El cristiano es un agente de transformación
El Señor nos pide una metamorfosis en nuestra manera de pensar para poder cambiar nuestra manera de vivir.
04 DE AGOSTO DE 2024 · 08:00

La Palabra de Dios en el Nuevo Pacto deja bien claro el concepto de transformación personal, familiar, social y de las instituciones seculares a través de la acción de los cristianos que viven conforme a las Escrituras y son sal y luz en sus labores diarias.
La palabra transformación en la Biblia tiene una profunda connotación, no habla de un simple cambio externo, sino de una verdadera transformación espiritual, una que se produce en nuestro ser interior y de nosotros pasa a nuestra familia y a cualquier área de la sociedad, cambiando nuestro entorno y las diferentes instituciones de nuestra nación; eso es lo que el Señor espera de cada uno de nosotros.
El apóstol Pablo escribe en Romanos 12:2, «no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto».
Este mismo pasaje en la versión Dios Habla Hoy, expresa: «No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto»; aquí se nos muestra de manera más clara que ‘transformación’ y ‘renovación’ es un cambio, no cualquiera, sino uno radical.
Transformar significa: hacer cambiar de forma a alguien o algo; también: transfigurar, cambiar, variar, alterar, mudar, modificar, transmutar y metamorfosear (esta última es una transliteración del significado de este verbo en griego).
Transformar viene del griego ‘metamorfóo’, ‘metamorfosis’ en español, que es: transfigurar, cambiar, mudar (como fue «mudado Saúl en otro hombre», 1 Samuel 9 y 10); transfigurar (como sucedió con Jesús ante la mirada de tres de sus apóstoles); transmutar o metamorfosear (como sucede radicalmente con la mariposa, la rana, entre otros).
El Señor nos manda a vivir una metamorfosis en nuestra manera de pensar que traemos del mundo de donde nos rescató para que podamos cambiar nuestra manera de vivir. Significa que nuestro cambio o transformación debe ser mental (debemos resetear nuestro cerebro) y alimentarlo ahora con la Palabra de Dios; recordando lo que dice Pablo: «nosotros tenemos la mente de Cristo» (1ª Corintios 2:16).
Dios quiere transformar al mundo a través de nosotros. La voluntad de Dios es que seamos transformados con la Verdad y que luego nos convirtamos en agentes de cambio.
Cuando somos transformados al renovar nuestra mente conforme al Señor, cambiamos nuestra manera de vivir y es cuando podemos conocer integralmente la voluntad de Dios: «lo que es bueno, agradable y perfecto».
Las diferentes fases de la transformación
Como lo dijimos al principio, debemos ser primeramente transformados nosotros, para luego ir paulatinamente influyendo con las Escrituras y testimonio a nuestro entorno. Esto sucede en varias fases:
1.- Personal. Por medio de la fe, la Palabra de Dios penetra a través de la vista y el oído a nuestro ser interior, el espiritual, y esta produce nuestra conversión y regeneración. «Así que la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios» (Romanos 10:17).
El apóstol a los gentiles le escribió a su discípulo Tito esta reveladora verdad: Jesucristo «nos salvó, y no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo» (Tito 3:5).
Regeneración aquí viene del griego ‘palingenesía’: renacimiento (es el estado o el acto espiritual). Palabra compuesta por ‘pálin’: de nuevo, otra vez; y ‘génesis’: creación. Es el acto del nuevo nacimiento o nueva creación, pero espiritualmente. Esto fue lo que el Señor le explicó al líder judío Nicodemo (Juan 3).
Ese nuevo nacimiento espiritual nos lleva a integrarnos a la Iglesia para tener comunión con otros creyentes, ser alimentados y discipulados para luego nosotros ganar a otros, discipularlos y servir en la congregación, según el llamado que el Señor le haga a cada quien.
2.- Familiar. A través de nuestro testimonio Dios salva a nuestra familia también, pues la promesa de Dios es «cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu casa» (Hechos 16:31).
3.- Social: Influimos en quienes nos rodean a través de nuestras labores diarias, nos convertimos en sal y luz, y en un testimonio vivo de nuestra transformación entre quienes compartimos a diario.
4.- Política: Nuestra influencia transformadora alcanza a los lugares de decisión en el mundo. Por ejemplo:
• Ejecutiva: presidente, gobernadores, alcaldes transformados y regenerados para desempeñar una labor bajo la guianza del Espíritu Santo.
• Legislativa: influimos en los lugares donde se elaboran las leyes a nivel nacional, regional y municipal; las cuales deben ser acordes a la Biblia.
• Económica: influimos en las asociaciones empresariales, sindicales, colegios de profesionales y gremios donde nos desempeñamos.
• Educativa: transformamos y establecemos pautas y programas educativos, fundamos instituciones educativas y universidades sin la influencia secularista.
• Cultural: influimos en las diferentes manifestaciones culturales y artísticas que existen, bajo los principios escriturales.
• Medios: transformamos los medios de comunicación seculares, establecemos los nuestros e influimos a través de las redes sociales a toda nuestra generación.
Estas cuatro fases principales fueron las que normaron la vida de quienes salieron de la religión por medio de la transformación espiritual, en lo que se conoce como la Reforma Protestante, la cual los cambió a ellos mental y conductualmente, y luego ellos transformaron integralmente su entorno, sus países, a Europa y de ahí a Norteamérica, Latinoamérica, África, Asia y el mundo entero; hasta hoy.
Somos de los que trastornan
La Iglesia de Cristo siempre ha impactado su entorno social, institucional y gubernamental con el testimonio y la poderosa y transformadora Palabra de Dios. Todavía hoy debemos ser de los que trastornan familias, ciudades y países. El mundo debe decir de nosotros como decía de la Iglesia del primer siglo:
«“¡Esos que están trastornando el mundo entero, ya han llegado acá!”... “Dicen que hay otro rey, y que se llama Jesús”. Al oír esto, el pueblo y las autoridades de la ciudad se alborotaron» (Hechos 17:6-9).
Hemos sido transformados conforme al Señor (tenemos su Espíritu, mente y autoridad), entonces ¿por qué no estamos trastornando nuestra familia, entorno, ciudad y nación? Debemos revisarnos a la luz de la Biblia y la historia de la Iglesia y aplicar de inmediato los correctivos necesarios; porque si con Cristo no estamos transformando y recogiendo, significa que estamos desparramando.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - El cristiano es un agente de transformación