Corrupción: la putrefacción que nos rodea

Hoy pesa sobre América Latina una penosa realidad que carcome sus cimientos y al mismo tiempo desdibuja su futuro.

    07 DE MAYO DE 2019 · 10:00

    María Teneva, Unsplash,manzana podrida, hormigas manzana
    María Teneva, Unsplash

    La iglesia frente a la corrupción, un

    problema que excede lo espiritual (1)

    Generalmente se ha asociado a la corrupción con un fenómeno de tipo moral y de economías subdesarrolladas. En ese sentido se ha intentado analizarla desde diversos puntos de vista, pero en líneas generales se han desarrollado premisas que no necesariamente son válidas en sí mismas o en forma aisladas.

    En ese sentido se ha supuesto que la corrupción es solo de la clase dirigente, solo sucede en países del Tercer Mundo, tiene que ver con la moral de las personas, es propia de la burocracia pública o privada, es de los demás, se puede explicar por la anomia social, entre otras inferencias. La realidad es que el tema es mucho más complejo y obedece a un conjunto de causas que van desde las espirituales hasta las económicas y organizacionales, pasando por las culturales y sociológicas.

    Nuestra realidad latinoamericana está atravesada por un mal endémico que tiene que ver con un conjunto de variables y factores políticos, económicos, sociales y culturales que analizaremos más adelante; un fenómeno multidimensional con aristas complejas que está enraizado en el orden social, nos referimos a la corrupción.

    En una primera aproximación los cristianos la asimilaríamos a la noción de pecado, de maldad. Etimológicamente, viene del latín corruptio (acción y efecto de destruir o alterar globalmente por putrefacción, también acción de dañar, sobornar o pervertir a alguien). En su raíz, del verbo rumpere (quebrar, partir, hacer pedazos, hacer estallar).

    El Diccionario de la Real Academia de España la define como: “Acción y efecto de corromper o corromperse”, “Alteración o vicio en un libro o escrito”, “Vicio o abuso introducido en las cosas no materiales. Corrupción de costumbres, de voces”, “En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores” (RAE, versión electrónica).

    Debemos reconocer que más allá de los posicionamientos personales, políticos e institucionales, las convenciones internacionales y los esfuerzos de varios gobiernos en el dictado de normas que acompañen el control y seguimiento de los actores políticos, financieros y empresariales, las consecuencias de la corrupción están a la vista y son ostensibles. Quizás sea el principal motivo del subdesarrollo de nuestros países y la pérdida de expectativa de los jóvenes que prefieren emigrar a otras latitudes para construir su destino en países con marcos legales y sociales más predecibles.

    Hoy pesa sobre América Latina una penosa realidad que carcome sus cimientos y al mismo tiempo desdibuja su futuro. Nos dice Roberto Laver:

    La corrupción sigue siendo uno de los impedimentos más importantes para el desarrollo político, económico y social de los países. En las últimas dos décadas, la gran mayoría de los países en desarrollo han hecho reformas anticorrupción tales como establecer procesos más transparentes en la gestión pública, crear nuevos mecanismos de control, tanto gubernamentales como sociales, e implementar sistemas de contratación de funcionarios públicos por concurso y mérito. Sin embargo, y a pesar de dichas reformas, estos países, tal como lo demuestran las mediciones de corrupción, no logran salir del círculo vicioso de este flagelo (2018, p.25).

    Vamos a ver más adelante que en la mayoría de los países de América Latina los índices de corrupción son altos y hay una creciente preocupación en la mayoría de la población por sus efectos y consecuencias.

    Será un tema a analizar la baja o pobre imagen de la iglesia como parte del conglomerado social, que no ha sabido reaccionar ante dicha problemática sea por acción u omisión, lo cual es percibido negativamente, en todos los casos.

    Nos toca dar respuestas, involucrarnos efectivamente, marcar diferencias, levantar la luz en medio de la oscuridad, finalmente hacer lo que decimos.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Con sentido - Corrupción: la putrefacción que nos rodea

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