Un mundo feliz ¿utopía o realidad?
La felicidad es tal vez la más fundamental y ancestral de las aspiraciones humanas.
09 DE OCTUBRE DE 2022 · 08:00

Un mundo feliz (1)
No deja de ser inquietante que las encuestas ubiquen reiteradamente a Colombia en el podio de los países más felices del mundo. Y digo inquietante, porque por un lado es esperanzador, ya que esto puede indicar que la felicidad no depende de las circunstancias externas inmediatas ‒que en Colombia están lejos de ser óptimas‒ sino de la disposición interna de la persona.
Pero por otro, puede ser el indicio de un conformismo resignado y escapista que se niega a reconocer y a asumir con toda la responsabilidad del caso las graves problemáticas sociales que agobian a nuestra nación.
Sea como fuere, la felicidad es tal vez la más fundamental y ancestral de las aspiraciones humanas. Los Estados Unidos la consagraron como un derecho en el preámbulo de su declaración de independencia y su idea de la felicidad está sintetizada en lo que suele designarse como “el sueño americano”, recreado en películas populares como la justamente llamada En busca de la felicidad, con la actuación estelar del actor Will Smith y su hijo Jaden.
No entraremos aquí en la consideración de si la felicidad es, en efecto, un derecho, pues esto depende de si se avalúa por referencia a Dios o a los hombres. Lo que si no puede negarse es que un mundo feliz es la aspiración universal de todo el género humano.
Aldoux Huxley escribió su novela más conocida y celebrada bajo el título Un mundo feliz, concibiéndolo con ironía como una sociedad totalitaria estratificada en castas diseñadas genéticamente y condicionadas mediante la combinación de un bombardeo continuo a la mente de consignas y lemas al mejor estilo conductista y una exaltación permanente de los sentidos mediante la satisfacción inmediata de todos los deseos, que no da tiempo a la gente de pensar y examinar las bases ideológicas de la sociedad en que viven.
¿Utopía o realidad?
En vista de lo anterior, cabe preguntarse si un mundo feliz no es más que una ilusión utópica irrealizable o una aspiración válida que tendrá cumplimiento cabal en el futuro.
En el marco del cristianismo la felicidad es una aspiración asociada al cumplimiento final y pleno de los propósitos de Dios en el mundo. El estado de beatitud o dicha eterna que Dios promete a todos los suyos en el marco del establecimiento final de su reino.
Todo cristiano auténtico no deja de estar motivado por el anuncio de un día en que escucharemos estas palabras de los labios de Dios: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” (Mateo 25:23).
Es que el cristianismo no concibe la felicidad al margen de Dios. En este sentido la felicidad es un asunto que tiene que ver más con nuestra relación con Dios que con nuestras circunstancias materiales externas, por buenas que puedan ser o parecer. Es famosa la frase de Agustín de Hipona que dice: “Tú nos hiciste para ti mismo, y nuestro corazón no hallará reposo hasta que descanse de nuevo en ti”.
John Stuart Mill dio en el blanco al afirmar entonces: “Solo son felices… quienes tienen la mente fija en cualquier otra cosa que no sea su propia felicidad”.
La felicidad no puede alcanzarse si se la convierte en un fin en sí misma, desligada del bienestar de los demás y, sobre todo, desligada de Dios que es el único que puede conceder felicidad consistente a los seres humanos que se rinden y consagran a Él con fe en la persona de Cristo y, gracias a Él, logran transformar sus malas actitudes y comienzan a ver la vida con otros ojos al punto que: “Para el afligido todos los días son malos; para el que es feliz siempre es día de fiesta” (Proverbios 15:15).
Porque la felicidad que depende tan sólo de las circunstancias inmediatas y de los bienes que se poseen es muy frágil y engañosa.
Seguiremos el fin de semana que viene con la segunda y última parte de este tema: "Un mundo feliz y la nueva creación"
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - Un mundo feliz ¿utopía o realidad?