Dios como misterio
Sin duda alguna, Dios habita en el misterio. Pero ¿esto es razón para no creer en Él?
21 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 15:00

Según el Diccionario de la Real Academia Española “misterio es todo lo que no podemos comprender ni explicar”.
Esto ocurre con Dios. Podemos y debemos creer en Él, porque como en el caso de Adán, nos busca desde el principio de la eternidad diciendo: ¿Dónde estás tú?
Hemos incorporado a Dios en nuestra vida a través de la fe, pero la razón no puede explicarlo, porque se desenvuelve en el misterio.
Ya planteaba el apóstol Pablo la existencia del misterio de Dios cuando a los romanos les lanza esta cadena de preguntas: “¿Quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a Él primero?” (Romanos 11:33-36).
Como haría un teólogo o un filósofo, Job roza el tema con más preguntas: “¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás a la perfección del Todopoderoso? Es más alto que los cielos” (Job 11:7-9).
Pablo pide a los colosenses que sean consolados sus corazones “a fin de conocer el misterio de Dios” (Colosenses 2:2).
A quienes se reunían en la Iglesia de Éfeso les dice que el misterio de Cristo estuvo “escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas” (Efesios 3:1-9).
Sin duda alguna, Dios habita en el misterio. Pero ¿esto es razón para no creer en Él?
La vida está llena de misterios que no tienen explicación racional, pero los admitimos.
La naturaleza es un misterio, la vivimos y la sufrimos, pero la aceptamos.
La vida es un misterio y en estos momentos la sentimos siete mil cuatrocientos millones de personas.
La muerte es un misterio y la padecemos a diario.
El alma es un misterio y ella nos lleva a un mundo al otro lado del mar.
El amor es un misterio y por amor enferman, se suicidan y mueren a diario personas en todos los países.
Efectivamente, Dios es misterio.
Es misterio en su identificación. En su Documento Celestial de Identidad sólo figura esta inscripción: “Yo soy el que soy”.
Es misterio en su origen: “En el principio, Dios”, sin explicarnos de dónde salió.
Es misterio en su localización: “Padre nuestro que estás en los cielos”. Demasiado alto para alcanzarlo. Por eso descendió El para alcanzarnos a nosotros en Cristo, revelador del misterio del Padre tal como lo explica Pablo en el tercer capítulo de la epístola a los Efesios, cuya lectura recomiendo.
Si, desde luego, Dios es misterio. En parte, también nosotros somos misterio.
Todos llevamos dentro la idea de nuestro propio misterio.
Para todos nosotros la vida es un misterio en construcción.
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