Perfectamente imperfectos

Existe un sentido bíblico en el que ya hay, actualmente, personas perfectas.

14 DE ABRIL DE 2024 · 08:00

Florencia Dalla Lasta, Unsplash,casa Gaudí
Florencia Dalla Lasta, Unsplash

La Biblia utiliza la palabra “perfección” en diferentes sentidos en relación con el ser humano. Uno de ellos, el más obvio, es, por supuesto, la perfección absoluta que, en virtud de la obra de Cristo a nuestro favor, nos está reservada a los creyentes por Dios en su reino establecido en la tierra con la segunda venida de Cristo, aunque por lo pronto no logremos disfrutar de ella en las condiciones actuales de nuestra existencia, transcurrida entre la redención llevada a cabo por Cristo en la cruz hace 2000 años y su consumación cuando Cristo regrese.

No obstante, la posibilidad de alcanzar esta perfección final, conforme a los anuncios y promesas que el evangelio nos hace en el sentido de que un día lo lograremos, dando así cumplimiento a todas las profecías bíblicas relacionadas con la iglesia en el contexto del Nuevo Pacto suscrito por Dios con la humanidad en Cristo.

Un pacto cuya proclamada perfección contrasta con las imperfecciones del Antiguo Pacto que fue, por lo tanto, meramente preparatorio; debe estimularnos constantemente a perfeccionarnos un poco más cada día en la medida de nuestras actuales posibilidades.

Así la meta de la anunciada y anhelada perfección siempre se encuentre más allá de nosotros, tan sólo como un faro que ilumina nuestra senda, pero al cual no lograremos llegar hasta nueva orden, de tal modo que, mientras esa nueva orden llega, nos hallemos imitando al apóstol cuando dijo: “No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí” (Filipenses 3:12)

Si bien Pablo admitía que ni él ni nadie diferente a Cristo podría pretender ser perfecto actualmente en el sentido absoluto que esta palabra evoca en primera instancia, acto seguido nos revela un aspecto en el que podemos, sin embargo, ser perfectos a pesar de todo, como lo da a entender al decir: “Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. Así que, ¡escuchen los perfectos! Todos debemos tener este modo de pensar. Y si en algo piensan de forma diferente, Dios les hará ver esto también” (Filipenses 3:13-15).

Y es que el adjetivo griego teleios que se traduce al español como “perfecto”, en el griego tiene dos matices o significados diferentes con los que Pablo juega en este pasaje, refiriéndose con este término, en primer lugar, a la perfección absoluta en el versículo 12, condición que en el pasaje que hemos citado admite que ni siquiera él lo ha logrado, sino que se limita más bien a mantenerse avanzando hacia esta meta.

Pero pasa a afirmar enseguida que existe un sentido en el que ya hay, actualmente, personas perfectas entre sus lectores, en cuanto a que han alcanzado ya la “perfección” o madurez necesaria en la fe para, al igual que él, admitir y confesar su imposibilidad de alcanzar la perfección absoluta en este tiempo y esforzarse simplemente por seguir avanzando hacia la meta, actitud madura que es, justamente, la que refleja la madurez ya alcanzada por ellos.

  • La perfección es una meta imposible de alcanzar en esta vida, pero debemos mantenernos en pos de ella para lograr la excelencia.
  • La gente madura se distingue porque nunca piensa haber alcanzado la madurez suficiente que Dios espera y requiere de nosotros.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - Perfectamente imperfectos