Origen del ateísmo

Historiadores han establecido sus orígenes en los antiguos filósofos griegos, en torno a los siglos V y VI antes de Cristo, considerando a Diágoras de Melos como el primer ateo.

Protestante Digital · 21 DE MAYO DE 2021 · 09:00

Foto de Peter Burdon en Unsplash CC.,hombre solo
Foto de Peter Burdon en Unsplash CC.

Algunos escritores abracadabrantes han dicho que la primera atea en el mundo fue Eva, porque ignoró a Dios y se inclinó al diablo. A mi parecer, hay que tener la mente encendida por la fiebre y la pluma torcida para situar en Eva el origen del ateísmo, si bien es verdad que el ateísmo está presente en varios textos de la Escritura inspirada. Este tema lo desarrollaré cuando escriba sobre el ateísmo en la Biblia.

Historiadores del ateísmo han establecido sus orígenes en los antiguos filósofos griegos, en torno a los siglos V y VI antes de Cristo, considerando a Diágoras de Melos como el primer ateo, lo que le dio bastante mala fama. Leucipo y Demócrito, los padres del materialismo, a quienes revivió Karl Marx al escribir sobre el materialismo histórico, defendieron la existencia de un mundo sin Dios.

Sócrates, nacido en el siglo V antes de Cristo y desnacido en el IV, no dejó escrito alguno. En el juicio que le condenó a beber la cicuta fue declarado de corromper a la juventud y de promover el ateísmo.

Su contemporáneo y discípulo, Platón, escribió mucho. Según Sartre, el punto fundamental de su doctrina es la teoría de las ideas. Ideas donde no está clara la existencia de Dios.

Discípulo preferido de Platón fue Aristóteles. En su testamento dejó escrito que para cumplir con un voto que hizo, a su muerte se levantaran dos estatuas de piedra a Zeus y a Atenas, una dedicada a él y otra a su mujer. Paganismo orillando el ateísmo.

Este ateísmo de tipo filosófico surgido en Grecia entre los siglos V y IV antes de Cristo, tuvo sus continuadores en naciones europeas al correr del tiempo.

Sabido es que la Edad Media discurre entre los siglos V y XV de nuestra era. La divulgación del ateísmo tuvo poco auge en Europa durante ese tiempo.

El escolástico inglés Guillermo de Ockham, fraile franciscano, fue acusado de ateo y desposeído de todos sus derechos a principios del siglo XIII.

La obra Personajes de la Historia Universal, publicada por Espasa, dice en el tomo V que el Emperador germánico Federico II fue excomulgado por el papa Gregorio XI hacia 1239 por su condición de ateo.

En el siglo XI el Vaticano establece la inquisición para combatir lo que la Iglesia católica consideraba herejías, más tarde aplicada sin discriminación a escritores, científicos, religiosos considerados heterodoxos y de manera más activa a líderes protestantes surgidos de la Reforma. El historiador Daniel Vicente documenta ateos condenados a muerte por la inquisición entre los siglos XVI y XVII.

  • Etienne Dolet, estrangulado y quemado en 1546 por ateo.
  • Giulio Cesare Vanini, estrangulado y quemado en 1619 por ateo.
  • Kamierz Lyszezynski, decapitado tras arrancarle la lengua con hierro al rojo vivo y quemarle las manos lentamente en 1689 por escribir un tratado filosófico en el que ponía en duda la existencia de Dios.
  • Jean–François de la Barne, torturado, decapitado y su cuerpo quemado, acusado por destruir un crucifijo. “En cuanto a acusados de ateísmo que se salvaron podemos encontrar a grandes figuras del pensamiento occidental tales como el materialista Thomas Hobbes, que consiguió salvarse negando los cargos del ateísmo”, dice Daniel Vicente.

Con el paso del siglo XIX al XX destacaron nuevos pensadores que se declararon abiertamente ateos: D’Holbach, Naigeon y otros franceses, como los autores de La Enciclopedia francesa, Voltaire, Diderot y D’Alembert. También el escocés David Hume, los alemanes Ludwing Feurbach, Karl Marx, David Straus, Friedrich Engels, el español Rogelio Ibarreta, quien tras escribir el libro ateo La religión al alcance de todos acabó pegándose un tiro en el casino de Montecarlo.

Después de la Segunda Guerra Mundial surge en Francia, cuna del ateísmo europeo, dos grandes filósofos: Albert Camús y Jean Paul Sartre. Camus, de madre española y padre francés, no era ateo. Es más, estuvo a punto de ser bautizado en una Iglesia evangélica. Sartre sí. Se definió a si mismo como existencialista ateo: “El ser humano es la única realidad por la cual todo sucede y posee el poder de construir la historia persiguiendo sus propios fines”. El ateísmo de Sartre, nada radical, está diseminado en libros como El ser y la nada, La nausea, Los caminos de la libertad, Crítica de la razón pura y otros.

Los últimos datos ofrecidos por la prestigiosa Agencia Gallup cuando escribo este artículo, abril 2021, indican que en la tierra que vivimos existen dos millones y medio de personas que no quieren saber nada de religión y dos mil millones de ateos radicales entre los siete mil millones y medio que poblamos la tierra.

Los diez países con mayor número de ateos al día de hoy son China, Japón, República Checa, Francia, Corea del norte, Alemania, Holanda, Austria, Islandia y Australia. Los ateos en España están calculados en quince millones, muchos para un país de 46 millones.

En América Latina el número de personas que no practican religión alguna constituyen el cincuenta por ciento de la población, pero sólo ocho de cada cien dicen ser ateos.

En la famosa novela de Gabriel García Márquez Cien años de soledad, a Arcadio Buendía no le convencen los libros que afirman la existencia de Dios ni los escapularios, medallas y estampitas que le lleva el cura Nicanor. Quiere prueba material de su existencia. En el laboratorio abandonado por el gitano Malquiades se propone obtener el daguerrotipo de Dios como esa prueba definitiva de su existencia que andaba buscando. No estaba loco. Arcadio Buendía era un ateo que quería ver el rostro de Dios, fotografiarlo y convencerse así de su existencia.

A posibles ateos que hayan tenido la paciencia de leer este artículo les digo: no esperéis ver a Dios para creer en Él. No. No esperéis, no se producirá jamás semejante milagro. Aceptad este otro, expuesto por san Pablo durante su estancia en Atenas: “Dios ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos”.

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