Dignos de confianza

La fe concierne a la confianza absoluta que el creyente deposita en Dios en su conversión y vivencia, pero también la que Dios deposita en el creyente.

16 DE AGOSTO DE 2023 · 08:00

Marc-Olivier Jodoin, Unsplash,atardecer, amanecer
Marc-Olivier Jodoin, Unsplash

El filósofo colombiano Nicolás Gómez Dávila escribió en cierta oportunidad algo que, a primera vista, puede parecer blasfemo al afirmar: “Si creemos en Dios no debemos decir: Creo en Dios, sino: Dios cree en mí”. Pero visto con detenimiento, no le faltó razón. Para entenderlo debemos recordar que la auténtica fe en Dios implica confianza, como se deduce de declaraciones como ésta: “Confía en el Señor y haz el bien; establécete en la tierra y mantente fiel. Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará” (Salmo 37:3-5); al punto de asociar la dicha a la confianza en Dios: “Señor Todopoderoso, ¡dichosos los que en ti confían!” (Salmo 84:12); dicha ratificada, a su vez, por los profetas: “»Bendito el hombre que confía en el Señor y pone su confianza en él” (Jeremías 17:7), ya que quien confía en Dios no será defraudado, pues: “Así dice la Escritura: «Todo el que confíe en él no será jamás defraudado»” (Romanos 10:11), ni tampoco quedará avergonzado, “y el que crea en Él no será avergonzado” (1 Pedro 2:6 LBLA), o conmovido: “Porque el rey confía en el Señor, y por la misericordia del Altísimo no será conmovido” (Salmo 21:7 LBLA).

Pero establecido lo anterior, la fe concierne no solo a aquella confianza absoluta que el creyente deposita en Dios en el acto de la conversión y la vivencia cristiana posterior, sino también la que Dios deposita en el creyente, como lo sostiene Pablo“Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros” (2 Timoteo 2:2), sin que esta instrucción exima a nadie en la iglesia en mayor o menor grado. Dios otorga, entonces, a sus hijos un voto de confianza inestimable que se antoja verdaderamente asombroso al considerar nuestra muy imperfecta y voluble condición humana.

Pero, de hecho, ser cristiano es también ser confiable ante Dios y ser confiable es, a su vez, ser fiel o leal a quien nos brinda su confianza. Es interesante observar cómo el vocablo griego “pístis” se puede traducir indistintamente, según el contexto, como fe, indicando con ello la acción de “confiar en alguien”, como se traduce en Romanos 5:1: “En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”, o también como fidelidad o lealtad, dando a entender el efecto de “ser confiable” para alguien, traducción que es la que encontramos en la mayoría de traducciones modernas al español de Gálatas 5:22: “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad”, confirmando así lo ya dicho. Sin embargo, hay que respetar la secuencia correcta a este respecto, pues en este caso el orden de los factores si altera el producto, siendo necesario confiar primero en el Señor para poder llegar a ser confiable para Él.

Este orden no puede alterarse sin fracasar en el intento, pues no es posible tratar de ser confiables para Dios sin haber confiado antes en Él en la persona de su Hijo Jesucristo.

Pero a partir del momento en que hacemos esto último sin reservas, podemos comenzar a cultivar con ventaja y de manera paulatina, creciente y consistente un grado tal de confiabilidad ante Dios que Cristo no duda en respaldarnos delante del Padre saliendo por fiador nuestro, poniéndose él mismo como garantía y como prenda a nuestro favor: “por eso, Jesús ha venido a ser fiador de un mejor pacto” (Hebreos 7:22 LBLA).

Conscientes de todo esto debemos evitar incurrir en algunas distorsiones o traiciones muy comunes a esta confianza que Dios deposita en quienes hemos confiado en Él, tales como el abuso de confianza al que hace así referencia el apóstol“Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!” (Romanos 6:15).

O también el poner a prueba a Dios, conforme a la advertencia en la ley mosaica: “»No pongas a prueba al Señor tu Dios, como lo hiciste en Masá” (Deuteronomio 6:16); reiterada por el Señor Jesucristo en el evangelio: También está escrito: “No pongas a prueba al Señor tu Dios” le contestó Jesús” (Mateo 4:7); y en las epístolas con posterioridad: “Tampoco pongamos a prueba al Señor, como lo hicieron algunos y murieron víctimas de las serpientes… Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer” (1 Corintios 10:9, 12).

Y por último, pero no menos importante, la distorsión de llegar a ver el cumplimiento de nuestras responsabilidades como pesadas cargas o imposiciones que terminamos, por ello, procurando eludir a toda costa, y no como lo que son: privilegios que en nuestra condición de hijos de Dios podemos disfrutar al trabajar y hacer nuestro aporte al avance de la empresa familiar, y no como sucedió con el hijo mayor de la parábola del hijo perdido que, a pesar de su obediencia externa, veía sus responsabilidades para con su padre como el trabajo de uno más de los jornaleros, como salta a la vista cuando se dirige a su padre de este modo: “… ‘¡Fíjate cuántos años te he servido sin desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con mis amigos!…” a lo que su padre le responde: “»‘Hijo mío le dijo su padre, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo” (Lucas 15:25-31), corrigiendo así su mentalidad de jornalero.

Así, pues, si logramos evitar estos falsos entendimientos de la confianza que Dios deposita en nosotros, llegaremos a ser, a semejanza de Moisés, personas de las cuales Dios pueda afirmar lo declarado en relación con él: “… mi siervo Moisés… en toda mi casa… es mi hombre de confianza” (Números 12:7)

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - Dignos de confianza