‘Que Dios le maldiga’

Desea el bien incluso a tu mayor enemigo por muy difícil que te parezca. Nunca invoques para él cosas malas.

    24 DE OCTUBRE DE 2018 · 14:00

    Rosa marchita / Morguefile,Rosa marchita
    Rosa marchita / Morguefile

    Mi sistema de televisión alcanza a unas 100 cadenas de diferentes países. De vez en cuando veo la televisión cubana.

    El otro día informó sobre una riña entre mujeres de mediana edad que tuvo lugar en el corazón de la Habana vieja.

    En la pantalla apareció un grupo de mujeres discutiendo después de la pelea. Refiriéndose a otra que no formaba parte del grupo, una de ellas dijo a gritos: – “Le deseo que Dios le mande algo malo”.

    Recordé que la frase era común en España, especialmente en Andalucía: “que Dios te mande algo malo”; “que le salga algo malo y yo lo vea”, y cosas así.

    ¿Cómo podemos pedir al Dios de amor y de misericordia que envíe el mal a una criatura suya? ¿Pediríamos a un hermano carnal que deseara el mal a otro hermano? ¿Pediríamos a un padre que invocara el mal contra un hijo o contra una hija?

    En el libro de los Números leemos una de esas extrañas historias que figuran en el Antiguo Testamento. Balac, rey de Moab y enemigo de Israel llama a Balaam, profeta o simplemente adivino para que maldiga a Jacob y al pueblo judío. Esta fue la respuesta de Balaam:

    “¿Por qué maldeciré yo al que Dios no maldijo?” (Números 23:8)

    • Desear el mal a otros es una bajeza.
    • Desear el mal a otros es ir contra las leyes de Dios.
    • Desear el mal a otros son sentimientos diabólicos, no cristianos.
    • Desear el mal a otros no es amar al prójimo, como aconseja Jesús.
    • Desear el mal a otros es vivir a las puertas del infierno.
    • Desear el mal a otros es hacerle el juego al diablo, padre del mal.
    • Desear el mal a otros es tener el ánimo pervertido, delirio de la mente.
    • Desear el mal a otros es signo de perversidad.
    • Desear el mal a otros es ignorar que de Dios sólo viene el bien.

    La moraleja o lección del articulito es esta: No imites a la mujer de Cuba mentada al principio. Desea el bien incluso a tu mayor enemigo por muy difícil que te parezca. Nunca invoques para él cosas malas.

    “Bendecid y no maldigáis”, dice el sufrido apóstol Pablo (Romanos 12:14).

    Porque no es de cristianos, ni de razón humana utilizar nuestros labios para bendecir a Dios y para maldecir a quienes están hechos a imagen y semejanza de Dios (Santiago 3:9).

    No puedo decir esto a la señora de la Habana vieja, no la conozco, pero a ti, lector de Evangélico Digital sí te lo digo.

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