Hegel y el adiós a la verdad

La claridad lógica y objetiva de los opuestos: si algo es blanco, no puede ser negro. Ya no.

02 DE SEPTIEMBRE DE 2025 · 08:00

Jarobert, Pixabay,mundo distópico, mundo locura
Jarobert, Pixabay

Cuando el filósofo alemán Friedrich Hegel propuso, en su libro de 1807 (“Fenomenología del espíritu”), su idea de la dialéctica -aquella que muchos resumieron después como: tesis + antítesis = síntesis-, lo hizo en un lenguaje tan abstruso y difícil que sólo una pequeña élite académica alcanzó a percibir el profundo cambio mental que se estaba planteando, un cambio tan disruptivo que dejaría atrás la manera en que los seres humanos entendieron el mundo desde el comienzo.

Hasta ese momento el mundo occidental (y, por qué no decirlo, el mundo entero) miraba la vida con la claridad lógica y objetiva de los opuestos: si algo es blanco, no podía también ser negro; si es sólido, no puede también ser gaseoso. Las cosas tenían un sentido claro y nadie dudaba de la existencia de la verdad. La máxima discusión que se alcanzaba al respecto sólo consistía en definirla.

Pero nada fue igual después de Hegel porque él no estaba planteando una nueva definición para la verdad o una simple variación de las existentes. Él estaba afirmando que la verdad final NO EXISTE y que, por tanto, lo único con lo que podemos contar los seres humanos a cada momento es con unaverdad” relativa y provisional, sin ningún fundamento objetivo ni absoluto o, dicho en términos individuales, con mi verdad (identificada en el sistema hegeliano como la “síntesis”).

Esta neo-verdad surge como resultado de la colisión de dos opuestos previos que se fusionan para formar un nuevo consenso. En otras palabras, con Hegel la verdad dejó de existir y fue reemplazada por la síntesis, algo tan diferente a la verdad que sólo fue llamada así para heredar su connotación de sentido.

Esta idea humanista (humanista en el sentido de que anula todo absoluto) y radical fue ganando adeptos. La élite filosófica alemana surgida de la Ilustración la adoptó como estandarte y la esparció por Europa. De allí saltó a los Estados Unidos y al resto del mundo conquistado por las potencias coloniales. 

Poco a poco, el nuevo concepto de veracidad relativa fue llevado al arte por los pintores impresionistas y todos los “ismos” que le siguieron, y a la música por Debussy. De allí dio el salto a la cultura general y, finalmente, inundó la teología. Hizo metástasis, entonces, en las masas a través de los medios de comunicación.

Para fines de los años 60 el proceso estaba tan avanzado que el filósofo Francis A. Schaeffer escribe: “La verdad, en tanto que verdad, ha desaparecido, y la síntesis con su relativismo reina”. Las décadas siguientes sólo consolidaron la falacia relativista y la agudizaron aún más.

Lo que tenemos hoy, en pleno siglo XXI, ya ni siquiera puede ser llamado “síntesis”, porque ya no es el producto derivado de una tesis y su antítesis. Lo que tenemos hoy es una especie de posverdad o, más bien, de anti-verdad, un espejismo de palabras sonoras con ilusión de sentido que han dejado de ser racionales y de basarse en consensos, para ser acaparadas e impuestas masivamente y de forma arbitraria por una pequeña élite global, a masas confundidas y temerosas.

Ya no hay tesis, ni tampoco antítesis. Lo blanco ha terminado siendo negro, la verdad ha terminado siendo mentira.

Gracias a Hegel el mundo emprendió el camino que nos condujo al salto al vacío actual, a este agujero negro inexpresable de la cultura de hoy donde todas las categorías son líquidas.

Adiós verdad.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Desde el Sur - Hegel y el adiós a la verdad