La parábola de la higuera estéril

Un texto muy apropiado para el inicio de un nuevo año, que contiene para nosotros cuatro grandes lecciones.

07 DE ENERO DE 2020 · 14:00

Predra6, Pixabay,hojas de higuera
Predra6, Pixabay

La parábola contada por Jesús sobre la higuera estéril y recogida por Lucas en el capítulo 13 de su Evangelio es un texto muy apropiado para ser meditado al inicio de un nuevo año.

A mi juicio, esta parábola contiene para nosotros, entre otras, cuatro grandes lecciones.

Primera lección: arrepentimiento. Cristo dirige la parábola a personas que se quejaban por lo que Pilato había hecho con un grupo de galileos. La historia de esta matanza, ocurrida lo menos treinta años antes, se recoge brevemente en Hechos 5:36-37.

La respuesta de Cristo se basa en el arrepentimiento. Si no se arrepintieran, también ellos morirían. No con muerte del cuerpo, con muerte del alma.

Tú que estás leyendo estas líneas, ¿te arrepientes de lo que pudiste haber hecho para Dios el año pasado y no lo hiciste?

Segunda lección: falta de frutos. He leído que una higuera suele producir frutos al primer año de plantada. Si no, al segundo. Todo lo más, al tercero. Cristo quiere indicar que el dueño de la viña esperó el tiempo máximo.

Tanto si eres hombre como si eres mujer, si de verdad te consideras cristiano o cristiana, tú estás en la tierra, vives para llevar frutos espirituales, almas convertidas al Señor. Jesús te lo recuerda: “os he puesto para que vayáis y llevéis fruto” (Juan 15:16).

Tercera lección: la paciencia de Dios.  El amo de la higuera esperó pacientemente muchos años a que diera fruto; aceptó la propuesta del viñador de cavar la tierra y abonarla, esperando que entonces dejara de ser estéril.

No es preciso ser gran conocedor de la Biblia para ver aquí la personalidad de Dios.

A pesar de nuestra esterilidad espiritual, la tuya y la mía, la paciencia de Dios no se agota. El Señor “es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno se pierda” (2ª de Pedro 3:9).

Cuarta lección: justicia y misericordia. Tres años sin ver fruto de la higuera, el dueño del terreno dio orden de cortarla. Dijo: “¿Para qué inutiliza también la tierra?”

Las higueras, grandes y robustas, chupan la humedad y la tierra de alrededor, inutilizando las plantas cercanas. Aquella higuera no sólo no daba fruto, sino que impedía darlo a otras plantas.

Dios nos ha concedido un año más de vida. Una oportunidad más en la tierra. Defraudado por la falta de fruto en nosotros, su justicia dice: ¡córtalo! Su misericordia implora: ¡déjalo otro año!

¿Tenías algún familiar o amigo que murieron el año pasado? Tú continúas vivo, continúas viva. La misericordia de Dios, nueva cada mañana, te ha dejado en la tierra un año más. Abonará tu corazón con  estiércol, es decir, te colmará de gracias espirituales para que resucites a plenitud de vida y estés en condiciones de llevar frutos que Él recogerá en la eternidad (Juan 4:36).

¡Se fue el año 2019! ¡Llegó el 2020!

Pasa a nuestro lado el tiempo y nosotros nos quedamos. ¡Y es el tiempo el que se queda, nosotros los que pasamos!

Tal vez nuestra vida no sea más que un sueño continuo, y un repentino despertar sea el instante mismo de la muerte.

Ante un nuevo año hemos de abrir bien los ojos y ver la diferencia entre lo temporal y lo eterno. Y contemplada esta diferencia, seguros de que hacia la eternidad caminamos, dedicarle a Dios todas las horas posibles en cumplimiento a Su voluntad.

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