Usando las emociones a tu favor en pandemia

Nuestro universo emocional es tremendamente complejo y susceptible a la influencia de nuestra vida espiritual y física, dada la integralidad que conformamos.

25 DE MAYO DE 2021 · 16:00

Marek Studzinski, Unsplash,corazón colores, emociones
Marek Studzinski, Unsplash

¿Qué son las emociones?: somos seres integrales conformados por un cuerpo, una mente y un espíritu que se entrelazan para determinar quiénes somos y cómo decidimos ser.

Experimentamos la vida a través de nuestros sentidos y la interpretamos de acuerdo a los avatares de nuestra propia historia.

Desde lo biológico, cuando hablamos de las emociones, podemos decir que son cambios que suceden en nuestro estado anímico, que desencadenan reacciones bioquímicas en nuestro cuerpo, motivando muchas de nuestras conductas. Pero además, podemos afirmar que son la base de muchos de los síntomas que experimentamos en nuestro cuerpo, y también el origen de la mayoría de las enfermedades, cuando estas emociones no son saludables.

En la profundidad de nuestro ser juega un profundo y complejo sistema de emocionalidad que abarca nuestra vida, desde que éramos tan pequeños que necesitábamos del vientre materno para sobrevivir, incluyendo la etapa  de cuidados posteriores al nacimiento por un tiempo prolongado, para desarrollarnos y ser independientes.  

La vida emocional está forjada por experiencias que nos han brindado seguridad y satisfacción o que nos llevaron a experimentar vivencias de desamparo o incertidumbre. De muchas de ellas no tenemos registro consciente, porque no están alojadas en la memoria como los otros recuerdos a los que podemos recurrir de continuo, sino que han quedado  en nuestro sistema inconsciente, lugar de acceso nada fácil, pero aparecen, bajo ciertas condiciones, aunque no queramos.

En el tiempo de la gestación existe una comunicación inconsciente entre ambos, mamá y bebé, y allí es donde recibimos influencias y mensajes que quedan guardados y muchos de ellos se transforman en emociones o vivencias que generan angustia a lo largo de la vida como niños o adultos, y en las situaciones críticas como las que estamos viviendo, por ejemplo, nos posicionan en un lugar de gran vulnerabilidad.

A veces padecemos gran insatisfacción, desconcierto, angustia y podemos, o no, establecer el origen de esas sensaciones; nos encontramos luchando con malestares de los que a veces ni siquiera hemos podido hablar, porque tal vez desconocemos su origen y la razón de esos estados emocionales.

Nuestro universo emocional es tremendamente complejo y susceptible a la influencia de nuestra vida espiritual y física, dada la integralidad que conformamos. Sabemos que hacer ejercicio físico disciplinadamente nos mantiene en forma saludable, como así tener una vida espiritual activa, donde poder buscar y encontrar respuestas que puedan brindarnos una vida de equilibrio, esperanza y paz. Esto afirma esa integralidad que nos conforma y que debemos alimentar diariamente.

 

¿Qué nos está pasando hoy?

En estos tiempos que la humanidad está atravesando, las emociones se encuentran bombardeadas por estímulos difíciles de procesar, donde el desconcierto, la inseguridad, las pérdidas y el peligro nos golpean, involucrando a nuestras familias, nuestros trabajos, nuestra salud física y emocional.

Dijo Bertrand Russell: “Lo que quiere la gente no es conocimiento, sino certidumbre”, y justamente lo que hoy vivimos en la pandemia nos confronta con esa reflexión de vivir en medio de cambios permanentes, ya que la ciencia aun no puede establecer las pautas que esperamos acerca de muchos de los temas que hoy nos afectan a todos; los cambios y las nuevas disposiciones son parte de los avatares casi a diario, a lo que se suma una palabra que nos suena muy irritante, por lo polifácetica y atemorizante: ”riesgos”.

Imposible pensarlo sin tener que admitir que nuestras emociones ante esta crisis que se está prolongando más de lo que podíamos imaginar, nos ha llevado a hacer modificaciones continuas, generando nuevos comportamientos que afectan y modifican nuestro interior y nuestro entorno, y todo lo relacionado con el bienestar, el disfrute, la paz interior, y muchas veces dando lugar a la opacidad y el pesimismo, considerando los diferentes roles laborales y familiares en los cuales nos toque desempeñarnos.

Es importante destacar que los recursos que nosotros tenemos, que hemos forjado a través de la vida, por las situaciones superadas, por las lecciones de vida aprendidas, por nuestras vivencias espirituales, son las que definen las respuestas emocionales y nuestra capacidad para poder modular nuestros sentimientos en forma efectiva, en este tiempo de crisis.

