La llave maestra del Reino eterno
¿Cómo funciona? 5 pasos a la luz de la Palabra de Dios.
28 DE ENERO DE 2024 · 08:00

El mensaje y el bautismo de Juan el Bautista se centró en el arrepentimiento. Desde el principio de su ministerio Jesús predicó sobre el arrepentimiento. El arrepentimiento es un tema sumamente importante para Dios, pues es la base de toda la transformación que viene a nuestra vida; la llave maestra del reino eterno. Arrepentimiento y perdón de pecados van siempre de la mano, uno no funciona sin el otro.
La misma frase que usó Juan el Bautista, incluso el bautismo que practicaba, era el de arrepentimiento de pecados. Tanto el fundamento del mensaje de Juan el Bautista al introducir el reino (Mateo 3:1-11), como el propio Jesús que lo estableció con su predicación, muerte y resurrección, está centrado en el arrepentimiento de los pecados.
Arrepentimiento, viene del griego ‘metanoia’, que es el cambio de actitud o de propósito en la vida. Indica un regreso, un cambio de parecer, es un repudio del pecado para volver a Dios. También es un don de Dios producido por el Espíritu Santo que busca nuestra reconciliación con el Padre y que no debería ser rechazado, como lo expresa claramente el apóstol Pablo: «¿No te das cuenta de que menosprecias la benignidad, la tolerancia y la paciencia de Dios, y que ignoras que su benignidad busca llevarte al arrepentimiento?» (Romanos 2:4).
Arrepentimiento es una decisión y responsabilidad humana, tal y como se lo señaló el apóstol Pedro a Simón el mago tras su pecaminoso proceder: «Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón» (Hechos 8:22).
Es necesario entender que arrepentimiento va siempre unido a perdón de pecados, lo cual vemos en el mensaje de Jesús resucitado a los dos discípulos suyos que iban camino a Emaús: «Entonces les abrió el entendimiento para que pudieran comprender las Escrituras, y les dijo: “Así está escrito, y así era necesario, que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día, y que en su nombre se predicara el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando por Jerusalén”» (Lucas 24:45-47).
La llave maestra del reino eterno en sí, es el arrepentimiento. El Bautista fue delante del Señor hablando de arrepentimiento por el acercamiento del reino y al poco tiempo Jesús encarna el Nuevo Pacto que trae el reino, es Cristo mismo quien nos enseña desde el inicio de su ministerio que es necesario un arrepentimiento genuino; «desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir: “¡Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado!”» (Mateo 4:17).
Jesús habla del arrepentimiento como principio de todo, como esa llave maestra que abre el reino eterno para los humanos pecadores urgidos de redención. El Señor encarnó el mensaje del Antiguo Testamento, que en su esencia y casi totalmente conducía a los hombres y al pueblo de Israel al arrepentimiento, poniéndolo a la cabeza del mensaje del Nuevo Pacto y como una condición sine qua non para entrar al reino eterno.
¿Cómo funciona la llave maestra?
Hay cinco pasos para el arrepentimiento, a la luz de la Palabra de Dios:
1- Oír la Palabra. «Los que son de Dios la Palabra de Dios oyen».
2- Ser redargüidos por el Espíritu Santo.
3- Confesar los pecados.
4- Pedir perdón al Señor Jesús (para ser lavados por su sangre) y recibirlo como nuestro único Salvador. «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros» (1ª Juan 1:9-10).
5- Dar fruto. Cristo espera que llevemos fruto como producto de nuestro arrepentimiento. «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto» (Juan 15:2).
Jesús presentó una marca distintiva del cristiano genuino: «Por sus frutos los conoceréis». La voluntad de Dios es que todos se arrepientan; «el Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; más bien, es paciente para con ustedes porque no quiere que nadie se pierda sino que todos procedan al arrepentimiento» (2ª Pedro 3:9).
Arrepentimiento, un mensaje permanente
Desde el Antiguo Testamento hasta el Apocalipsis el llamado de Dios es al arrepentimiento. Desde Caín, Dios está llamando al pecador al arrepentimiento. Al pactar con Salomón tras edificarle el templo a Dios, el Señor le habló de arrepentimiento; «si se humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi nombre, si oran y buscan mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra» (2 Crónicas 7:14).
Aquel templo ahora somos nosotros como cristianos (1ª Corintios 6:19), así que las exigencias divinas siguen siendo las mismas. En Apocalipsis 2 y 3 el Señor le exige a seis de las 7 iglesias que se arrepientan para poder recibir sus bendiciones eternas.
La falta de arrepentimiento se debe al orgullo y la altivez, porque arrepentirse es humillarse ante el Señor, por lo que no arrepentirse es una muestra de orgullo y altivez.
Sin arrepentimiento no hay bendiciones
Si alguien no se arrepiente no recibe perdón; es decir, se mantiene en enemistad con Dios. Sin perdón no hay reconciliación con el Padre, por lo que las demás promesas y bendiciones divinas no le alcanzarán. Arrepentirse y ser perdonado es un acto de fe, y «sin fe es imposible agradar a Dios». Al arrepentirse se recibe el Espíritu Santo y con Él todo el fruto del Espíritu, los dones y demás bendiciones.
El mensaje en Pentecostés fue muy claro: «Pedro les dijo: —Arrepiéntanse y sea bautizado cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para ustedes, para sus hijos y para todos los que están lejos, para todos cuantos el Señor nuestro Dios llame» (Hechos 2:38-39).
Es necesario aclarar que arrepentimiento y remordimiento no son lo mismo. Ambas actitudes parecen similares, pero son muy distintas. Arrepentimiento es un cambio de actitud, mientras que remordimiento es una inquietud, pesar interno que queda después de ejecutada una mala acción, pero sin cambio. Pedro se arrepintió de haber negado a Cristo, Judas sólo tuvo remordimiento y terminó suicidándose.
El arrepentimiento debe ser una actitud diaria y permanente en nuestra vida cristiana, puesto que somos pecadores y vivimos fallándole a Dios hasta sin darnos cuenta o por omisión; no arrepentirnos nos expone a vivir de espaldas al Señor, ya que Él no tiene comunión con los pecadores. Tenemos la llave maestra del reino eterno, usémosla permanentemente y seremos bienaventurados.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - La llave maestra del Reino eterno