Las sanidades de Jesús de Nazaret

Para Jesús la buena noticia del Reino tenía implicaciones inmediatas y liberadoras para la gente.

23 DE AGOSTO DE 2020 · 08:00

Jesús sanando a un ciego / Película,Jesús sanando a un ciego
Jesús sanando a un ciego / Película

Al irse Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritándole:

—¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!

Cuando entró en la casa, se le acercaron los ciegos,

y él les preguntó: —¿Creen que puedo sanarlos?

—Sí, Señor —le respondieron.

Entonces les tocó los ojos y les dijo:

—Que se haga con ustedes conforme a su fe.

Y recobraron la vista. Jesús les advirtió con firmeza:

—Asegúrense de que nadie se entere de esto.

Pero ellos salieron para divulgar por toda aquella región

la noticia acerca de Jesús.

Mateo 9.27-32

Sanidad, teología y Reino (*)

Las sanidades de Jesús de Nazaret eran una continuación del mensaje teológico y las enseñanzas transformadoras en torno al Reino de Dios. Esa singular y novel enseñanza de redención, liberación y esperanza, que se presenta en el Sermón del monte y se destaca en las Bienaventuranzas (Mt 5.1—7.29), incorpora de forma destacada y con intencionalidad el mundo de los prodigios y las esferas de lo sobrenatural.

En efecto, las narraciones de las enseñanzas y actividades del Señor, de acuerdo con los Evangelios canónicos, incluyen sus acciones milagrosas de sanidades de personas enfermas, liberaciones de cautivos espirituales y emocionales, resurrecciones de muertos y prodigios sobre la naturaleza.

Desde las perspectivas teológicas, el Reino de Dios era el cumplimiento de las antiguas promesas divinas al pueblo de Israel. Y desde los ángulos prácticos, los valores del Reino respondían a las necesidades concretas del pueblo, especialmente de los sectores más heridos, marginados y angustiados de la comunidad, como son las personas pobres, enfermas y espiritualmente cautivas.

Para Jesús de Nazaret, la buena noticia del Reino tenía implicaciones inmediatas y liberadoras para la gente; además, la predicación del evangelio propiciaba un ambiente de salud integral, de bienestar físico, espiritual y social, y de sosiego y paz, que ciertamente se fundamentan en la revelación de la voluntad divina y la implantación del Reino de Dios y su justicia.

El mensaje del Señor llegaba con fuerza a las antiguas ciudades de la Nazaret, Capernaúm y Jerusalén; irrumpía como un agente de bondad, misericordia y transformación, que se vivía no solo en la salud física sino en el bienestar emocional, espiritual, familiar, social, económico y político. Y en medio de esas dinámicas proféticas y educativas, los milagros y las sanidades juegan un papel destacado, singular y protagónico.

 

Salud, bienestar y teología

La comprensión antigua de la salud entendía que Dios se encuentra en el origen tanto de la salud como de la enfermedad. En efecto, desde la perspectiva de las Escrituras, el Dios bíblico es el Señor de la vida y la muerte, y las enfermedades eran vistas en relación con lo divino. Esa comprensión básica movía a las personas a relacionar el bienestar físico y emocional con la bendición de Dios. Pensaban que las enfermedades y los cautiverios espirituales eran signos claros del juicio divino o abandono del Señor.

En los tiempos bíblicos, los israelitas pensaban que las personas que disfrutaban de vidas saludables y prósperas, era porque tenían la bendición de Dios. También entendían que las enfermedades físicas, mentales y espirituales eran signos del juicio y rechazo divino. Era un mundo espiritualmente complicado, pues las enfermedades se relacionaban con infidelidades o pecados, que podían ser tanto públicos como privados, que necesitaban recibir el juicio y castigo del Señor. Inclusive, pensaban que los pecados y sus consecuencias nefastas podían pasar de generación en generación y de padres a hijos.

Las personas ciegas, paralíticas, tullidas, leprosas, lunáticas o endemoniadas, o espiritual y emocionalmente enfermas, en ese tipo de sociedad, no solo debían cargar el peso de las complejidades físicas y emocionales relacionadas con sus condiciones, sino que también vivían con un sentido de culpa, dolor y frustración. Entendían que estaban viviendo la maldición divina. Ese sector de la sociedad sufría una especie de triple marginación y angustia: sentía los síntomas y los dolores físicos, percibía el rechazo social por sus calamidades y vivía la angustia espiritual por ser rechazado por Dios.

 

Sanidades, enseñanzas y liberación

Ese era el ambiente ideal para que las sanidades cumplieran una doble función. Se liberaba a la persona enferma y herida por alguna dificultad física o emocional y se independizaba del martirio asociado con su condición. Además, la sanidad era liberación espiritual y teológica, pues las personas sanadas y liberadas pasaban del mundo de la maldición a las dinámicas gratas de la bendición de Dios.

Se movían, providencialmente, de las esferas nefastas de las maldiciones espirituales, a los ambientes gratos y liberados de la misericordia divina.

Esa teología de la sanidad, que se afirma con claridad en la declaración del Salterio (Sal 103.1-3), se pone claramente de manifiesto en la poesía de Isaías (Is 33.21-24). El profeta afirma con certeza que vendrá el día cuando, por el poder de Dios, la enfermedad ya no se manifestará en el pueblo:

Allí el SEÑOR nos mostrará su poder.

Será como un lugar de anchos ríos y canales.

Ningún barco de remos surcará sus aguas,

ni barcos poderosos navegarán por ellas.

Porque el SEÑOR es nuestro guía;

el SEÑOR es nuestro gobernante.

El SEÑOR es nuestro rey: ¡Él nos salvará!

Tus cuerdas se han aflojado:

No sostienen el mástil con firmeza

ni se despliegan las velas.

Abundante botín habrá de repartirse,

y aun los cojos se dedicarán al saqueo.

Ningún habitante dirá: «Estoy enfermo»;

y se perdonará la iniquidad del pueblo que allí habita.

(*) Este artículo se basa en mi nuevo libro en torno al ministerio del Señor que va a ser publicado por la Editorial Clie: Los milagros de Jesús de Nazaret. La fecha de publicación es febrero de 2021.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Desde un rincón en la Tierra Santa - Las sanidades de Jesús de Nazaret