La voz del pueblo y la voz de Dios

La voz del pueblo a veces coincide con la voz de Dios, pero en contra de lo que sostiene la democracia popular, la voz del pueblo no es la voz de Dios.

    15 DE SEPTIEMBRE DE 2024 · 08:00

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    Pawel Czerwinski, Pexels

    El hecho de que, eventualmente en la historia, la voz del pueblo pueda haber coincidido con la voz de Dios, no debe hacernos pensar, como sostiene la democracia popular, que la voz del pueblo es la voz de Dios.

    Es por eso que la inclinación a agradar a los demás, por la que se busca sistemáticamente la aprobación de las mayorías, puede convertirse no sólo en una mala costumbre, sino en un lastre y una carga.

    Se puede producir bien en el anónimo nivel del entorno, bien en el ámbito de influencia de los individuos comunes, o bien en el de las decisiones de los gobernantes que afectan a todos los gobernados.

    Además, puede llevarnos a tomar decisiones equivocadas que no cuentan con la aprobación de Dios; en el ejercicio de una conciencia esclarecida e iluminada por Su Palabra y fundamentada en principios invariables derivados de ella.

    Por otro lado, puede llegar a ser un desorden mental que merma nuestro más auténtico y cabal sentido de amor propio, al hacerlo depender de fuentes que pueden ser (y son) tan volubles, cambiantes y caprichosas.

    Por eso, sin perjuicio de la posibilidad de agradar también a los demás en el proceso, debemos buscar primero y antes que nada agradar a Dios.

    Al margen de que, al hacerlo, nuestras decisiones puedan ser o no impopulares.

    Y tengamos la tranquilidad de que agradar a Dios y a los demás no es algo necesariamente incompatible ni mutuamente excluyente.

    Salvedad, no obstante, que no cambia nuestra obligación primaria expresada así por el apóstol:

     “… hablamos como hombres a quienes Dios aprobó… no tratamos de agradar a la gente sino a Dios, que examina nuestro corazón” (1 Tesalonicenses 2:4)

    Contrario a lo que se dice, la historia demuestra que por lo general la voz del pueblo está muy lejos de ser la voz de Dios.

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