Fe cristiana y 5 tipos de evolucionismo

Como dijo Albert Einstein: “Sólo hay dos maneras de vivir la vida: una como si nada fuese un milagro; y otra, como si todo lo fuera”.

24 DE OCTUBRE DE 2021 · 08:00

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madartzgraphics, Pixabay

Dijimos la semana anterior que existen fundamentalmente cinco planteamientos científicos en mayor o menor medida, que pretenden explicar el origen de la vida y del ser humano. El primero de ellos es suscrito por ateos y agnósticos. El segundo por agnósticos y teístas indistintamente. Y los otros tres por teístas cristianos en su mayoría.

Pasemos, entonces, a enunciar y describir de manera necesariamente sintética cada uno de estos planteamientos, algo que haremos la próxima semana.

 

1.- Evolucionismo naturalista ateo

Esta es la forma más radicalizada y extrema que ha asumido la teoría de la evolución de Darwin y su actual y más representativa exponente, la llamada “síntesis neodarwinista”, con la cual no podemos estar de acuerdo los cristianos en la medida en que niega a Dios y niega la especial dignidad humana. Pero, contrario a lo que se piensa, no es sólo por esto que debe ser combatido con firmeza, sino también debido a que obedece más a conclusiones especulativas y de carácter filosófico producto del deseo de sus promotores, que a hechos científicos comprobados e indiscutibles concretados con fuerza de ley. Además, desde el punto de vista de la lógica estricta, -no digamos ya desde el de la investigación empírica de carácter científico-, es muy difícil de sostener. Mucho más que el teísmo en cualquiera de sus formas.

 

2.- Diseño Inteligente.

Teoría que, con todo y ser polémica y criticada por una amplia gama de la comunidad científica, al calificarla injusta y equivocadamente como religión que se hace pasar por ciencia, no deja de tener cada vez más fundamento científico y generar cada vez más interés, logrando constituir de forma gradual y creciente un marco teórico que le permita encuadrar sus observaciones y predecir futuros hallazgos a pesar de ser muy joven, pues fue formulada en las últimas dos décadas del siglo XX. Como sea esta teoría, en el peor de los casos, puede ser compatible con el agnosticismo, pero nunca o, difícilmente, con el ateísmo. Pero al mismo tiempo, por el hecho de acudir a las matemáticas para inferir, por descarte probabilístico, un diseñador inteligente en un significativo número de estructuras biológicas al estudiar sus complejas pero muy específicas relaciones y reacciones físico-químicas (bioquímica, biología molecular), puede también ser completamente compatible con el teísmo cristiano y brindarle apoyo científico, de llegar a verificarse satisfactoriamente en la experiencia. Hoy muchos siguen intentando impugnarla sin éxito afirmando que no es más que la última teoría que apela al “Dios de los agujeros” o “de las brechas”, que caerá por tierra cuando estos agujeros en el conocimiento sean rellenados por los nuevos avances de la ciencia. Debemos seguir atentos, entonces, al desarrollo del Diseño Inteligente para ver si tienen o no tienen razón sus contradictores. Pero, de nuevo, no “amarremos” nuestra fe a esta teoría, por seductora que pueda ser para los cristianos y por cercana que pueda ser a nuestros afectos.

Ya entrando en el campo de la fe, encontramos las siguientes tres:

 

3.- Creacionismo de la tierra joven.

El creacionismo de la tierra joven es una postura asociada al fundamentalismo evangélico y suscrita por un buen número de cristianos. Un número casi mayoritario en los USA, si hemos de creer a las encuestas. Ha sido ridiculizado por los medios seculares, azuzados en buena medida por el estamento científico evolucionista en general, pero en especial por el estamento que se alinea con la primera postura mencionada (evolucionismo naturalista ateo), debido a que, por lo menos en sus inicios, sus mismos defensores brindaron oportunidad a sus detractores, como nos lo informa J. P. Moreland y John Mark Reynolds al puntualizar que este punto de vista ha estado: “a menudo plagado de defensores irresponsables y una torpe metodología científica”. Es la postura que se apoya en la lectura más literal de los primeros capítulos del Génesis y postula, en oposición a la evolución, una creación reciente de la tierra sucedida hace tan solo hace una o, a lo sumo, dos decenas de miles de años atrás.

