Dios o el caos

En estos términos se expresan los ateos de todos los tiempos: “Dios no existe. Desliguémonos de Él” Pero si no existe Dios, ¿de quién quieren huir los ateos?

    05 DE DICIEMBRE DE 2018 · 09:00

    Nikko Macaspac / Unsplash,mar, naúfrago
    Nikko Macaspac / Unsplash

    Un hombre que vivió hace unos tres mil años, David, rey, caudillo y poeta, escribió estas palabras: “¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas”. (Salmo 2:1-3).

    Estos tres primeros versículos describen el odio del ser humano hacia Dios Creador.

    “Rompamos sus ligaduras”. Convirtámonos en nuestros propios dioses.

    ¿Pero acaso los lazos que nos atan al Creador están hechos de mimbres verdes que se rompen con sólo tirar de ellos?“Echemos de nosotros sus cuerdas”.

    En estos términos se expresan los ateos de todos los tiempos. Dios no existe. Desliguémonos de Él. Pero si no existe Dios, ¿de quién quieren huir los ateos? ¿De un ser inexistente? ¿De una sombra? ¿De cuatro palabras?

    En ningún otro lugar de la Biblia están tan gráficamente representadas las contradicciones sin rumbo del ateísmo.

    Dios no existe -dicen- pero lo combatimos.

    ¡Qué despropósito!

    ¡Que locura!

    ¡Cuánta sinrazón!

    En la crónica sobre un congreso de jóvenes filósofos celebrado en Oviedo, Asturias la bella, un periodista escribió estas palabras: “se discutía con pasión sobre Dios. No sobre su existencia, que casi nadie aceptaba. Intentaban describir su origen, su función y su presencia en el pensamiento y en la historia”.

    ¿Cabe mayor contrasentido, ridiculez más extravagante?

    Si Dios no existe, ¿para qué emplear horas, días, años, siglos a querer demostrar al mundo su inexistencia?

    Si Dios no existe, si no posee Documento Nacional de Identidad, ni tarjeta de Identificación Fiscal, si se desconoce la fecha de nacimiento, si nunca ha sido, ¿por qué se toman tanto trabajo los ateos en negar su realidad? ¿A quienes quieren convencer?.

    El ateísmo es una indigna mutilación del entendimiento humano. Y un rasgo de humorismo al querer cambiar el carácter de nuestros pensamientos, como en los versos de Rubén Darío:

    “Soy un sabio, soy ateo;

    no creo en Diablo ni en Dios…

    pero si me estoy muriendo,

    que traigan al confesor”.

    Ese Salmo 2 que estoy comentando define perfectamente a quienes no creen o no quieren creer en Dios.

    En realidad, si quieren romper las ligaduras que nos atan a Él, se quiere que Dios no exista, se quiere matar a Dios, porque Su presencia en la tierra estorba, rompe nuestros esquemas de vida, nos descompone el cuadro.

    Diría que más que ateísmo, lo que hay en nuestras sociedades llamadas cristianas es un anticlericalismo, una rebelión contra toda idea de religión.

    No se admite el pecado individual. Se habla de pecado social, pecado colectivo, como en aquella antigua canción de Jannette: “soy rebelde porque el mundo me ha hecho así”. Dios no puede condenarme a mí como persona. Ha de condenar a la sociedad en la que vivo, responsable de mi conducta, se dice y se canta.

    Si rompemos las ligaduras espirituales que nos unen a Dios. Si echamos de nosotros Sus cuerdas de amor, si nos amotinamos contra sus preceptos, si dirigimos nuestros pensamientos a cosas vanas, como querían aquellos insensatos que vivieron en tiempos del rey David, sólo nos queda el vacío, la nada, el caos

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Enfoque - Dios o el caos

    0 comentarios