La necedad del ateísmo
El ateo anda siempre tras las huellas de Dios. Pero si cree que no existe ¿por qué lo persigue? ¿por qué escribe sobre Él?
13 DE FEBRERO DE 2020 · 17:00

Dice el necio en su corazón: no hay Dios (Salmo 14:1)
Un gran escritor mejicano ya fallecido, Carlos Fuentes, dijo en una conferencia pronunciada en la capital de su país: “El ateísmo es una mutilación del entendimiento humano. Una extirpación brutal de la verdad y de la vida”.
La prestigiosa Agencia norteamericana Gallup, especializada en asuntos de estadísticas, realizó una encuesta en 57 de los principales países del mundo para conocer el número de ateos que hay actualmente.
Este fue el resultado: De los 7.300 millones de personas que poblamos la tierra, 2.400.000 dicen que no quieren saber nada de religión y 1.500.000 se declaran ateos radicales.
El año 2008 los ateos de Estados Unidos se unieron para escribir y publicar una llamada “Biblia atea”. Está traducida a 15 idiomas. Yo la tengo en inglés y en español. Según los editores, se han vendido ya 25 millones de ejemplares en todo el mundo. Esto muestra el gran interés que despierta el ateísmo en nuestros días.
Aún cuando la Biblia auténtica, la nuestra, es el libro de Dios, también trata del antidios. Son aquellos que, según Job, “dicen a Dios: apártate de nosotros, porque no queremos el conocimiento de tus caminos” (Job 21:14).
Los Salmos 14 y 53 se refieren a estos ateos como personas necias. No solamente por negar a Dios, sino por las contradicciones en las que incurren.
Un gran director de cine español, Luis Buñuel, dice en una biografía que tengo entre mis libros: “Soy ateo, gracias a Dios”.
Lo más risible fue lo de Rubén Darío. En uno de sus poemas el poeta de Nicaragua escribió esto: “Soy un sabio, soy ateo, no creo en diablo ni en Dios pero si me estoy muriendo, que traigan al confesor”.
El ateo anda siempre tras las huellas de Dios. Pero si cree que no existe, ¿por qué lo persigue? Si cree que no hay Dios ¿por qué escribe sobre Él? ¿Por qué lo niega? ¿Es lógico negar a un ser inexistente? ¿Cabe mayor necedad?
El ateo se ampara en nosotros, en los creyentes. Si no existiéramos los que creemos en Dios tampoco existirían los que le niegan. Van a remolque de los que creemos.
Existe una historia real, aleccionadora, dramática en esto del ateísmo.
David Hume fue un filósofo ateo nacido en Escocia en el siglo XVIII. Hasta el día de hoy está considerado como un campeón del ateísmo. La “Biblia atea” lo cita con frecuencia.
Su madre era evangélica, pero él la convirtió al ateísmo. Cuando la madre moría entre fuertes dolores, Hume quiso confortarla con estas palabras. “Ten confianza, madre”. La anciana respondió llorando: “No puedo tenerla. Tú me has robado la fe”.
La madre de Juan el Bautista dijo a la madre de Jesús cuando las dos mujeres estaban embarazadas: “Bienaventurada la que creyó” (Lucas 1:45).
Bienaventurados los que no somos ateos. Bienaventurados los que creemos.
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