El mundo visible, reflejo del espiritual invisible
En las escalas de tiempo y espacio en que funciona la física cuántica la realidad invisible comienza a insinuarse con fuerza.
23 DE JULIO DE 2023 · 08:00

La física de Dios (1)
“La Física de Dios” es un libro de Joseph Selbie que se anuncia como la explicación de “la conexión entre la física cuántica, la conciencia, la Teoría M, la neurociencia y la trascendencia”, un título que no deja de sonar muy sugerente, estimulante y ambicioso al mismo tiempo.
Esta serie de artículos no pretende ser una reseña ni versión resumida de este libro, sino más bien una forma de abordar en un nivel comprensible estos complejos, pero fascinantes temas en los que la ciencia, la teología y la fe se entrelazan y encuentran hasta cierto punto, de maneras armónicas y en gran medida coincidentes y sorprendentes.
El libro en sí tiene mérito, pues logra colocar al alcance popular estos temas que son sin duda alguna de los más difíciles y especializados de la ciencia actual por el conocimiento de las matemáticas del más alto nivel que exigen de sus cultivadores y su carácter contraintuitivo, es decir, contrario a la intuición. Aunque carezco de esta formación matemática, mi talante apologético no me ha permitido mantenerme al margen de estos temas y su mediana comprensión conceptual.
A mi modo de ver, los descubrimientos de la física cuántica y las diversas teorías y enfoques asociados a ella que he podido comprender medianamente, siempre en un nivel conceptual y no en el nivel estrictamente matemático, corroboran o, por lo menos, son claramente compatibles con la revelación bíblica y la cosmovisión cristiana asociada a ella. En particular, con la afirmación en el Nuevo Testamento que dice: “Pero estos sacerdotes prestan su servicio por medio de cosas que no son más que copias y sombras de lo que hay en el cielo…” (Hebreos 8:1 DHH), en línea de continuidad con lo que el apóstol ya había dicho: “Todo esto no es más que la sombra de lo que ha de venir, pero la verdadera realidad es Cristo” (Colosenses 2:17 DHH), puntualizada finalmente por el ya citado autor de la epístola de los Hebreos: “Por tanto, era necesario purificar, con esos sacrificios, las copias de lo que hay en el cielo; pero las cosas celestiales mismas necesitan sacrificios mejores que esos” (Hebreos 9:23; 10:1 NBV), en alusión al sacrificio de Cristo.
Estos pasajes dan a entender que, de manera paralela a esta realidad material de la que formamos parte, existe una realidad mucho más determinante y si se quiere, más sólida, concreta y consistente que ésta con la que, de cualquier modo, aquella se halla íntimamente conectada en una sucesión de continuidad, al punto de que esta realidad actual de la que nuestros cuerpos físicos forman parte y de la que somos también más directamente conscientes a través de nuestros sentidos, no es sino una “sombra, “copia”, “esbozo” o “figura” de una realidad superior definitiva y permanente que sirve de fundamento, apoyo y sustento a ésta realidad perecedera mucho más frágil y difusa en la que nos encontramos.
En las escalas normales de tiempo y espacio en que nos desenvolvemos habitualmente en nuestras vidas cotidianas, esa realidad no es perceptible más que a través de la fe que la intuye y la experimenta, pero únicamente de manera fragmentaria y necesariamente subjetiva, siendo, por lo tanto, indemostrable en términos estrictamente científicos.
Pero en las escalas de tiempo y espacio en que funciona la física cuántica esa realidad de trasfondo comienza a insinuarse con fuerza en los modelos y construcciones matemáticas requeridas para poder estudiar las realidades cuánticas (es decir las relativas a las partículas más elementales en el nivel más increíblemente pequeño de la materia que constituye todo lo que existe a un nivel subatómico) y en las manifestaciones que podemos esperar de ellas, percibidas y medidas por sofisticados detectores mediante avances tecnológicos como los enormes aceleradores de partículas, de los cuales el más conocido es tal vez el Gran Colisionador de Hadrones del CERN, considerada la máquina más grande construida por el ser humano en el mundo.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - El mundo visible, reflejo del espiritual invisible