El suicidio de pastores

El médico trabaja con pacientes. El carpintero con madera. El albañil con ladrillos. El pastor no. El pastor trabaja con personas.

27 DE MARZO DE 2019 · 18:00

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Nikko Macaspac / Unsplash

La noticia causó impresión y dolor en Estados Unidos. Andrew Staecklein, de 30 años, pastor de la Iglesia Inlands, en California, falleció el 25 de agosto de 2018 en un hospital del estado. El día anterior fue ingresado como consecuencia de un intento de suicidio. Deja mujer y tres hijos.

Según la esposa, Andrew predicó su último sermón el domingo 12 de agosto. Estaba alegre y departió con miembros de la Iglesia.

Hay más casos de pastores con el mismo triste fin.

¿Qué le pudo ocurrir? ¿Por qué se suicida un pastor de 30 años, predicador de éxito, con una esposa que le quería, tres hijos pequeños y sin problemas económicos?

Informaciones que he obtenido de mis lecturas en inglés afirman que el pastor padecía un cuadro de ansiedad causado por algunos miembros conflictivos de la congregación.

El refrán “no soy monedita de oro para gustar a todos” es también aplicable a la vida de iglesia. Siempre hay descontentos. Siempre hay críticos negativos con el trabajo del pastor.

Que una persona cualquiera decida quitarse la vida no es noticia en nuestros días. Pero que lo haga un pastor evangélico, al que se supone un alto nivel de relación con Dios y consejero espiritual de deprimidos, plantea algunos interrogantes.

Mi tiempo de relaciones con pastores evangélicos se prolonga a más de sesenta años en España, América Latina y Estados Unidos. En este país tuve un amigo, gran predicador, que se suicidó. Otros dos he conocido en México y en Colombia.

Existen pastores de fuerte personalidad a quienes los problemas de la Iglesia no los hunden; les hacen frente o se marchan. Otros no. Son hombres más débiles que interiorizan los problemas, caen en ansiedad, en depresión, no se suicidan, pero enferman, abandonan la iglesia y hasta la fe en Dios.

El médico trabaja con pacientes. El carpintero con la madera. El albañil con el ladrillo, y así hasta las profesiones de cada cual. El pastor no. El pastor trabaja con personas. Cada día más conflictivas en la sociedad moderna.

Miembros de familias que van a la misma iglesia y no se hablan entre sí, vigilando para saber hacia qué lado se inclina el pastor. Mayores que reclaman atención. Gente sin empleo que acude al pastor en busca de ayuda económica. Descontentos porque estiman que el pastor no les hace caso. Jóvenes al borde de la desesperanza.

¿Qué puede hacer un pastor ante la acumulación de tanta carga sobre su persona? ¿Precipitarse por un barranco como hicieron los demonios que martirizaban al joven de la parábola atado con cadenas?

El suicidio de aquel pastor en California ha hecho saltar las alarmas en muchas iglesias. El ministro de culto pastorea a los miembros de su iglesia. ¿Pero quién lo pastorea a él? Generalmente, el pastor se siente solo.

Los hay que ni siquiera cuentan con la ayuda de la esposa ni de los hijos, si éstos son mayores. Se sienten solos en medio de la congregación que el domingo alaba su sermón. El pastor solo está sin defensa, vierte lágrimas a escondidas porque la soledad es el egoísmo supremo del dolor.

El joven pastor californiano vive ahora en otra tierra. En esta aún podemos orar por su esposa Kayla y sus tres hijos.

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