Acuérdate de tu Creador
‘El polvo vuelva al polvo, como era, y el espíritu vuelva a Dios, que lo dio’
03 DE OCTUBRE DE 2023 · 08:00

El hermoso libro de Eclesiastés, cuyo nombre significa “quién convoca una asamblea” o simplemente “un predicador”, (del hebreo Qohélet), es uno de mis preferidos de toda la Biblia. Forma parte de los libros sapienciales y es atribuido al rey Salomón, dado que comienza diciendo “Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
Algunos estudiosos aseguran que “es una colección miscelánea de proverbios independientes, que habían estado en circulación oralmente y fueron reunidos en una antología sin atender a compatibilidad teológica”.
En mi caso siempre me ha emocionado la belleza del Capítulo 12, debido seguramente que a mis 72 años me comienzan a pasar los que señalan los versículos cuando llega la edad provecta.
Con maravillosas metáforas o comparaciones alude que “temblarán los guardas de la casa” refiriéndose a los brazos; “Se encorvarán los hombres fuertes”, o sea los hombros; “Cesarán las muelas, porque han disminuido”, la caída de dientes y molares; “Se oscurecerán los que miran por las ventana”, refiriéndose a las enfermedades de los ojos como cataratas y otros; “Las puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela, la sordera; “Cuando se levantará la voz del ave, y todas las hijas del canto serán abatidas, o sea la declinación de las cuerdas vocales; “Cuando también temerán de lo que es alto, y habrá terrores en el camino”, señala los obstáculos en el camino, como piedras, desniveles y otros. “Y florecerá el almendro” hermosa metáfora del cabello que va encaneciendo.
“Cuando se perderá el apetito”, menos ganas de comer. “Y los endechadores andarán alrededor por las calles”, es decir que ya se nota que quedan pocos años de vida.
Y todos esos males antes que “La cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro (el corazón), y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo (la vida) y el polvo vuelva al polvo, como era, y el espíritu vuelva a Dios, que lo dio”.
Y cierra el texto con una expresión muy frecuente en todo el libro ya incorporado al habla popular de casi todas las naciones: “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad”.
Un hermoso soneto del gran poeta argentino Juan Carlos Dávalos sintetiza con acierto todo el espíritu del libro, llamado “Paráfrasis del Eclesiastés”:
Hombre corto de días, harto de sinsabores, / conviene recordarte la antigua admonición: / ¿Qué importan tus mezquinos trabajos y dolores / en el mudar sin término que rige la creación? Pasas como avenida de aguas, como las flores / del desierto. ¡Cuán breve tu aliento bajo el sol! / Por mucho que te afanes, te encumbres y mejores, / ni aún en sueños goza de paz tu corazón. ¡Lámpara vacilante nomás tu entendimiento! / Un tanteo en tinieblas todo conocimiento / aunque los orbes midas del cenit al nadir. Y así desde el principio, renueva su pregunta, / ¡siempre la misma! cada generación que junta / una impotencia eterna al dolor de existir.
En mi caso personal y a estos años puedo decir que he sido un hombre feliz al conocer el evangelio de Cristo a una edad muy temprana y mis años jóvenes los viví en sus caminos.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Desde Valcheta - Acuérdate de tu Creador