Estas respuestas no sólo influyen en nuestro ser individual, sea en nuestra salud o en nuestro carácter, sino que también se traslada a nuestros vínculos más cercanos, tales como nuestra pareja, hijos, compañeros de trabajo y otras espacios donde pertenecemos, afectando el bienestar y creando situaciones de fricción, incomprensiones y rupturas muchas veces irreparables.

No es nada fácil lograr aceptación antes tantas irregularidades en todos los niveles, dado que nos sentimos en una situación de vulnerabilidad y desamparo, que nos afecta no sólo en lo personal, sino que la trasladamos a la incertidumbre familiar, que muchas veces tiene como base pérdidas dolorosas que nos cuesta superar, porque han creado un vacío imposible de llenar.

Al hablar de nuestras reacciones emocionales frente a todas estas vivencias inevitables, debemos tener en cuenta que los rasgos psicológicos de cada uno, son determinantes a la hora de transitar cada uno de los niveles citados, como así también las heridas que hemos recibido a lo largo de la vida, aunque hayan ocurrido en etapas distantes o en situaciones “olvidadas”.

El modo en el cual hemos construido nuestro sistema emocional y nuestra vida sentimental tendrá influencia en las perspectivas con que podamos ver el futuro y los desafíos que en adelante podamos vislumbrar, ya que las emociones se generan tanto por estímulos externos como internos, los que se producen por nuestros propios pensamientos.

 

¿Qué producen las emociones en mi cuerpo?

Las emociones generan reacciones biológicas, que se trasladan a diferentes partes de los sistemas que componen nuestro cuerpo: sistemas nervioso, cardiovascular, músculo esquelético, respiratorio y digestivo. Naturalizamos, muchas veces, sufrir de dolor de cabeza, acidez, contracturas musculares, trastornos, insomnio, malestares en la digestión, sin darnos cuenta que muchas veces son la base de procesos que pueden alterar nuestra buena salud creando enfermedades.

Ejemplo de ese proceso: si sufrimos acidez, a veces no identificamos que se produce frente a presiones laborales o familiares. Si no lo resuelvo, esa acidez (flujo excesivo y fuera de tiempo de los ácidos gástricos) puede transformarse en una gastritis (inflamación del estómago), que si no se soluciona, puede dar lugar a la formación de una úlcera (lesión en la pared del estómago), que de no tratarse eficazmente, puede llegar a constituirse en una úlcera cancerosa (en esa lesión se pueden desarrollar células malignas, desarrollando una enfermedad letal).

Ese proceso fácilmente verificable, también se repite en nuestro sistema emocional, haciendo de pequeñas y reiteradas preocupaciones, una alteración considerable de fluidos que alteran el funcionamiento normal tanto de nuestro cerebro como del resto de nuestros órganos, apareciendo malestares emocionales preocupantes y estados depresivos, que muchas veces cuesta admitir, por temor a tener que ir al psiquiatra.

Hay mitos que condicionan nuestras conductas con falsos temores y esto lo podemos observar fácilmente los psicólogos cuando detectamos ciertos síntomas que el paciente no puede manejar solamente con la terapia (ansiedad, insomnio, angustia). Es allí cuando necesitamos la ayuda del psiquiatra, que es médico y puede suministrar por algún tiempo la medicación adecuada.

El temor que automáticamente surge lleva a expresar cosas tales como:

  • No estoy loco para tener que ir al psiquiatra
  • La medicación te deja medio tonto y te desconecta de la realidad
  • No quiero tener adicción a medicamentos, porque empezás con uno y cada vez te dan más y terminás siendo adicto a los psicofármacos
  • Mi tía, después de empezar a tomar medicación quedó con la mirada diferente, y no quiero que me pase eso.

Los tratamientos que se dan en estos casos, suelen ser breves y su objetivo es disminuir la sintomatología para que el paciente pueda trabajar mejor las cuestiones personales que  los lleva a la consulta y en la realidad no tiene que ver en lo absoluto con ninguno de los mitos que cité anteriormente, que generalmente están asociados a enfermedades psiquiátricas y no a una situación temporal como se suele dar en este tiempo especialmente.

 

¿En qué tengo que ver con mis enfermedades?

La brillante neurobióloga y farmacóloga estadounidense, Candace Pert, hizo un cambio científico radical hace algunos años, dando lugar a una nueva ciencia, la Psiconeuroinmunoendocrinología.

