Besos traidores y besos redentores

La traición de Judas no malogró nuestra redención, pero el hecho es que su beso traidor no es sólo suyo sino que es el beso de toda la humanidad.

04 DE ABRIL DE 2021 · 08:00

Helena Lopes, Unsplash,beso, madre hijo
Helena Lopes, Unsplash

Afirmaba el nobel de literatura Octavio Paz que: “¡El destino de toda idea grande es el de ser traicionada!… Cristo lo es a menudo por la Iglesia”. Muchos de nosotros no nos identificaríamos personalmente con el anterior diagnóstico, considerándonos ajenos a él. Pero lo cierto es que existen demasiados episodios de la historia humana que parecen dar la razón a esta afirmación.

Los acontecimientos finales de la vida de Cristo lo confirman, al tener que padecer en carne propia durante el transcurso del jueves santo, la dolorosa y conocida experiencia de la traición de uno de sus más íntimos allegados: “El traidor les había dado esta contraseña: «Al que yo le dé un beso, ese es; arréstenlo y llévenselo bien asegurado». Tan pronto como llegó, Judas se acercó a Jesús. ─¡Rabí! ─le dijo, y lo besó” (Marcos 14:44-45).

Y si bien la traición de Judas no malogró nuestra redención, sino que contribuyó a ella, el hecho es que el beso traidor de Judas no es sólo suyo sino que es el beso de toda la humanidad.

Tal vez su traición sea más frontal, consciente, directa y premeditada que la de Pedro; pero dejando de lado las comparaciones, gradaciones y matices a los que somos tan afectos para atenuar y justificar nuestras culpas, hay que decir que todo pecado es un acto de traición contra Dios. El teólogo R.C. Sproul se refería a él, precisamente, como un acto de “traición cósmica” contra nuestro Creador. Es por eso que el beso de Judas representa, incluye y contiene, de manera figurada o metafórica, muchos otros besos más sutiles de nuestra parte que vale la pena identificar, al igual que los besos que Dios aprueba y demanda de nosotros, debidamente correspondidos por los besos divinos que Dios, a su vez, nos prodiga.

 

Besos traidores

Comencemos por señalar, entonces, entre los besos pecaminosamente traidores, el de la idolatría: “Sin embargo, siguen pecando, pues se fabrican, según su ingenio, imágenes de fundición e ídolos de plata que no son más que obra de artesanos.

De ellos se dice: «Ofrecen sacrificios humanos y besan ídolos en forma de becerros»” (Oseas 13:2).

Otro es el de la fornicación: “… te librarán de la mujer ajena, de la adúltera y de sus palabras seductoras… Se prendió de su cuello, lo besó, y con todo descaro le dijo… he venido a tu encuentro; te buscaba, ¡y ya te he encontrado!… Ven, bebamos hasta el fondo la copa del amor; ¡disfrutemos del amor hasta el amanecer! Mi esposo no está en casa…    y no regresará hasta el día de luna llena»” (Proverbios 7:5-23).

Sigue el de la rebelión, como la fraguada de este modo por Absalón contra su padre, el rey David, para ganar las lealtades de sus súbditos: “Además de esto, si alguien se le acercaba para inclinarse ante él, Absalón le tendía los brazos, lo abrazaba y lo saludaba con un beso” (2 Samuel 15:5).

Continuamos con el del abandono por el que Orfa, a diferencia de Rut, se despidió de su anciana suegra Nohemí dejándola a su suerte: “Una vez más alzaron la voz, deshechas en llanto. Luego Orfa se despidió de su suegra con un beso…” (Rut 1:14).

No olvidemos el del engaño con el que Jacob abordó a su padre ciego, Isaac, con las vestiduras de su hermano mayor, Esaú, para obtener así la bendición que le correspondía a éste: “Jacob se acercó y lo besó…” (Génesis 27:27).

E incluso el de la nostalgia que nos hace aferrarnos a lo que hemos dejado atrás, impidiéndonos ir en pos del llamado que Cristo nos formula, para responderlo sin excusas ni dilaciones: “… -Permítame usted despedirme de mi padre y de mi madre con un beso -dijo él-, y luego lo seguiré”  (1 Reyes 19:20); “A otro le dijo: ─Sígueme. ─Señor ─le contestó─, primero déjame ir a enterrar a mi padre” (Lucas 9:59).

 

Besos santos

En oposición a todas estas formas de traición, Dios demanda de nosotros el beso santo: “Saluden a todos los hermanos con un beso santo” (1 Tesalonicenses 5:26), en sus variadas formas, tales como: el beso de la sinceridad: “Una respuesta sincera es como un beso en los labios” (Proverbios 24:26); el del amor romántico en la pareja bendecida por Dios en el vínculo matrimonial: “Ah, si me besaras con los besos de tu boca… ¡grato en verdad es tu amor, más que el vino!… ¡Ah, si fueras mi propio hermano, criado a los pechos de mi madre! Al encontrarte en la calle podría besarte, y nadie me juzgaría mal” (Cantares 1:2; 8:1); el de la bendición: “Luego el rey le dio un beso a Barzilay y lo bendijo, y Barzilay volvió a su pueblo” (2 Samuel 19:39); el de la amistad entrañable, como la de David y Jonatán: “En cuanto el criado se fue, David salió de su escondite y, luego de inclinarse tres veces, se postró rostro en tierra. En seguida se besaron y lloraron juntos, hasta que David se desahogó” (1 Samuel 20:41); el del respeto: “Moisés salió al encuentro de su suegro, se inclinó delante de él y lo besó…” (Éxodo 18:7); el de la fraternidad: “Salúdense los unos a los otros con un beso de amor fraternal” (1 Pedro 5:14); el de la reconciliación, como la de los enemistados hermanos Esaú y Jacob: “Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándole los brazos al cuello, lo abrazó y lo besó. Entonces los dos se pusieron a llorar” (Génesis 33:4); y el de la humillación y el arrepentimiento: “Llorando, se arrojó a los pies de Jesús, de manera que se los bañaba en lágrimas. Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y se los ungía con el perfume…” (Lucas 7:38-48). Sólo de este modo nuestra traición quedará cubierta con los besos divinos del perdón brindado por el padre al hijo perdido que regresa a casa: “Así que emprendió el viaje y se fue a su padre. Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó” (Lucas 15:20) y la justificación: “El amor y la verdad se encontrarán; se besarán la paz y la justicia” (Salmo 85:10).

Sin olvidar nunca que, a la postre: “Más confiable es el amigo que hiere que el enemigo que besa” (Proverbios 27:6)

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - Besos traidores y besos redentores