El poder del dominio propio

La idea de ‘dominio propio’ no es exactamente la de una actitud pasiva, pusilánime o tímida ante la vida.

28 DE ABRIL DE 2024 · 08:00

Samuele Errico Piccarini, Unsplash,conducir coche, volante coche
Samuele Errico Piccarini, Unsplash

Una cosa es la cobardía y el temor paralizante que inhibe cualquier tipo de acción provechosa por parte de la persona y otra la prudencia, la sensatez y el dominio propio.

Estos últimos inhiben las acciones desafiantes, innecesariamente temerarias y arriesgadas, o las acciones pecaminosas autodestructivas a las que nuestra carne nos atrae e inclina.

Porque la idea que transmite la expresión “dominio propio” no es exactamente la de una actitud pasiva, pusilánime o tímida ante la vida.

Tampoco se limita a señalar tan sólo la facultad para refrenar con éxito las actitudes negativas o los impulsos procedentes de la naturaleza pecaminosa.

Su sentido verdadero consiste también en la disponibilidad de un gran poder o fuerza interior sobre la cual ejercemos completo control y que sabemos canalizar y enfocar en lo que en verdad importa y vale la pena:

“Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).

El libro de Proverbios declara:

“Más vale ser paciente que valiente; más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades” (Proverbios 16:32)

Es, pues, la paciencia un aspecto acompañante del dominio propio que distingue la calculada y reflexiva valentía de la temeridad impulsiva, impetuosa e insensata que nos conduce a la boca del lobo o nos embarca en empresas que nos superan y a las que no estábamos en realidad llamados.

El dominio propio es, pues, el correcto ejercicio de nuestra razón y nuestra voluntad en pro de esa manifestación práctica de sabiduría por parte de quien lo ejerce, que nos permite seleccionar acertadamente lo que debemos hacer y dejar de hacer

El dominio propio no consiste pues en carecer de poder, sino en ejercer sobre éste el control sabio y razonable que Dios nos otorga.

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