Le dedico un capítulo a este tema en mi libro “Corazón Inteligente”, pero si nunca escuchaste acerca del tema, no te hagas problema, ya que hasta en muchas universidades desconocen esta ciencia, tal es así que en octubre del 2019 fui invitada junto a otras profesionales de la salud,  que viajaron desde México y Medellín, a presentar el tema desde los efectos del estrés, en la Universidad Pontificia Javeriana de Cali, Colombia. Tema inédito hasta el momento en esa prestigiosa casa de estudios.

La palabra Psiconeuroinmunoendocrinología seguramente te parece muy larga, pero si la analizás, te vas a dar cuenta que está formada por cuatro ejes que nos constituyen:

  • El psiquismo (sistema emocional y cognitivo)
  • El sistema nervioso (cerebro, médula y nervios)
  • El sistema inmunológico (defensa frente a la enfermedad)
  • El sistema endócrino (fluir de las diferentes hormonas)

Esta palabra en sí misma arroja un dato paradigmático que trataré de resumirte en las siguientes palabras: “Las emociones son las que desencadenan el fluir hormonal, que va a determinar el funcionamiento de nuestro ser físico y emocional, generando las posibilidades de experimentar salud o padecer enfermedad”. Muchas de esas emociones son desencadenadas a partir de nuestros pensamientos.

La teoría de esta científica, alude al innovador descubrimiento de que las emociones son moléculas generadoras de un circuito en el cual son activadas las diferentes glándulas de nuestro cuerpo, y que, de acuerdo a sus secreciones hay un estímulo favorecedor o depresor del sistema inmunológico que nos defiende de virus, bacterias y células cancerígenas.

Pert dice que la emoción es una molécula que viaja por nuestro cuerpo, entre los espacios de las células. En la superficie de cada célula hay receptores que captan esa emoción, y esta emoción actúa a modo de una llave en una cerradura. Pueden suceder dos cosas, como si la llave pudiera abrir hacia la derecha o hacia la izquierda:

  1. Cuando la emoción es positiva, desencadena el fluir de endorfinas, serotonina y oxitocina, que son hormonas y neurotransmisores altamente efectivos en lo que se refiere a favorecer el sistema inmune. Por ejemplo cuando nos reímos es cuando se liberan gran cantidad de endorfinas, y cuando nos abrazamos generamos oxitocina, la llamada hormona del amor, mientras que la serotonina es la llamada hormona de la felicidad. Todo lo que necesitamos generar en este tiempo.
  2. Cuando la emoción es negativa, se desencadena el fluir de adrenalina, noradrenalina y cortisol que son hormonas muy útiles sólo para determinados momentos de nuestra vida, como por ejemplo ante una situación de peligro en la cual tengamos que actuar defendiéndonos o escapando. Pero cuando el cortisol se segrega más de lo debido por nuestras emociones negativas, altera notablemente el funcionamiento del organismo humano, dado que el proceso que se genera es el mismo que el que se da en el estrés, que también genera una acción paralizadora sobre la digestión, el crecimiento, la sexualidad, dado que en un momento límite no necesitamos de esos sistemas. Lo más perjudicial es la depresión que produce en nuestro sistema inmunológico al atacar a los llamados linfocitos T, en su valiosa función inmunológica. Como dato complementario, el cortisol normalmente se segrega en nuestro organismo a las 8 am y a las 5 pm en menor cantidad.

Al pensar sobre estas dos acciones tan opuestas, no deberíamos dejar de preguntarnos  como individuos, cuál es la modalidad del fluir hormonal en cada uno de nuestros cuerpos, ya que, si bien estamos expuestos a todo tipo de información que llega a nuestros sentidos, muchas veces imprevisible, lo determinante es el estado emocional con el que decidimos en forma individual continuar el día y nuestra propia existencia.

El modo con que enfrentamos la vida es la que va a determinar si las emociones que se están generando en mi interior pertenecen a las llamadas positivas (amor, alegría, paz, paciencia, bondad, confianza, fe, esperanza, compasión, perdón, optimismo, etc.) o negativas (rencor, desconfianza, agresividad, depresión, angustia, incertidumbre, miedo, queja, desánimo, pesimismo, enojo, etc.).

Creo firmemente que lo que determina el transitar nuestra vida por uno de los dos senderos, es la decisión a conciencia de vivir con emociones positivas o negativas. Es un  tema de  la actitud con que decidimos desarrollar nuestra existencia, independientemente de las experiencias anteriores.

 

¿Qué emociones predominan en mí?