Con todo y los ataques que han tendido a limitar muchísimo su, de cualquier modo, gran influencia popular, permanece viva y desde que uno de sus más representativos exponentes, el ingeniero hidráulico Henry Morris y su socio, el teólogo John C. Whitcomb dieron lugar al llamado “creacionismo científico”, sus planteamientos muestran cada vez mayor rigor científico y tocan, sobre todo, ciertos hechos evidentes cuya explicación es muy plausible a la luz de un diluvio universal como el que describe la Biblia, así como otras evidencias problemáticas o, por lo menos, muy inquietantes, para la cronología evolutiva. Sin embargo, carece todavía de un modelo teórico definitivo y su argumentación se centra por lo pronto más en atacar a la evolución que en ofrecer una hipótesis alterna científicamente verificable y satisfactoriamente consistente. Sea como fuere, debe permanecer como una alternativa susceptible de profundizarse y desarrollarse de manera estrictamente científica.

 

4.- Creacionismo progresivo.

Para nuestros propósitos, baste con decir que es otra postura muy emparentada con la anterior, pero que reconoce la antigüedad asignada a la tierra por la física, la cosmología, la geología y la paleontología actual, suscrita de lleno por la ciencia evolucionista, pues, supuestamente, estos enormes periodos de tiempo son fundamentales para que la evolución pueda operar a través de pequeños cambios graduales en las formas vivas mediante el principio naturalista de la justamente llamada “selección natural”, hasta llegar a la diversidad biológica que observamos hoy. Sin embargo, esta postura, aún concediendo lo primero (la gran antigüedad), no acepta esto último (la evolución naturalista) y, al igual que el creacionismo de la tierra joven, afirma la intervención directa de Dios en ciertos momentos puntuales del proceso creativo. Interpreta los seis días de la creación del Génesis como alusivos a las grandes eras geológicas y no a días literales de 24 horas en los cuales tuvo lugar toda la acción creadora de Dios. Si bien aparentemente hace concesiones a la ciencia en su interpretación de la Biblia, hay que decir que estas presuntas concesiones no son motivadas por el intento de acomodación de la Biblia a la ciencia evolucionista, sino que tienen antecedentes dentro de los mismos Padres de la iglesia como Orígenes y Agustín y por eso, desde el punto de vista de la teología, no se puede descartar acusándola de acomodación.

Sin embargo, hay que decir que, lamentablemente, parece por momentos haberse quedado atascada en el medio y no ser de buen recibo ni por los creacionistas de la tierra joven que deploran sus concesiones, ni por los evolucionistas teístas, que la siguen considerando demasiado conservadora. Con todo, sigue siendo una postura significativa y representativa de importantes sectores ilustrados del cristianismo que honran la Biblia y suscriben de lleno la doctrina de la inspiración verbal (es decir, palabra por palabra) y plenaria (es decir, en su totalidad) de ella y, por lo mismo, merece toda la consideración del caso.

Hay que decir finalmente que tanto el creacionismo de la tierra joven, el creacionismo progresivo e incluso la evolución teísta guardan afinidad con la teoría del Diseño Inteligente, pero no pueden igualarse a ella, debido entre otros a que en el Diseño Inteligente militan científicos tanto agnósticos como creyentes de diversas confesiones, mientras que el creacionismo en sus dos formas y la evolución teísta son posturas adoptadas casi exclusivamente por científicos cristianos, asociaciones inconvenientes que le hacen daño a la teoría del Diseño Inteligente y le brindan munición calumniosa a sus detractores para negarle su carácter científico.

 

5.- Evolución teísta.

Postura estigmatizada por gran parte de la comunidad cristiana de corte conservador que ve de entrada una contradicción de términos entre la evolución y el teísmo. Contradicción que conduce a la negativa de combinar ambos términos de forma conciliada en una sola expresión, considerando a esta postura casi como un velado ateísmo peligrosamente infiltrado dentro del cristianismo. Pero lo cierto es que esta postura no es de hoy, sino que aún con un bajo perfil, tiene ya su historia dentro de la tradición cristiana, y por lo mismo no obedece tampoco al deseo de acomodar la Biblia en el último momento a la postura dominante de la ciencia actual haciendo concesiones inadmisibles. Por el contrario, la evolución teísta cuenta entre sus filas con científicos de renombre que son al mismo tiempo cristianos convencidos y comprometidos, razón de sobra para escuchar sus planteamientos de manera atenta y desprejuiciada, en los cuales valga decir que siguen defendiendo el papel decisivo de Dios en el origen de la vida y del ser humano, −de conformidad con la Biblia−, aunque mediado por un proceso evolutivo natural pero no necesariamente naturalista, en el cual se vislumbraría sin lugar a dudas las maravillas de la providencial sabiduría divina de manera tan asombrosa como la que se verificaría de forma más inmediata en un evento manifiestamente milagroso de carácter aislado y ocasional, como por ejemplo la sanidad inexplicable y contra todo pronóstico de un enfermo desahuciado, evento en el que más que la sabiduría de Dios, se vislumbraría su poder.

