Los charcos
Los de mi infancia, y también los citados en la Biblia.
11 DE DICIEMBRE DE 2024 · 08:00

Después de la lluvia quedan los charcos que me suelen traer muchos recuerdos de mi niñez allá en el barrio La Falda de Bahía Blanca.
Era nuestro deleite vernos reflejados en ellos con toda la inocencia de aquellos años felices. Y de aquellos barquitos de papel que largábamos a navegar y que supo glosar en una canción Joan Manuel Serrat.
Años de pantalones cortos cuando para el piberío del barrio la lluvia era una de nuestras mayores diversiones, sobre todo el aroma a tierra mojada y al terminar el agua corriendo por la calle que se solían parecer a las del Napostá.
Pasados los años hoy la lluvia un poco me fastidia pero cuando escampa y deja los charcos me trae toda la nostalgia de aquellos lejanos tiempos.
Jorge Luis Borges, siempre sentencioso y genial, supo afirmar que en una de las sextinas del Martín Fierro ha dejado una de de las mejores imágenes de nuestra literatura relacionadas con los charcos y la tragedia del bebé asesinado, donde todo habla de tristeza: “Había un gringuito cautivo / que siempre hablaba del barco / y lo augaron en un charco / por causante de la peste. / Tenía los ojos celestes / como potrillito zarco”.
La gran escritora uruguaya Juana de Ibarbourou escribió un hermoso texto sobre los charcos. Dice Juana:
“Llovió esta tarde y frente a mi casa, en el empedrado lleno de baches, se ha formado un charco. Parece un pedazo de espejo tirado en medio de la calle. Al anochecer, sereno ya el tiempo, unos gorriones que tienen sus nidos enfrente, en el cerco de las campanillas azules, vinieron a beber de él. Fue luego un can vagabundo, flaco y peludo, que se acercó a apagar su sed en el charco. Ahora, al reflejar un trozo de cielo, se ha llenado de estrellas. Y mañana, al alba, se irisará con todos los colores de la aurora. Pero después, cuando pasen para el mercado los carros de verdura y de fruta, más un pesado casco de mulo desgarrará su agua serena. Y el sol, más tarde, lo absorberá gota a gota hasta que el bache vuelva a quedar seco, con un tiste aspecto de esqueleto. El charco, entonces, se habrá ido a las nubes, como dicen que las alamas de los buenos se van al cielo después de haber vivido su vida como hombre noble y soñador: apagando bondadosamente la sed de los dulces pájaros y de los perros sin dueño; reflejando estrellas; sintiendo en sus entrañas vivas la dura pezuña de los mulos que pasan. O, lo que es lo mismo: amando, soñando y sufriendo”.
Acaso no son glosados así en los poemas infantiles: “A pisar los charcos / a tocar el cielo, / a mirar las nubes / dentro de un espejo. Vamos muy de prisa / hay agua en la calle, / a pisar los charcos / que no falte nadie. Bailan las estrellas / en el firmamento, / reflejo en el agua, / corazón abierto”.
En “Charco de agua” el poeta Carlos Francisco Changmarín escribió: “La lluvia dejó un charco de agua, / como un anteojo / en la mitad de la plaza, ¡Charco de agua! En el piso están las nubes, / por abajo pasa el cielo… / y en el cielo está la torre de cemento. Las casas son acordeones / los carros pasan y pringan, Y cuando pasan las niñas… / nube, cielo, torre, / casas de acordeones tiemblan / cuando van ya muy arriba / de las piernas”.
Por eso los charcos después de la lluvia me traen mucha nostalgia y me recuerdo esas botas de goma que me compraron mis padres para que no me mojara los pies.
También SON citados en la Biblia.
En el 2º libro de los Reyes 3:16 podemos leer:
Y Eliseo dijo: “Dios dice que en este arroyo seco se formarán muchos charcos. Aunque no verán viento ni lluvia, este lugar se llenará de agua. Todos podrán beber agua, y también sus ganados y animales”.
Y en el libro del profeta Ezequiel 47:11 dice que “solo seguirán siendo salados los charcos y los pantanos, que no servirán más que para sacar sal”.
Es dable esperar que los cristianos seamos como charcos para apagar la sed de conocer al Señor Jesús que tiene la gente.
Hoy, a mis setenta y dos años los miro desde la ventana de mi casa de Valcheta y veo en ellos que un trozo de cielo se refleja, y también en ellos está un trozo de mi infancia perdida.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Desde Valcheta - Los charcos