Es muy útil ponernos a pensar qué hay detrás de las emociones que experimentamos de continuo. Por ejemplo el miedo, es una de las clasificadas por Darwin como emociones básicas, que en un sinfín de situaciones nos ha resultado sumamente útil a la hora de enfrentar algún peligro y poder implementar la conducta adecuada para resolver creativamente la situación, por ejemplo frente a una situación de asalto.

También hay temores que han convivido con nosotros desde etapas lejanas, producto tal vez de descalificaciones que hemos padecido en etapas tempranas de nuestra vida que nos han posicionado interiormente en un lugar de desventaja frente al otro, y ese miedo es la amarga sensación de que “no estoy a la altura de lo que se espera de mí”. Cuando no tenemos resuelta la situación inicial, el foco del dolor, vamos a trasladarlo a las diferentes situaciones que podamos enfrentar y puede frustrarnos en lugar de crearnos la posibilidad de una sensación justa y un futuro mejor.

Emociones como éstas, provenientes de un mundo interior dañado, son las que debemos aprender a identificar y a cuestionar, ya que no nos benefician. Podemos preguntarnos qué sentido tiene experimentarlas, para poder llevarnos a la decisión de un cambio que es posible. Se puede salir de esa situación a veces con sólo perdonar a alguien, o a uno mismo, y el efecto liberador realmente es muy efectivo.

Así será posible mirar hacia el futuro viviendo y planificando una libertad emocional a la que tenemos derecho de acceder para disfrutar de una vida plena, tanto individualmente, como junto a mis vínculos más preciados.                       

A todos nos ha tocado vivir momentos traumáticos en la vida, situaciones que no querríamos recordar y que desearíamos que no hubiesen ocurrido, que no estuvieran en el desván de nuestra historia. Cuando no hemos podido sanar ese tipo de realidades y las consecuencias de los daños sufridos por esos sucesos, esas heridas dirigen nuestra vida emocional y conductas desde un lugar invisible, pero altamente nocivo, real y perjudicial.

 

¿Cómo hago?...estamos en pandemia

Lo perjudicial en este tiempo puede ser la sobreinformación que decidamos tener, que nos mantiene pegados a las malas noticias generando un espectro interior angustiante que modifica nuestro día y nuestro entorno.

Es importante tener acceso a las noticias, el tiempo necesario, y no dejar que fluya sólo una temática preocupante, sino que también nos enfoquemos en otras, permitiendo en primer lugar, poder participar de momentos gratificantes. También debemos  buscar  relacionarnos con amigos y familiares queridos, dentro de las formas permitidas, aunque sea tecnología mediante. Esto es muy efectivo, además del cuidado emocional individual que trabajamos más arriba, sumando el enriquecimiento con los vínculos más preciados, momentos que facilitan el fluir de las hormonas de la salud.

No debemos olvidar que una buena alimentación, rica en frutas y verduras, y la práctica de ejercicio físico, aunque sea una caminata diaria de treinta minutos, son un valiosísimo aporte aún en lo emocional, para que nuestra salud esté fortalecida y presente una barrera frente a la posibilidad del contagio.

Debemos alinear nuestra integralidad en cada uno de sus aspectos: cuerpo, mente y espíritu, ya que en un buen equilibrio de cada aspecto de nuestro ser, yace la posibilidad de una buena salud.

Y a no olvidarse… yo determino con qué emociones me quedo. Martín Lutero dijo: “No podemos evitar que los pájaros vuelen sobre nuestra cabeza, pero sí podemos evitar que hagan un nido en ella”. Animémonos a este saludable ejercicio, de elegir qué emociones dejamos pasar y cuáles decidimos anidar.

Te dejo un desafío para el momento en que pienses qué emociones podés elegir: la gratitud, de la que muy poco se habla, tiene un poder extraordinario en cuanto a la producción de dopamina, que es un neurotransmisor que actúa sobre diversas funciones cerebrales como el aprendizaje, la memoria, la motivación y los circuitos de estímulos que generan sensación de bienestar.

Cuesta experimentarla, porque tendemos a focalizarnos en lo que nos falta y no en la valoración de lo que tenemos, porque nos acostumbramos a los beneficios y muchas veces los identificamos como tales recién cuando los perdemos: la salud, el trabajo, nuestros seres queridos, nuestros amigos incondicionales…

¿Qué tal si hoy elegimos la gratitud y nos animamos a valorar todo lo bueno que tenemos?

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Corazón inteligente - Usando las emociones a tu favor en pandemia