 

Conclusión

En síntesis, la subsistencia y la mayor o menor vigencia de estas cinco posturas, todas ellas con una innegable medida de base científica y al margen de cuál o cuáles de ellas se impongan en el futuro de manera concluyente y terminante, -si es que alguna logra imponerse sobre las otras-, nos muestra que tal vez el meollo del asunto no está propiamente en los datos disponibles, sino en la manera de interpretarlos. La interpretación es, pues, fundamental en este asunto. Tanto la interpretación de la Biblia llevada a cabo por los teólogos cristianos, como la interpretación de los hechos estudiados y analizados por los científicos. Y eso nos conduce a un asunto recurrente en éste y en todos los temas prácticos relacionados con el cristianismo: la posibilidad o imposibilidad de los milagros. Para los creyentes en Dios, por simple lógica, los milagros siempre serán una posibilidad, como quiera que se les entienda. Para los ateos, los milagros son una imposibilidad. Y es con estas dos actitudes fundamentales previas que nos acercaremos siempre a los datos disponibles para proceder a interpretarlos.

Así, habría que considerar a Albert Einstein cuando dijo: “Sólo existen dos maneras de vivir la vida: una es como si nada fuese un milagro, y la otra, como si todo lo fuera”. Porque si entendemos los milagros no sólo como algo limitado o restringido a aquellas situaciones en las cuales las leyes habituales y el curso normal de la naturaleza se ven súbita, evidente y felizmente interrumpidos, dando lugar a acontecimientos en los cuales se vislumbra la benéfica y precisa intervención de fuerzas sobrenaturales incomprensibles e inexplicables para la ciencia humana, sino también en un sentido más amplio, definiendo lo sobrenatural  no meramente como aquello que supera o transgrede los límites de lo habitual, de lo cotidiano o de lo natural con sus leyes conocidas; sino también como la intervención divina en el funcionamiento del universo y de la vida humana, tendríamos entonces que darle la razón a Einstein en la frase del encabezado.

En efecto, en este contexto, sólo existen dos maneras de vivir la vida: una como si nada fuese un milagro, y la otra, como si todo lo fuera. El incrédulo, ciego por voluntad propia a la intervención divina, vive del primer modo. El creyente, gracias a la más amplia visión alcanzada mediante la fe en Dios, vive del segundo modo, obteniendo la facultad de ver la bondadosa mano de Dios en el funcionamiento de la naturaleza y en el desenvolvimiento de su propia historia personal.

Al fin y al cabo, como dijera Lee Strobel en consonancia con los descubrimientos de la ciencia moderna: “El funcionamiento cotidiano del universo es, en sí mismo, una clase de milagro continuo. Las «coincidencias» que permiten que las propiedades fundamentales de la materia ofrezcan un medio ambiente habitable son tan improbables, tan inverosímiles, tan elegantemente orquestadas, que requieren de una explicación divina”.

Así, pues, la ciencia actual, aún en el campo de la biología en general e incluso en el de la teoría de la evolución que se creía refractaria a la idea de Dios, está brindando renovado sustento a la perspectiva de vida del creyente y a la exhortación pronunciada por el apóstol para que los incrédulos cambien su estrecha perspectiva invitándolos a: “ser renovados en la actitud de su mente” (Efesios 4:23), de modo que puedan reconocer la cada vez más estadísticamente probable existencia de Dios con todo lo que ello implica.

La discusión sigue entonces abierta y cabe esperar que no pueda dirimirse nunca en el campo de la ciencia, por más que ésta avance en su conocimiento del funcionamiento del universo y de la vida. Es por eso que la fe en Dios nunca podrá ser declarada obsoleta por parte de la ciencia. Mucho menos en los tiempos en que estamos viviendo, en los que la ciencia nos está acercando cada vez más a Dios, a despecho de quienes se resisten a ello. Así, en relación con la evolución teísta, no podemos clausurarla sino mantener la discusión abierta alrededor de ella. Pero la evolución naturalista atea cada vez adquiere contornos más nítidos como un mito de la modernidad y nada más.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - Fe cristiana y 5 tipos de evolucionismo