Alta crítica y teología liberal

Desde la óptica del cristianismo, con “amigos” como los teólogos liberales en general, no necesitaríamos enemigos.

14 DE MAYO DE 2023 · 08:00

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Conger design, Pixabay

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Lo primero que debo decir es que no pretendo hablar de manera especializada sobre la “alta crítica”, en primer lugar, porque es un tema muy técnico, árido y difícil de seguir para el cristiano del común, plagado de sutilezas y conjeturas que no pueden al final demostrarse de manera concluyente, pero que siempre y casi de manera invariable, terminan tendiendo una sombra de duda sobre la veracidad y confiabilidad que la Biblia reclama para sí y que se ha establecido ya con suficiencia por medio de las investigaciones y conclusiones combinadas de las llamadas “ciencias bíblicas”, a tal grado que los creyentes que aceptamos la Biblia por lo que ella dice ser: la Palabra de Dios inspirada y revelada a los hombres, tenemos un solvente fundamento racional y objetivo para creerlo así, más allá de nuestros tratos y experiencias subjetivas en relación con Dios en la persona de Cristo.

La alta crítica es, de hecho, una disciplina íntimamente relacionada con la llamada “crítica textual” (también llamada “baja crítica”) que ha prestado un invaluable servicio al cristianismo al establecer científicamente la fidelidad e integridad textual de nuestras Biblias actuales en relación con los manuscritos originales que ya no poseemos, pero que se reflejan en las múltiples y muy numerosas copias manuscritas más antiguas que sí poseemos de ella, desde los rollos de papiro y de pergamino y los códices más completos que tenemos que recogen toda o buena parte de la extensión de su contenido, como por ejemplo los códices vaticano, sinaítico y alejandrino; pasando por rollos de libros completos como los encontrados en Qumrán, hasta los fragmentos más pequeños hallados de ella, entre los cuales se encuentra el famoso papiro Rylands o P52, el texto más antiguo hallado de los evangelios canónicos que contiene tan sólo la porción de Juan 18:31-33 y, por el anverso Juan 18:37-38, y que data de aproximadamente el año 125 d. C., es decir tan sólo unas décadas después de haberse escrito de la pluma del apóstol, lo que demuestra la rápida difusión y copia que se comenzó a hacer de los escritos del Nuevo Testamento.

Sin embargo, la alta crítica, a diferencia de su pariente, la crítica textual a secas o baja crítica, no parece haberle prestado un gran servicio al cristianismo, pues desde posturas en mayor o menor grado especulativas que parten de la forma y el tipo de composición del texto y características particulares como lo son las cuestiones literarias del estilo, la sintaxis y el vocabulario utilizado por sus autores, así como los contextos, situaciones y coyunturas sociales e históricas más o menos probables en que se habrían escrito los libros de la Biblia, procede con mucha frecuencia a cuestionar la autoría humana tradicional de ellos y a establecer también fechas muchos más tardías de composición de una manera que, por mucho que presuma de objetividad científica, no deja de sonar algo arbitraria e incluso malintencionada al obedecer a una agenda que parte de postulados no demostrados, como por ejemplo la creencia axiomática en la imposibilidad de los milagros en general en lo que se conoce como “naturalismo científico” y, en conexión con ello, la imposibilidad de la profecía predictiva capaz de anunciar eventos con precisión siglos antes de que tengan lugar, como la que exhibe la Biblia.

No es casual que la alta crítica sea una disciplina mayormente asociada con la cuestionable teología liberal que ya abordamos de manera panorámica en la serie titulada “La teología liberal”. Y es ya de todos conocido el compromiso de la teología liberal con el naturalismo científico, al punto de hallarse prácticamente fuera de discusión; sesgo deshonesto que se pone en evidencia en muchas de sus conclusiones y revisionismos gratuitos emprendidos contra la Biblia a lo largo de su desarrollo, que cuenta ya, por cierto, con cerca de dos siglos de historia; muchas de las cuales han sido revaluadas y corregidas y han demostrado ser apresuradas y carecer del fundamento sólido que pretendían tener en su tiempo.

Por eso, si en algún momento decíamos en relación con la teología liberal que, desde la óptica del cristianismo con “amigos” como los teólogos liberales en general, en realidad no necesitaríamos enemigos (no olvidemos que un buen número de estos teólogos se declaran “cristianos”), pues más que exponentes del cristianismo, parecen más bien detractores de él infiltrados, cual caballo de Troya, dentro de las toldas cristianas para cuestionarlo o pervertirlo; así también tendríamos que decir que la alta crítica ꟷque es la punta de lanza de los teólogos liberalesꟷ, no sería más que “el abogado del diablo” que desde su aureola “científica” cuestiona sistemáticamente todas las afirmaciones históricas del cristianismo en relación con la Biblia, socavando así la fe de los fieles en la confiabilidad de las Escrituras para todos los propósitos de relacionarnos con Dios en los mejores términos y vivir de este modo la vida abundante que Cristo vino a traernos, haciendo de los cristianos y de la iglesia agentes de cambio social en su entorno, dignificando la condición humana y elevando los estándares en la calidad de vida de todos los hombres que acogen el evangelio de Cristo.

Por eso, dado que los teólogos liberales se han apropiado y arrogado para sí el rótulo de la erudición académica en temas bíblicos, presumiendo ser la avanzada más ilustrada y documentada en estos asuntos, haciendo sus pronunciamientos desde un pedestal de superioridad académica que por sí mismo debería acallar los cuestionamientos de la iglesia y de la teología conservadora, hay que decir antes que nada que la diferencia entre la teología conservadora y la liberal no es el mayor grado de erudición de la última en relación con la primera, sino los postulados de los que cada una de ellas parte, que en el caso de la teología conservadora consiste en la credibilidad que en principio, a raíz de nuestra experiencia de conversión a Cristo, nos merece la Biblia en cuanto a sus afirmaciones sobre su procedencia e inspiración divina, mientras que la teología liberal parte de la presunción de que la Biblia se equivoca y miente en cuanto a sus reivindicaciones y reclamos sobre la vida de los fieles, por el simple hecho de que defiende la posibilidad de los milagros en oposición al naturalismo científico con el que la teología liberal está comprometida.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - Alta crítica y teología liberal