amar a otra persona, cosa, capricho, o cualquier objeto que consideremos digno de ser amado.

La observación de Calvino me parece pertinente. Dios no se atiene a lo que mujeres y hombres pueden, sino a lo que deben.

Vamos a ver: ¿cuál es el sentido de amar a Dios sobre todas las cosas? Amar a Dios hasta donde podamos, porque ese es nuestro deber.

Otro deber más: amar al prójimo como a nosotros mismos. ¿Cómo? ¿De qué manera? ¿Cuándo? Si amamos a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente así hemos de amarnos a nosotros mismos. Y si así nos amamos, con la misma intensidad hemos de amar al prójimo, nuestro ser más próximo. Dios pide que amemos al prójimo en la misma medida que nos amamos a nosotros mismos.

Dos observaciones. Una: hay prójimos muy difíciles de amar, no son seres amables: caracteres difíciles, temperamentos conflictivos, acciones insufribles. Algunos teólogos resuelven el dilema diciendo que amar al prójimo como a uno mismo no es otra cosa que tratarlo como racionalmente nos gustaría ser tratados.

Dos: ¿Y los que no se aman a sí mismos? Los que dicen: “esta vida es un asco, no merece la pena haber nacido, estoy cansado de vivir, etcétera”, ¿qué hacemos? Responde San Agustín: Acercarnos a ellos y hacerles ver lo equivocados que están. También es una forma de amarles.

Prioridad del cristiano, lo más importante: Anteponer el amor a Dios y al prójimo por encima de cualquier otra persona o cosa, tal como lo he escrito en párrafos anteriores.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Enfoque - El mandamiento más importante