‘Un mundo (post) feliz’
Anticipa Huxley ‘un Estado totalitario realmente eficaz’, un sistema que somete a sus ciudadanos pero de forma voluntaria.
28 DE OCTUBRE DE 2025 · 08:00
La televisión y el cine de hoy están llenos de distopías (utopías negativas) pero ninguna parece haber calado tanto en la conciencia colectiva como lo hizo la novela de George Orwell, “1984”, aparecida después de la Segunda Guerra Mundial, en 1949.
En ella, influido por el creciente totalitarismo que veía a su alrededor, Orwell describe una sociedad de control absoluto sobre el individuo que castiga al disidente no sólo con la muerte, sino con la desaparición de toda huella de su existencia.
Desde entonces, términos como “Gran hermano” y “policía del pensamiento” nos despiertan turbación y mal presagio.
Unos años después del lanzamiento de “1984”, en 1953, aparecería otra novela distópica que sumaría su fama a la primera: “Fahrenheit 451”, de Ray Bradbury. Se respira en ella el mismo totalitarismo impositivo de Orwell, aunque más enfocado a la banalización de la vida y, en especial, a la caza institucionalizada de libros ―que por ley debían ser quemados―, y de sus lectores, que solían terminar suicidándose.
En el mundo de Bradbury los libros representaban el último rezago de la cultura independiente y, como tales, debían ser exterminados por completo para que no hagan sombra a la dictadura.
Junto a 1984 y Fahrenheit 451, otra novela singular completa la llamada trilogía distópica y le da una nueva dimensión a este género. Se la conoce en español como “Un mundo feliz” y fue escrita en 1932, antes que las dos primeras. Su autor es el inglés Aldous Huxley, que fue maestro de francés de Orwell en el Colegio Eton de Londres.
Pero “Un mundo feliz” tiene un rasgo distintivo. Logra proyectarse más allá del totalitarismo despiadado de las otras novelas y anticipa lo que Huxley llama “un Estado totalitario realmente eficaz”, un sistema que logra el sometimiento de sus ciudadanos pero de forma voluntaria, acondicionándolos para que amen su servidumbre.
Huxley reitera esta idea en una carta que le envía a Orwell en 1949 con motivo de la recepción de su libro: “En el curso de la próxima generación creo que los amos del mundo descubrirán que el condicionamiento infantil y la narcohipnosis son más eficaces como instrumentos de gobierno que los garrotes y los calabozos”.
Con el paso de los años pareciera que los gobiernos occidentales le han dado la razón a Huxley, más que a Orwell o a Bradbury.
Lo que surge ahora ante nuestros ojos es un nuevo orden global similar al que anticipó “Un mundo feliz”, es decir, un mundo donde la ingeniería social se usa intensamente, pero de forma silenciosamente eficaz.
Un mundo donde el control tiende a ser excesivo e invasivo pero seductor, donde la idea de familia se pulveriza y donde la sexualidad se desnaturaliza hasta dejarnos inexplicados y esclavos de nuestras pasiones.
Pero, sobre todo, un mundo donde agradecemos el control con devoción, convencidos de que es por nuestro bien. Bienvenidos al mundo post-feliz.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Desde el Sur - ‘Un mundo (post) feliz’