El ministerio pastoral ¿en extinción?

Hay hombres y mujeres de Dios que son apóstoles de oficio y no de nombre, ante quienes «nos quitamos el sombrero»; pero existen otros que ni voltear a verlos provoca

    24 DE NOVIEMBRE DE 2018 · 18:00

    Ivars Krutainis / Unsplash,desierto, desértico
    Ivars Krutainis / Unsplash

    Decir que estamos asombrados es poco, por la gran avalancha o «promoción ministerial» que observamos durante la última década en la Iglesia del Señor en referencia a la multiplicación de apóstoles.

    Esta «fiebre» que algunos han dado por llamar «la apostolitis», se debe al cada día más creciente número de pastores a quienes elevan o se auto elevan a «apóstoles», como si el apostolado fuera un ascenso ministerial del pastor y no un ministerio entre los cinco nombrados por el apóstol Pablo.

    La Palabra de Dios revela que Jesús mismo «constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (Efesios 4:11-12). Aquí vemos claramente que tanto el apóstol como el pastor y los otros tres ministerios u oficios ministeriales fueron constituidos para construir y perfeccionar a los creyentes para que se cumpla la obra del ministerio corporal de la Iglesia.

    Estos cinco ministerios (del griego ‘domata’), son levantados directamente por Dios, le rinden cuentas a Él, son líderes formados divinamente para guiar, instruir, formar, son puntas de lanza y les siguen de manera natural los creyentes, quienes ven en ellos al Señor obrando. Entonces entendemos que tanto el ministerio del apóstol (don ministerial, del griego ‘doma’), como el del pastor, cumplen funciones totalmente diferentes, aunque se complementan.

    No es posible entonces entender cómo quien hoy es pastor, mañana -por obra y gracia de quién sabe quién- pasa a ser apóstol, como si se tratara de un ascenso ministerial, premio o condecoración que se le da al pastor por fundar X cantidad de congregaciones o porque la que pastorea pasó de cientos a miles de miembros. Nada más falso que ello.

    Los primeros, pero no los únicos, apóstoles iniciaron estas funciones tal y como lo dice Efesios 4:11, directamente constituidos por Cristo. Los sucesivos apóstoles, también llamados por el Señor directamente, debieron ser formados como ancianos, luego pastores, o evangelistas, o maestros o profetas; también fungieron en más de un oficio ministerial, quienes como Pablo estaban llamados a un apostolado, pero fueron también evangelistas, maestros, profetas, pastores; posteriormente recibieron el ‘enviamiento’ apostólico directamente por el Espíritu Santo y fue confirmado por un presbiterio.

    Hoy, muy a nuestro pesar, pasan de pastores a apóstoles como si de un grado universitario o ascenso ministerial se tratara. Muchos pastores -salvo honrosas excepciones- nunca han profetizado, predican pero no se les puede considerar maestros de la Palabra, han hecho una que otra labor evangelística; pero hoy se hacen llamar apóstoles, porque tal o cual les impuso ligeramente las manos y les «ungió» para un ministerio (doma) para el cual jamás han sido llamados.

    Para muestra tenemos que muy, pero muy pocos de los apóstoles modernos tienen las señales apostólicas a las que Pablo hace referencia en su segunda carta a los Corintios (12:12): «Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros». Si el mismo Pablo teniendo todas las señales y habiendo desempeñado poderosamente los otros cuatro ministerios tuvo que defender ardientemente su apostolado, porque algunos secesionistas, en aquellos días como hoy, aseguran que solo a los primeros doce se les podía considerar apóstoles; cómo osan llamarse actualmente apóstoles quienes no se les ha conocido más que un pastorado. Ser pastor es un honroso ministerio, pero a algunos ya se les hace «insuficiente».

    El apóstol es el doma más completo que existe, ni es un ascenso ni es una promoción que se le da al pastor «por su trayectoria». Nos van a perdonar nuestros consiervos ministros, pero el apostolado habla por sí solo en la vida de la Iglesia, goza de señales sobrenaturales, es un líder de líderes, progresista en lo que a fundar congregaciones se refiere y, sobre todo, no necesita una credencial ni imponer («chapear», decimos en Venezuela) su oficio ministerial porque TODOS le reconocen «por sus frutos». ¿Pueden decir esto muchos de los pastores que hoy se llaman apóstoles?

    Hay hombres y mujeres de Dios que son apóstoles de oficio y no de nombre, ante quienes «nos quitamos el sombrero»; pero existen otros que ni voltear a verlos provoca, porque nos da un no sé qué, al que bien podemos llamar «vergüenza ajena». No es apóstol el que se llame, sino aquel a través de quien Dios se manifiesta con esas señales y es un genuino imitador de nuestro Señor, «...el apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; el cual es fiel al que le constituyó...» (Hebreos 3:1).

    Nuestra intención no es denigrar ni ofender a quienes se llaman apóstoles, sino hacer un llamado a la reflexión para que paremos esta «apostolitis» aguda que afecta hoy a la Iglesia del Señor, y que hace parecer que el ministerio pastoral está en franca vía de extinción, en esta suerte de ‘evolución’ eclesiástica moderna.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - El ministerio pastoral ¿en extinción?

    0 comentarios