El Dios de los poetas

En la literatura como en la vida misma Dios no puede estar ausente aún en los ateos, dado que su presencia sobrevuela en las ideas y el corazón de los hombres.

    26 DE DICIEMBRE DE 2021 · 08:00

    Irina Iriser, Unsplash,fuente de agua, fuente de luces
    Irina Iriser, Unsplash

    Desde diferentes enfoques los poetas se han ocupado de Dios. Podemos citar a varios que han dejado en sus obras pequeñas botellitas al mar como decía el escritor Leopoldo Marechal “con señales de naufragio”, como el gran nicaragüense Rubén Darío, ese gran desesperado cuando clama: “Hermano, tú que tienes tu luz, dame la mía”. En Darío el tema de Dios es recurrente en toda su obra poética y esperaba según su propio decir que aparezca “el caballo blanco que soñó el visionario”.

    En cambio, en el mexicano Amado Nervo, Dios está presente casi en todas sus composiciones y es el reflejo de su profunda fe evangélica. Supo sobreponerse a todas las contingencias de la vida y exclamar en su poema más conocido: “Vida, nada me debes, vida, estamos en paz”. No es la paz de los sepulcros, sino la paz que da el Señor.

    El extraordinario poeta y novelista peruano César Vallejo (su novela “El tungsteno” es imperdible) supo forjar su poesía siempre triste y melancólica, por no decir desgarrada, con ingeniosas y raras metáforas que son un verdadero hallazgo en nuestra literatura. Supo decir en uno de sus versos: “siento a Dios tan en mí”. Sin embargo, el Cristo de Vallejo es más una imagen de palabras que una certeza de fe. En su libro “Los heraldos negros” por demás conocido y leído, un aire pesimista campea por sus versos y llega decir en jun gran pathos de amargura “yo nací un día que Dios estuvo enfermo”.

    Leopoldo Marechal, tanto en sus poemas como en sus magistrales novelas, en especial en “El banquete de Severo Arcángelo”, marcó una búsqueda espiritual personal, impronta de su catolicismo primero y su conversión al protestantismo después.

    Su compañero de militancia y de lucha, mi amigo personal don José María Castiñeira de Dios, en cada uno de sus libros dejó una profunda impronta cristiana, auténtica y gozosa en toda su maravillosa experiencia.

    En la literatura como en la vida misma Dios no puede estar ausente aún en los mismos ateos, dado que su presencia sobrevuela en las ideas y en el corazón de los hombres, Esa búsqueda de lo absoluto que señalaban Balzac, Unamuno, Gabriel Miró y tantos otros-

    Y si hablamos del español Miró, no podemos dejar de señalar lo maravillosos poemas en prosa de sus “Figuras de la pasión del Señor”, cuya lectura recomiendo fervientemente. En una prosa subyugante relata la pasión y muerte de Jesús.

    Muchos poemas quedan en el tintero. Yo prefiero a los que sin nombrar a Dios lo sugieren en forma sutil.

    He dejado para cerrar esta breve nota al gran Antonio Machado y citar uno de sus más hermosos versos: “Anoche cuando dormía/ soñé ¡bendita ilusión! / Que una fontana fluía/  dentro de mi corazón.  Di, ¿por qué acequia escondida/ agua, vienes hasta mi / manantial de nueva vida/ de donde nunca bebí? / Anoche cuando dormía/ soñé ¡bendita ilusión! / Que una colmena tenía/ dentro de mi corazón. / Y las doradas abejas/ iban fabricando en él/ con las amarguras viejas/ blanca cera y dulce miel.  Anoche cuando dormía/ soñé ¡bendita ilusión! / Que un ardiente sol lucía/ dentro de mi corazón/ era ardiente porque daba/ calores de rojo hogar/ Y era sol porque alumbraba/ y porque hacía llorar.  Anoche cuando dormía/ soñé ¡bendita ilusión! / Que era Dios lo que tenía/ dentro de mi corazón”.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Desde Valcheta - El Dios de los poetas

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